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El 112 y la mala educación

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El concepto “españolizar” aplicado a los rescates de riesgo del 112 es para ponerlo en la cumbre de aquello que el insigne Josep Pla llamaba “collonades”

Lo del número telefónico 112 y el debate político en Catalunya es de traca, definitivo, el no va más. Un líder (o lideresa) de perfil independentista acusó al president Illa de “querer españolizar el 112”, por la simple razón de que el Govern de la Generalitat proponga que Guardia Civil y Policía Nacional se integren en el servicio 112 en Catalunya. De traca. El número 112 es uno de los servicios más transnacionales que se han creado en el terreno de la seguridad ciudadana. Lo tienen muchos países de la Unión Europea. Dos excursionistas se pierden en la cresta de los Pirineos y (acaba de suceder) se activa la búsqueda a ambos lados de la frontera franco-española, acuden hasta los bomberos de rescate de la vecina Andorra. El concepto “españolizar” aplicado a los rescates de riesgo del 112 es para ponerlo en la cumbre de aquello que el insigne Josep Pla llamaba “collonades”.

Luego, se amplía el tema de la mala educación. Primer ejemplo de la política que se deja guiar por esa brújula. La señora Míriam Nogueras puede ser un segundo ejemplo. No por hablar en catalán en el Congreso de los diputados –esto ha sido un avance sustancial–, sino por su tono envalentonado y bravucón, su “muevan el culo” dirigido con mirada altiva al presidente del Govern, salpicado de otros varios ultimátums… Lo de la cuestión de confianza es de una simpleza de brocha gorda. 

Por supuesto, en ciencias sociales, visto que nuestro arsenal de metodología científica es, por comparación con las ciencias “duras” (química, física cuántica, teoría de números, álgebra), muy débil, en ciencias sociales debemos de ser humildes. Si la política fuera una ciencia, créanme, se sabría.

Por ello, siempre nos podemos consolar escuchando con la atención que se merece al Diputado Tellado. ¿De verdad el Sr. Feijóo no tenía a nadie más en su equipo? Que si “embarcaciones” (refiriéndose a buques de guerra), que si tal o que si cual. O la Sra. Ayuso confundiendo los tropiezos de este Gobierno de España con que vivimos en un régimen “estalinista”. Y lo mismo, con diferencias de intensidad, en todo el espectro político representado en nuestras instituciones.

Otro campeón de la bravuconería en su camino a ninguna parte es, por mérito propio, el Sr. Puigdemont, que por cierto se ha apeado no hace mucho del famoso (y caro) “Consell de la República”, dejando a su colega exdiputado Comín en la estacada. En el caso de este señor, no solo tiende a decir una cosa y la contraria, sino que prometió estar en la investidura, luego que sí pero que no, para acabar huyendo por el foro en Barcelona y exigiendo que el presidente Sánchez  acuda a rendirle pleitesía en Waterloo. 

Nos olvidábamos de la CUP y su puñado de diputados en el Parlament de Catalunya. Su actual portavoz dijo no hace mucho que el régimen soviético, a pesar de todo, “tuvo cosas buenas”. Pero a estas alturas uno sigue sin saber qué piensan (en el terreno de la teoría revolucionaria) de casi todo: el Estado, la democracia representativa, el Estado social, los servicios públicos en relación con la recaudación de impuestos, la política redistributiva y un largo etcétera… Pero claro, es que tienen principios.

Ah, y en todas partes cuecen habas: los casos de acoso sexual, democráticamente distribuidos en todo el espectro político, como en la sociedad en su conjunto: empresas, universidades, escuelas de Teatro, órdenes religiosas y clero en general. Y todo lo demás. Aquí la marca difícil de superar la ha establecido el Sr. Errejón; siempre podemos echar mano de…. ¡el neoliberalismo!

Como observó hace un tiempo una persona muy aguda, pones las noticias en la televisión, quitas el sonido y puedes seguir al detalle lo que dicen unos u otros.

Pensaremos quizá: “Ah, la degradación de la democracia deliberativa…”.  Pues ya el gran Max Weber escribió, con relación a la vida parlamentaria de su tiempo, que aquello le parecía totalmente aburrido y previsible. Tal cual.

Podríamos probar cosas diferentes. La democracia directa, pero presenta un balance histórico aterrador. O una vida parlamentaria basada en las buenas maneras, la cortesía, el debate informado, pero tenemos en contra casi todo: las redes, Elon Musk y Donald Trump, las prisas, la guerra de titulares, el informe PISA, TikTok. Un universo político ajeno a todo esto es ciertamente un sueño de ilusos, pero algunos ilusos nos alegramos de haberlo soñado.