Penuria cultural y gestión autonómica
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Detrás de la gestión cultural de las diferentes administraciones se encuentra la burocracia , palabra que se inventó en la Francia del siglo XVIII y que hace referencia al «poder desde el bureau" , es decir, desde un escritorio con cajones. No digo que no sea importante e incluso necesario dividir el mundo en cajones, pero esas montañas de documentos, archivos, formularios administrativos, licencias, normativas, plazos, y otros procedimientos burocráticos pueden lastrar, e incluso matar antes de que nazca, cualquier iniciativa cultural. Ahora bien, el mayor lastre para la cultura lo constituyen esos señores o esas señoras que toman las decisiones políticas desde sus despachos y cuyo único mérito para desempeñar su labor consiste en formar parte de un partido o de una lista. Un buen ejemplo de pésima gestión cultural es la Junta de Castilla-La Mancha , y un caso paradigmático de institución que ha sufrido los despropósitos de esta mala gestión es el Museo de Santa Cruz de Toledo, y sus filiales. Para empezar, desde la administración autonómica se ha implantado el modelo demagógico de no pagar entrada para visitar estos museos, es decir, se nos ha impuesto la perversión de la cultura gratuita, lo que, como dice Carlota Gurt , «acaba dejando espacio sólo para productos de consumo masivo», como el Museo de la Brujería o, a mucha mayor escala, el parque temático Puy du Fou. ¿Acaso no condiciona nuestras expectativas el hecho de asistir gratis a un espectáculo cultural o a una exposición? Sin duda la «inversión emocional» del espectador no es la misma si ha abonado la entrada que si se la ha ahorrado, ni tampoco el aprecio o disfrute del producto cultural. Uno está acostumbrado a pagar en los museos cuando visita las ciudades europeas o incluso las capitales de otras regiones españolas. Nos parece algo normal hacer una pequeña inversión económica para ver una exposición, pues con el precio de la entrada se nos está trasmitiendo el mensaje de que la cultura es algo valioso. Por otro lado, la situación de abandono por parte de la administración autonómica de un museo como el de Santa Cruz, que hasta no hace muchos años pasaba por ser el mejor museo provincial de España, es triste y vergonzosa. Primero fue horriblemente mutilado, pues el convento de Santa Fe y otros edificios históricos anexos fueron cedidos a la Colección Polo para formar lo que pomposamente han llamado Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha. Es decir, que el espacio que estaba llamado a albergar las ricas colecciones de nuestro museo provincial, pues eran su extensión natural, para hacer realidad el viejo proyecto del Gran Museo de Santa Cruz , se ha convertido en sede de una colección privada. Lo que ha significado que los fondos de arqueología, prehistoria, etnografía o arte contemporáneo duerman en los almacenes. Al parecer las relaciones entre la Junta y el coleccionista de origen cubano no pasan por su mejor momento, y éste parece decidido a llevarse su colección. Sinceramente, no es eso lo que deseamos muchos toledanos, aunque esta colección no tenga mucho que ver con Toledo. Creo que la ciudad del Tajo tiene una deuda con el arte contemporáneo, y una colección como la de Polo, un inteligente marchante y coleccionista de arte cuya vasta cultura artística haría sonrojar a la mayoría de los responsables culturales de la región, siempre será bienvenida, pero, eso sí, en otra ubicación (edificios singulares actualmente en desuso no faltan en el casco histórico). Por desgracia, no es éste el único problema que sufre el malogrado Santa Cruz, que es víctima de la apatía y la desidia de nuestras autoridades culturales. Decir que está infradotado económicamente es quedarse muy cortos, pues apenas tiene fondos para hacer fotocopias. Lo que se hace en el Museo de Santa Cruz (excepción hecha de la recientemente inaugurada exposición Tesoros , para la que al parecer sí ha habido presupuesto), se hace gracias a las aportaciones de los socios de la Asociación de Amigos de Santa Cruz ¡Vivo! Conferencias, visitas comentadas a las piezas del mes, y hasta las cartelas, paneles y banderolas de las exposiciones son posibles gracias a las cuotas de los socios, y a la colaboración de los trabajadores del Museo. Y no hablamos ya de que el Museo carezca de recursos propios o de dinero del Ministerio o de la Junta para hacer nuevas adquisiciones y enriquecer así sus colecciones, como sucedía no hace demasiados años. Pasa en el ámbito cultural lo que en muchos centros de enseñanza e incluso en los hospitales: funcionan gracias a la iniciativa de los particulares y el voluntarismo de las personas. Por ejemplo, en la exposición Jules Worms: costumbrismo e indumentaria en el Toledo del XIX , una exposición que ha contado con el favor del público pero que se ha tenido que cerrar temporalmente por una avería en el sistema de calefacción, los prestadores y los comisarios han trabajado por amor al arte, y su labor desinteresada ni siquiera ha merecido la publicación de un modesto catálogo, ni siquiera un triste tríptico. Eso sí, los de arriba se apuntan a las inauguraciones oficiales, a las que acuden prestos acompañados de sus gabinetes de prensa. ¿Quién decide lo que se hace y lo que no se hace en museos como el Santa Cruz y sus museos asociados? La Fundación Impulsa Castilla-La Mancha , un ente presidido por el secretario general de Presidencia, maestro diplomado, antes concejal del Ayuntamiento de Toledo, consejero de la Fundación Roberto Polo y Patrono y miembro de la Comisión Ejecutiva de la Real Fundación Toledo desde 2023, y entre cuyos vocales destaca, en el área de Cultura, la Viceconsejera de Cultura y Deporte, es decir, profesionales de la política a los que colocan en un sitio u otro en función de las cuotas territoriales o de corrientes en el partido. La Fundación Impulsa no sé si impulsa mucho la cultura de la región, pero si su actuación tiene que mirarse en el espejo de su gestión en el Museo de Santa Cruz, los resultados son paupérrimos. Parece de sentido común dejar un margen de decisión a los profesionales cualificados en el ámbito museístico y cultural, pero la autonomía de la dirección del Museo no existe, y a uno se le pueden ocurrir las ideas más brillantes, pero puede estar seguro de que éstas acabarán en la papelera por falta de presupuesto. Por cierto, nadie sabe todavía cuál va a ser el discurso expositivo del Santa Cruz cuando acaben las obras de refuerzo del forjado del crucero por parte del Ministerio de Cultura . En fin, afortunadamente existen navegadores como el Google Maps que ayudan al visitante de fuera de Toledo a llegar al Museo de Santa Cruz, pues prácticamente no hay señales en Zocodover ni en ningún otro sitio que indiquen el camino a dicho museo. Aunque la señalética es competencia del Ayuntamiento, según creo. Están muy bien indicados, en cambio, museos como el de las Torturas o el de la Brujería. Claro que éstos hay que pagarlos, no como el Santa Cruz, el de los Concilios, el Taller del Moro, la Casa Museo de Dulcinea en El Toboso o el Ruiz de Luna de Talavera, que, como dependen de la Junta de Comunidades, son gratuitos para todo el mundo. Pero creemos que los visitantes de los museos castellanomanchegos tienen que tomar conciencia de que la cultura es patrimonio de todos y de que tiene un coste, aunque no se cobre como un artículo de lujo y al precio de coste real.