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2025, un año retador para los bancos centrales

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2024, a diferencia de los años previos, ha sido menos retador para los bancos centrales gracias a que el proceso de desinflación se ha ido consolidando, al tiempo que se ha ganado confianza en alcanzar el objetivo de inflación del 2 por ciento.

En el caso concreto de la zona euro, la inflación se situará este año, en promedio, en el 2.4 por ciento (frente al 5.4 por ciento y 8.4 por ciento de 2023 y 2022, respectivamente) y, según las recientes previsiones del Banco Central Europeo (BCE), se estabilizará en torno al 2 por ciento en los próximos años. Así, teniendo clara la dirección de las tasas (a la baja), el debate en el seno del consejo del BCE se ha centrado en cuándo sería el mejor momento para iniciar el ciclo bajista y el ritmo al que hacer los recortes de tasas. Aunque las actas de las discusiones internas han revelado cierta diversidad de opiniones, los recortes de 25 puntos básicos en junio, septiembre, octubre y diciembre han tenido un amplio apoyo, por no decir unanimidad. Han sido justificadamente cautos (incluso en diciembre, cuando se ha discutido un recorte de medio punto), teniendo en cuenta que los componentes más estables de la inflación, como los servicios, han estado prácticamente estancados todo el año en torno al 4 por ciento. Merece la pena recordar que en el actual entorno global, caracterizado por una elevada incertidumbre geopolítica, los choques de oferta probablemente serán más frecuentes (ya sea por la previsible desglobalización o fragmentación del comercio internacional, los eventos climáticos o el potencial impacto en precios de materias primas de los conflictos bélicos abiertos), la probabilidad de perturbaciones inflacionistas aumenta, así que asegurar la convergencia de la inflación doméstica al objetivo es importante.

En 2025, los retos serán mayores y los debates más intensos, no sólo para el BCE. El primero será hasta dónde bajar las tasas, lo cual está directamente relacionado con la visión sobre dónde está el “tipo neutral” y si la política monetaria tendrá que entrar en terreno expansivo (llevando las tasas de interés por debajo de dicho nivel) o mantenerse en terreno neutral. Por más que Christine Lagarde no quisiera entrar en este debate en la rueda de prensa del jueves pasado, sí habló de un rango del 1.75 por ciento-2 por ciento, sobre el que ya hemos visto disparidad de opiniones: los más alcistas hablan del 2-3 por ciento, otros más neutrales del 2-2.50 por ciento. El debate está servido.

Otra discusión interesante será la revisión de la estrategia de política monetaria, para la que también se adivinan posiciones encontradas respecto al papel de los distintos instrumentos (tipos de interés, compras de activos, líneas de provisión de liquidez).

Un punto clave es que estos debates se producirán en un entorno geopolítico y macroeconómico incierto. A escala global el gran interrogante es si se cumplirán las amenazas de subidas de aranceles por parte de la nueva administración norteamericana y, más importante, cuál va a ser la respuesta del resto de economías. Dependiendo de si hay contramedidas del resto y de cómo se reconduzcan los flujos comerciales, los impactos pueden ser muy distintos. La literatura económica reciente muestra que la respuesta óptima de política monetaria puede ser muy distinta dependiendo de si estamos ante una subida unilateral de aranceles o si hay guerra comercial. No obstante, parece claro que tendría implicaciones negativas para el crecimiento en la zona euro, aunque el impacto en inflación puede ser ambiguo. La presión sobre el euro será otra variable importante a vigilar, principalmente si la Reserva Federal de Estados Unidos tiene que pausar, más pronto que tarde, los recortes de tasas.

En el ámbito doméstico, otra clave es el tono de la política fiscal. Los países europeos han presentado ya sus planes para los próximos años que, salvo una excepción, han sido aprobados por la Comisión Europea. No obstante, hay alguna duda en países como Francia donde la situación política es otra fuente de incertidumbre. Otro elemento a vigilar, sobre todo si se produce un efecto contagio a otros países de la zona euro.

En definitiva, el BCE bien puede brindar por los resultados alcanzados. En 2025 toca estar listos para los nuevos retos que traerán los nuevos tiempos.