Historia del príncipe Andrés: de niño mimado de la Reina a oveja negra de la familia
0
El príncipe Andrés , hijo menor de la reina Isabel II y considerado durante años su favorito, ha pasado de ser una de las figuras más prominentes de la familia real británica a un miembro defenestrado y apartado de la vida pública. Su caída ha estado marcada por escándalos legales, acusaciones de abuso sexual, contactos con personajes de cuestionable moral y, más recientemente, su conexión con un presunto espía chino que ha vuelto a sacudir los cimientos de la monarquía. Y es que Andrés siempre fue desde su nacimiento en 1960 el niño mimado de la familia. Richard Fitzwilliams, experto en realeza, comentó sobre la relación entre la reina y su hijo que «cuando el príncipe Carlos y la princesa Ana nacieron, la reina no pudo pasar todo el tiempo que le hubiera gustado con ellos», mientras que con Andrés sí. Desde pequeño, según recogen numerosos testimonios de personas cercanas, mostró un carácter vivaz, seguro de sí mismo y muchas veces incluso temerario, características que con los años se convertirían en elementos clave de su personalidad pública y privada. Durante gran parte de su vida, Andrés disfrutó de la protección y el afecto incondicional de su madre. Ingrid Seward , biógrafa real, señaló en su libro «My Husband and I» que »Andrés era travieso, pero la reina siempre fue muy indulgente con él», y otros expertos como el periodista Robert Lacey, consideran que la monarca «mostró una preferencia por Andrés en parte porque su relación con Carlos era más complicada». Y es que la educación del primogénito fue más formal y rígida, como se esperaba siendo el heredero, mientras que Andrés, siendo uno de sus dos hijos menores, siempre tuvo un lugar especial en su corazón que se tradujo en un apoyo constante a lo largo de su vida, incluso en momentos de controversia. Sin embargo, su situación cambió drásticamente tras el fallecimiento de la reina y la ascensión al trono de su hermano mayor, el rey Carlos III, con quien la relación no ha sido la mejor y que además vio en Andrés una amenaza para la familia real. El momento más devastador en la vida pública del duque de York llegó con su implicación en el caso de Jeffrey Epstein, el financiero estadounidense acusado de tráfico sexual de menores. Las acusaciones de Virginia Giuffre, una de las víctimas, contra el príncipe, afirmando que fue obligada a mantener relaciones con él cuando era menor de edad, fue crucial para un escándalo que tocaba ambos lados del Atlántico, y aunque Andrés siempre negó los hechos, terminó alcanzando un acuerdo económico millonario para evitar un juicio que podría haber destruido aún más la imagen de la monarquía. Mención aparte merece la desastrosa entrevista que dio el duque a la BBC en el 2019 sobre su relación con Epstein y con la que acabó de cavar su tumba. Así que Carlos III, decidido a proteger la imagen de la monarquía, adoptó una postura implacable con su hermano, considerado «la oveja negra» de la familia. Katie Nicholl, experta en realeza, ya había comentado hace años que «hay una tensión real entre Carlos y Andrés» en parte porque «Andrés tiene una relación muy diferente con su madre, que fue mucho más cercana con él». Así, después de que la reina le retirara sus títulos honoríficos, incluidos el trato de Su Alteza Real, Carlos III eliminó su asignación económica anual, y lo apartó por completo de cualquier representación oficial de la familia real. Con la llegada de Carlos al poder, quedó claro que no habría más indulgencias ni rescates para su hermano menor, quien desde entonces mantuvo, aunque obligado y a regañadientes, un perfil bajo. Pero en las últimas semanas, su nombre volvió a ocupar los titulares y no por buenos motivos, tras revelarse sus vínculos con Yang Tengbo, un empresario chino acusado por las autoridades británicas de ser un espía encubierto. El hombre, también conocido como Christopher Yang, fue identificado como un exfuncionario del gobierno chino que había desarrollado una red de contactos políticos y empresariales en el Reino Unido y que mantenía una relación de extrema confianza con el duque. Según los informes de las autoridades, Yang fue pieza clave en la Pitch@Palace China, una iniciativa de inversión empresarial promovida por el príncipe Andrés. El proyecto, que buscaba conectar a emprendedores con inversores, permitió que el duque obtuviera una comisión del 2% por cada acuerdo de inversión cerrado, un beneficio financiero considerable, y muy útil, sobre todo una vez que su asignación como «royal» fue eliminada. Las investigaciones revelaron que Yang había sido expulsado del Reino Unido por razones de seguridad nacional y que su vínculo con el príncipe Andrés generó serias preocupaciones dentro del gobierno británico. Tras muchas especulaciones, el tribunal levantó la orden de anonimato que protegía su identidad, exponiendo públicamente sus relaciones con figuras prominentes. El escándalo provocó una nueva avalancha de críticas hacia el duque y su entorno, y la prensa local informó de que los asesores de la familia real le exigieron que «hiciera lo correcto» y se mantuviera alejado de cualquier evento público, sobre todo durante esta temporada festiva, para evitar más vergüenzas al rey Carlos III. Esto incluyó su exclusión de las tradicionales celebraciones navideñas en Sandringham, donde anteriormente asistía con sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia. La historia del príncipe Andrés es un ejemplo de cómo una figura prominente puede pasar de ser el hijo predilecto de la reina a una sombra marginada y controversial, con un futuro lleno de incertidumbres, pero no todos están en su contra. Andrés ha contado siempre con una aliada incondicional: Sarah Ferguson, su exesposa. A pesar de que la pareja se divorció en 1996, la relación entre ambos se ha mantenido sorprendentemente cercana. No sólo viven juntos, sino que Sarah ha estado a su lado en sus peores momentos y ha trabajado para generar ingresos a través de libros, programas de televisión y contratos editoriales que han ayudado a mantener el estilo de vida de la familia. «No voy a dejarle caer nunca», declaró recientemente en una entrevista para 'The Sunday Times', en la que manifestó que su exmarido «es el mejor, un gran hombre con un gran corazón». Precisamente uno de los mayores interrogantes es cómo ella y Andrés financian actualmente su lujoso estilo de vida. A pesar de que el rey Carlos III eliminó su asignación económica, cifrada en más de un millón de libras al año según una nueva biografía sobre el monarca británico escrita por el biógrafo real Robert Hardman, y se esperaba que abandonaran Royal Lodge, la mansión de 30 habitaciones en Windsor donde residen, el príncipe ha logrado permanecer allí gracias a fondos cuya procedencia aún no se ha esclarecido. Los intentos de trasladarlo a Frogmore Cottage, una propiedad mucho más pequeña en Windsor que fue el hogar del Duque y la Duquesa de Sussex, no han tenido éxito hasta ahora, y según la prensa local el duque no sólo no está dispuesto a mudarse, sino que está decidido a legar el contrato de arrendamiento a sus hijas. Pero vivir allí no es precisamente fácil, al menos, no sin una cantidad extraordinaria de ingresos, ya que los costos de mantenimiento de Royal Lodge se estiman entre 400.000 y 500.000 libras anuales, a lo que se suman los gastos de seguridad privada, que alcanzan las siete cifras, y que también deben ser cubiertos de manera independiente tras la retirada de la protección privada financiada por el rey, que ha perdido ya la paciencia con su hermano. En mayo, una fuente de palacio citada por 'The Telegraph' advirtió que «tal como están las cosas, la vida en Royal Lodge está destinada a volverse cada vez más fría e incómoda para el Duque», y desde el Palacio de Buckingham esperan que estas presiones sean suficientes para que decida, de una vez, irse. Además, a medida que los detalles sobre los vínculos del príncipe con el espía chino y otros empresarios se hacen públicos, aumentan las presiones para que el que fuera hijo predilecto de la reina y ahora relegado de la familia real, revele la fuente exacta de sus ingresos.