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Cómo explicar cómo estoy | Un cuento de Navidad de Vicky González

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Ignacio me dejó por otra. No. ¿Cómo voy a decirles eso? Entonces, Ignacio y yo nos separamos porque tuvo que regresarse a España. Agregaría también: por trabajo. ¿Y yo por qué no me fui con él? Porque me gusta mucho México, o porque mi carrera va despegando, o por cualquier otra cosa que se me ocurra en el momento. Diría algo así. Aunque estoy segura de que mi tía Ana no me va a dejar en paz hasta que le cuente una versión que se apegue más o menos a la verdad o que sea morbosa. Las desgracias ajenas siempre son entretenidas, y mis tías consideran que la cena en Nochebuena es la ocasión perfecta para recordárnoslas. Este año me tocó llevar el puré de papa. A ver qué cara ponen cuando me vean llegar con un refractario humeante y sin pareja. ¿Dónde dejaste al novio?Decidí qué iba a ponerme desde hace varios días. Hay que estar preparada para las miradas que recorren el cuerpo de arriba abajo sin disimulo. Existe un tipo de vestimenta que solo se usa alrededor de estas fechas en Monterrey, y ahí vamos todas uniformadas como si fuéramos coristas del mismo cantante. Elegí unas botas que suben hasta las rodillas y unas medias que brillan dependiendo de dónde las veas; un vestido corto de terciopelo verde muy oscuro y un abrigo de piel falsa, no porque me importen los animales, sino porque no me alcanza. Mis primas irán vestidas más o menos igual que yo, unas más exageradas que otras, o más falsas, o más bonitas, según cómo lo mires. Usan pestañas y uñas postizas, se pintan el pelo de güero, se atiborran de bisutería y remojan el pescuezo y las muñecas en perfume. Todo para terminar tomando caguamas en el patio de la casa de mi abuela. Así se nos va la Navidad.Ignacio me rompió el corazón, eso voy a decirles. Aunque tampoco quiero que me tengan lástima. Ya bastante tengo con las miradas de compasión que me dirigen cuando me ven llegar año tras año sin anillo de compromiso. “Vas a ver que el año que entra”, me dijo al oído una vez una de mis tías mientras me abrazaba y nunca terminó la frase. ¿Qué voy a ver el año que entra? No sé. Tampoco sé de dónde les viene la urgencia de acomodar a las sobrinas cada que se conmemora la fecha que la iglesia le robó a una celebración pagana para decir que ese día había nacido Jesús. ¿Y el novio? ¿Ya te dio anillo? ¿Para cuándo el bebé? ¿Para cuándo le das el hermanito? (esto no me lo han dicho a mí, pero lo he escuchado de lejos). El año pasado cometí el sacrilegio de faltar a la cena familiar. Acababa de conocer a Ignacio y nos fuimos juntos a Madrid para pasar Navidad con su familia. Me absolvieron el pecado por su naturaleza. Falta justificada. “Conoció a un español”, decían muy orgullosas. Luego imagino que pensaban que me fui muy pronto o que fui muy fácil y que así nadie me iba a tomar en serio, y lo peor de todo, que ya no estoy para esos trotes porque el reloj biológico hace rato que está respirándome en la nuca y yo nomás no dejo de jugar. Eso seguro lo piensan todo el año, pero se acuerdan sobre todo en Navidad. ¿Cómo les digo que fui yo quien decidió dejar a Ignacio? Que ya sé que era muy bueno y que nadie me había tratado así de bien, pero eso no importa. Y ellas me dirán que además era muy guapo y muy europeo y que nomás a mí se me ocurre. Pero si no me desbordo de deseo no me interesa. En cambio, Javier me llena la cabeza de pecados que imagino cometiendo uno por uno encima de su piel. No me habla, no me conoce y no quiero que eso cambie. Lo veo de lejos y en fotos y con eso me basta. El sexo asesina al deseo, lo consume como fuego al incienso hasta hacerlo desaparecer. Y yo prefiero el hambre que el hastío. ¿Cómo les explico eso a mis tías?Mejor llegar tarde, cuando el alcohol haya diluido el aire espeso de los primeros saludos y el filo de los cómo estás se haya desgastado de tanto usarlo en contra de mis primas, porque ellas, como yo, tampoco dejan de jugar.AQ