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¿Y los derechos humanos de policías, soldados, marinos y miembros de la GN?

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En esta ocasión, estimado lector, me permito apartarme ligeramente de la crítica habitual para adoptar una postura de reconocimiento. En medio de una situación nacional crítica, caracterizada por una crisis de seguridad que raya en lo bélico, es justo reconocer a quienes sostienen al país en pie: los servidores públicos de nuestras instituciones de seguridad.

México atraviesa una época oscura, marcada por el crecimiento exponencial de la delincuencia organizada y la falta de voluntad política para enfrentarla. Las víctimas se cuentan por miles. Querer cuantificar los delitos cometidos con violencia sería como intentar retener agua con las manos. La desesperanza parece ganar terreno, pero aún hay motivos para creer que podemos recuperar el rumbo, siempre que tomemos decisiones firmes y oportunas.

Es cierto que las instituciones de seguridad han sufrido deterioro, en gran parte debido a funcionarios que han caído ante la corrupción y el abuso de poder. Las historias de terror que se relatan sobre cuerpos de seguridad no son pocas. La desconfianza hacia soldados, policías, elementos de la Guardia Nacional e incluso custodios en prisiones es justificada. Pero limitar nuestra percepción a estas historias negativas sería injusto.

Dentro de estas mismas instituciones, existen miles de elementos que todos los días arriesgan su vida e integridad por proteger a México y a su gente. Servidores públicos que resisten la corrupción, que no se doblegan ante la adversidad y que, sin embargo, reciben insuficiente reconocimiento y remuneración. Es frustrante saber que mientras ellos cumplen con su deber, los derechos de los delincuentes parecen tener prioridad sobre sus facultades y obligaciones.

El respeto a los derechos humanos debe ser irrestricto, pero esta garantía debe aplicarse con mayor énfasis en favor de las víctimas y de quienes las defienden. La criminalidad que hoy aterroriza a la sociedad no merece protección bajo el término de “Derechos Humanos” cuando se cometen actos como extorsión, secuestro, desaparición forzada, narcotráfico y trata de personas. ¿Qué hay de humano en quienes comercian con vidas o siembran el terror con amenazas de muerte? La humanidad no es solo una cuestión anatómica; es una cuestión ética y moral.

Nuestro sistema de justicia es imperfecto, y en esa imperfección los criminales se burlan de la autoridad, escudándose en una interpretación laxa y mal aplicada de los derechos humanos. El verdadero respeto por estos derechos implica proteger a la sociedad y brindar garantías a quienes luchan contra la delincuencia.

Por eso, hoy hago un llamado a esos servidores públicos que todavía actúan con decencia, a esos elementos del Ejército, la Marina, la Guardia Nacional y las policías que siguen firmes en su vocación. No se subyuguen ante la adversidad, no cedan a las presiones y resistan la corrupción. Su valentía y honor determinarán el futuro de nuestra nación. La historia, más temprano que tarde, reconocerá su heroísmo y sacrificio.

México los necesita. La lucha es dura y muchas veces ingrata, pero su integridad puede ser la base de una esperanza renovada. Si logramos que estos héroes sigan firmes, habrá aún una posibilidad de restaurar el orden y devolver la paz a nuestro país.

No todo está perdido. Aún hay quienes luchan con dignidad por esta patria herida. Reconozcámoslos, apoyémoslos y, sobre todo, defendamos su labor, porque en ellos reside la posibilidad de un México más justo y seguro.

Aprovecho para desearles a todos ustedes, mis lectores, una Feliz Navidad y un año nuevo de mucha salud y grandes éxitos. Nos vemos en enero de 2025.