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La Mancha poética de Dionisio Cañas

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Abc.es 
Dionisio Cañas se confiesa enamorado de La Mancha , su periplo vital así lo demuestra, pues nacido en Tomelloso (1949) ha venido dando tumbos en un viaje que le ha llevado por medio mundo (Latinoamérica, Francia, Irlanda, Países Árabes), con gran estancia en Nueva York (1972-2005) para finalmente regresar a su punto de partida: «todos necesitamos de un lugar firme en el mundo». Francisco Nieva (Valdepeñas) afirmaba que sólo viviendo muy lejos y por mucho tiempo fuera de La Mancha se da uno cuenta de lo singulares que son los manchegos, y el poeta tomellosero se ha esmerado en dejar constancia de las muchas razones por las que uno puede sentirse orgulloso de ser manchego, pero lo ha hecho con los pies en la tierra- nunca mejor dicho-, sin narcisismos patrios, pues todas las tierras tienen derecho a ser amadas por sus habitantes, llegando a descubrirnos cada átomo de poesía que alberga una tierra que durante siglos ha sido tan amada como denostada y maltratada . Pero ser manchego no es sólo haber nacido en La Mancha, ¿qué es ser manchego? , se ha preguntado el poeta. Indagando- «hay que ver, mirar, sentir muchas veces un espacio para llegar a amarlo» - en aquello que la hace extraordinaria, diferente, singular, que la hace tener su propia idiosincrasia; siempre buscando en el pálpito de la intuición, buscando con el corazón, «porque el corazón nunca miente», y porque en él se plasma no solo la realidad, también el espejismo, la ilusión que promueve en los sentimientos «lo de uno». La Mancha de Dionisio es poética porque está llena de belleza, de amor y de sensaciones «manchegas» . Por siglos generosa, La Mancha de Dionisio fue y aún hoy lo es, una tierra refugio no sólo de presuntos malhechores que también, esta tierra fue cobijo de conversos y de falsos conversos, ya fueran judíos convertidos en el chivo expiatorio de una crisis económica o moros víctimas de la exclusión religiosa o bereberes tratados como ciudadanos de segunda por los árabes en su conquista de España. Hoy acoge refugiados, inmigrantes y personas vulnerables en viviendas de numerosas poblaciones como Alcázar o Villafranca de los Caballeros . Alguna vez acogió al propio Dionisio, así considerado (presunto malhechor) cuando le dio por ser hippy y se paseaba por las calles de Tomelloso como un vagabundo. A la Mancha poética de Dionisio Cañas no le importa contaminarse , mezclarse, lo diverso es enriquecedor. En ella han dejado su huella griegos, romanos, judíos , «media mancha es judía, conforme y laboriosa» pero sobre todo moros «en mis viajes por los países árabes todo me parecía La Mancha», árabe es el origen de su nombre: Al Manchara (alta planicie, meseta llana y luminosa) . Son las huellas comunes del ser mixtura mediterránea, una tierra sin mar, pero profunda como el mismo mar y luminosa como el mismo cielo, un cruce de caminos y culturas, donde se gestan sus frutos, sagrados por lo básicos: el trigo, la uva y la aceituna, «¿hay algo más sagrado que lo cotidiano, que nuestra vida diaria?», ¿algo más sagrado que el pan, el vino y el aceite? Mediterráneos – y manchegos- son la encina, la higuera, el olivo, y el queso con origen en la antigua Mesopotamia, que se hizo autóctono con la leche de las ovejas manchegas. Los molinos de viento son también mediterráneos procedentes de la antigua Persia. Como los prostíbulos, práctica común y sagrada en los templos de Oriente Próximo. Manchego-mediterráneo es el verano abrasador, la cueva fresca y el patio de las casas , «contraste entre el tugurio oscuro y la claridad rural casi celestial», el pozo y el corral. En la Mancha poética de Dionisio Cañas habitan los manchegos, sobrios y firmes por fuera, pero sensibles y sentimentales por dentro, «que el manchego no es solo un cardo seco y espinoso, también es un idealista, un místico, un poeta». Tampoco la mujer manchega es solo sustancia como la describiera Machado, « una mujer garrida quemada por el sol que guarda en su corazón frescura de bodega », sino que también es una mujer idea, como la soñara y la nombrara Cervantes, Dulcinea, porque «todo lo descrito en el Quijote ya estaba ahí antes». Y es que todo en La Mancha es dual: «el rezo y el carnaval, el amor del Quijote y el hambre de Sancho, la solidez del molino y la ligereza del viento que lo anima, la tierra seca y sus humedales, la magia del Guadiana, que aparece y desaparece, la luz transparente que viene del cielo y la inamovible que emana de la tierra». Pero el amor de Dionisio Cañas a su tierra no es ciego, y no está exento de críticas que nunca son feroces sino en tono de regañina, como se enfada uno con el ser amado. Así, expresa las emociones negativas que le produce la transformación de lo genuino manchego por cuestiones políticas o globales. Es crítico con la transformación destructiva del paisaje , que da lugar a la desertificación de los humedales como las Lagunas de Ruidera o las Tablas de Daimiel . Y reivindica la casa manchega «destruida por los ayuntamientos a cambio de bloques de cuatro pisos», dudando de la capacidad de los arquitectos que hacen de los pueblos «sitios anodinos». Le duele al poeta su infancia, la miseria vivida por los manchegos en la dictadura de Franco, sus padres buscándose la vida en Asturias, en Francia y en Linares, lugares que le alejaban del refugio salvador adonde siempre volvía: Tomelloso . Y reivindica la búsqueda de la felicidad en lo cotidiano: comer, dormir, trabajar, que «trabajar no es una condena como nos ha inculcado la religión sino un ritual que enriquece el espíritu, el lugar y el tiempo en que nos ha tocado vivir». Recuerda el miedo ante la figura paterna, y el rescate por su madre, y elige la libertad, «aunque chirriante», de la mujer manchega actual frente a la anterior, casta y entregada. Recrimina los desprecios clasistas de los manchegos: «no busques por amigo al rico ni al noble, sino al bueno, aunque sea pobre». Las casas blancas y los bombos –el poeta es propietario de uno- se han reemplazado por feas naves de aspecto industrial: «veo morir el paisaje de mi adolescencia como vi morir a mis padres y abuelos». Denuncia la destrucción del patrimonio arquitectónico y las mentiras de una religión hegemónica: ¿Cómo se puede decir que el origen del Castillo de Peñarroya fue una fortaleza cristiana cuando se encontró una necrópolis islámica en la que todos los cráneos miraban a la Meca?. Dionisio Cañas reivindica la Mancha rural, de la agricultura, del campesinado y de la naturaleza . «La poesía del Campo siempre está llena de nostalgia, describe un mundo desaparecido, el de las mulas, los arados, la siega y los carros» y se lamenta de que el campo haya perdido a sus poetas. Con nostalgia reclama la memoria poética de un paisaje muerto , el horizonte de la llanura manchega reconvertido en «campos de concentración» con el cultivo de las espalderas y cada vez más lleno de basura y plásticos . Dionisio entiende como artificial y burocrático el término de Castilla-La Mancha, y rememora el territorio político y administrativo que fue «El Común de La Mancha» en el siglo XIV, al frente de uno de los once hijos bastardos que Alfonso XI tuvo con su verdadero amor, Doña Leonor, con cabeza en Quintanar de la Orden, y que comprendía los pueblos entre los ríos Cigüela y Guadiana. Los once tuvieron su particular señorío, y La Mancha le correspondió a Don Fadrique, fruto del amor- otra vez lo dual- y del desamor. El poeta Dionisio Cañas es un miembro digno de su comunidad porque ha buscado los valores y la cultura de La Mancha, mostrando aprecio por sus paisanos y su forma de vida, nada extraña por tanto que recientemente haya sido nombrado Hijo Predilecto de Tomelloso . Ha contribuido con su poesía y con su obra a engrandecer aún más, esa Mancha levitada, espiritual, referente cultural y literario que desmitifica la tierra de economía de subsistencia, pobre, seca, humilde y cateta del consuetudinario y limitado imaginario colectivo. La Mancha poética de Dionisio Cañas, le viene sobre todo del amor que le profesa. Reveladoras, de páginas de cabecera, su manera de abordar los lazos que unen al poeta a la tierra manchega con el resto del mundo. Se trata del discurso «Amistad y celebración en Tomelloso» (Fiesta de las Letras 2023) e incluido en su ensayo «La Mancha en el Corazón» (2020): «El puente que en mi corazón une a Tomelloso con Nueva York es el puente de la Amistad que abarca todas las relaciones humanas : amor, familia, amigos, patria, poesía, lo sagrado, lo profano, lo ético, lo estético y lo político». Así pues «compartamos un mismo sueño, el de nuestra tierra, nuestros vinos, nuestro origen, porque no tener un sueño y compartirlo es un síntoma de autodesprecio y un complejo de inferioridad».