Viene una ruta llena de baches para las grandes tecnológicas
A juzgar por el asombroso éxito que Elon Musk ha tenido en su intento de ganarse la confianza de Donald Trump, es fácil pensar que la próxima administración estadunidense será la más favorable a la tecnología de la historia. Pero, al observar los nombramientos clave en Washington en las últimas semanas, me da la sensación de que algunas partes de las grandes compañías del sector todavía tienen que afrontar un camino lleno de baches.Musk sin duda tiene la confianza del presidente electo, y llevó a su lado a otros profesionales de la tecnología a Washington. Su tecnolibertarismo al parecer resuena entre los republicanos, algunos de los cuales parecen intimidados por su poder estelar, y Trump atenuó sus críticas a los coches eléctricos y expresó su admiración por los cohetes de SpaceX.Pero las decisiones sobre el personal muestran que es probable que el vicepresidente entrante, J. D. Vance, sea una voz fuerte en materia de política de tecnología, y su enfoque populista establece un equilibrio incómodo con Musk. Vance era un protegido del capitalista de riesgo Peter Thiel, que ha criticado a las compañías de tecnología más grandes (calificó de traición la relación de Google con China). Si a eso le sumamos la profunda desconfianza del Partido Republicano hacia los grandes grupos de tecnología, es probable que algunas compañías estén pasando por un momento difícil.No es que Silicon Valley no haya tenido muchos motivos para celebrar. Eso incluye la noticia de la semana pasada de que la presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés), Lina Khan, será reemplazada. Su intento de dar forma a una estrategia estadunidense más activista en materia de antimonopolio es aborrecido por los líderes del sector de tecnología en general, sin importar su inclinación política.La persona elegida para reemplazarla, Andrew Ferguson, se muestra más abierto a la idea de las fusiones. Tampoco cree en la regulación de la inteligencia artificial. Si tomamos esas dos posiciones juntas, es posible que se esté produciendo una consolidación en la industria (pensemos en la compra de OpenAI por parte de Microsoft y en la adquisición de Anthropic por parte de Amazon).Por otro lado, Ferguson se muestra más cauteloso con el poder monopólico de las grandes compañías de tecnología, por lo que es probable que siga adelante con los casos de la FTC contra Amazon y Meta. Y en el Departamento de Justicia, que tiene carpetas contra Google y Apple, la oposición parece aún más fuerte. Gail Slater, que fue nombrada para dirigir la división antimonopolio, es una abogada experimentada en materia de competencia y asesora de Vance.Dicho esto, la probable jefa de Slater en el Departamento de Justicia, la candidata a fiscal general Pam Bondi, puede moderar el celo de la agencia en materia antimonopolio. La firma de cabildeo para la que trabajaba Bondi, Ballard Partners, representaba a Google y Amazon.La influencia de Vance también se puede ver en el nombramiento a principios de este mes del capitalista de riesgo y presentador de pódcasts David Sacks como el principal asesor de la nueva administración en materia de inteligencia artificial y criptomonedas. Justo antes de su nombramiento, Sacks pidió en su pódcast que se dividiera Google.El otro factor importante en todo esto es la profunda desconfianza de los republicanos hacia las grandes compañías de tecnología por las denuncias de censura. Al parecer a Ferguson le apasiona más este tema que los asuntos relacionados con la competencia tecnológica.Trump firmó una orden ejecutiva al final de su primer mandato que estaba diseñada para limitar las protecciones legales que tienen las compañías de tecnología cuando moderan contenido. Ferguson muy bien podría usarla para ir tras Google y Facebook, argumentando que le mintieron a sus usuarios al decirles que estaban adoptando un enfoque equilibrado en la moderación de contenido cuando, de hecho, tenían un sesgo político.La primera prueba de todo esto será cómo la Casa Blanca trate con Google, la compañía que está más en la mira tanto por las leyes antimonopolio como por la supuesta censura. Un juez determinó que la empresa mantenía un monopolio ilegal en las búsquedas en la primera decisión antimonopolio de las grandes compañías de tecnología y debe pronunciarse el próximo verano sobre un esfuerzo del Departamento de Justicia para obligarla a vender su navegador Chrome, entre otras sanciones estrictas.En circunstancias normales, con una administración republicana más favorable a las empresas, se podría esperar una rápida resolución del caso. Eso es lo que sucedió en 2001, cuando la nueva administración Bush puso fin al esfuerzo del gobierno por desmantelar Microsoft.Pero habrá voces influyentes dentro y alrededor de la administración presionando para que se apliquen sanciones severas. Si los republicanos creen que Google tiene sesgos políticos en su contra y temen su influencia futura, entonces usar la ley antimonopolio para tratar de reducir su tamaño será una forma de lidiar con el problema.Rana, ¿qué sientes? Sé que has estado muy a favor de los esfuerzos de Lina Khan por darle vida a la moribunda política antimonopolio de Estados Unidos. ¿Crees que los casos contra las grandes compañías de tecnología seguirán adelante o salieron del atolladero?Lecturas recomendadas-George Hammond, de Financial Times, hace un perfil de David Sacks, el último inversionista y empresario del sector de tecnología nacido en Sudáfrica que obtuvo un papel importante en la próxima administración Trump.-George y otros escritores de Financial Times también describen cómo la cercanía de Elon Musk con Trump se ha convertido en un dolor de cabeza para Sam Altman, de OpenAI, su archirrival en la búsqueda de una inteligencia artificial de nivel de seres humanos.-En Boston Review, Evgeny Morozov lamenta que nuestros principales usos de la tecnología digital fueran moldeados por la Guerra Fría, a lo que le siguió un periodo de neoliberalismo. En ese contexto, argumenta, no había muchas posibilidades de que una nueva tecnología poderosa como la inteligencia artificial se dedicara a la causa del florecimiento humano, en lugar de a objetivos tan conocidos como la búsqueda incesante de la eficiencia.Rana Foroohar respondeRichard, planteas un punto muy importante que refleja la pregunta más relevante sobre Trump 2.0: ¿estarán a cargo los tipos financieros (Wall Street y los tech bros) o los populistas? Como escribí en mi columna de hoy, hay razones para pensar que Trump va a querer complacer a los populistas, veremos una legislación interesante presentada esta semana, por ejemplo, copatrocinada por su asesor de seguridad nacional entrante, Mike Waltz, quien aboga por subsidiar la industria de construcción naval de EU. Esa es una victoria fácil para los estados rojos (republicanos) y la base, y tiene apoyo popular.Pero el tema que planteas enfrenta a los populistas con el estado del mercado financiero en sí. Las acciones del sector de tecnología han sido el motor del auge estadunidense en las últimas décadas, y la inteligencia artificial en particular es la historia impulsora reciente. No importa qué tan influyente sea Vance, o qué tan bien intencionadas sean las nuevas designaciones de la agencia, me resulta difícil imaginar que Trump permita que los “campeones nacionales” tecnológicos de Estados Unidos sean golpeados por medidas antimonopolio serias que tengan algún impacto material en sus valoraciones.Sí, estas firmas son percibidas como de tendencia izquierdista, y los republicanos tienen sus preocupaciones sobre la censura política. Pero como podemos ver por todos los tuits alegres de los principales directores ejecutivos del sector de tecnología que siguieron a la victoria de Trump, en Silicon Valley están dispuestos a cambiar de bando político dependiendo de en dónde esté el poder.De hecho, temo que con Trump 2.0 terminemos con lo peor de ambos mundos: empresas tecnológicas dispuestas a aceptar la dirección de contenido de la Casa Blanca y una política antimonopolio más débil que estrangule a la siguiente generación de startups a medida que las plataformas dominantes se hacen más grandes y cada vez más poderosas.