Lucio Cabañas, el guerrillero que soñó con crear un partido político
El 2 de diciembre de 1974 en el cuartel militar de Atoyac de Álvarez, el cuerpo del guerrillero más buscado –Lucio Cabañas Barrientos–, desnudo, delgado y sin rastro de sangre, reposaba sobre la plancha fría de uno de los principales centros de tortura de los años setenta en México. Recuerdo haber visto la imagen en alguna fotografía de archivo. Lo observan militares de alto rango que intervinieron en su caída, registrada a las 9:00 horas. Estaban el comandante de la 35a. Zona Militar en Chilpancingo, Eliseo Jiménez Ruiz; el jefe del Estado Mayor de la 27a. con sede en Acapulco, Enrique Cervantes Aguirre; el mayor Mario Acosta Chaparro y el teniente coronel Francisco Quirós Hermosillo. Los dos últimos responsables de los “vuelos de la muerte”, precursores en América Latina de ese método de exterminio en el que arrojaron a las víctimas desde aeronaves a mar abierto.En un boletín del mismo día, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) informa de su hazaña. Lo acusa de homicida, secuestrador y asaltante; que él y “su grupo delictivo” eran perseguidos desde hace meses en la sierra, lo que se intensificó tras el secuestro del senador Rubén Figueroa; que soldados lo mataron en un enfrentamiento en la sierra de Tecpan de Galeana; que “escondido en la Sierra de Guerrero, se había ligado para cometer sus hechos criminales a los grupos más negativos de la región, como ‘caciques’, agiotistas, talabosques y traficantes de drogas a los que brindaba protección”. El gobierno negaba la existencia de las guerrillas, mientras que a Cabañas y a su base social –el Partido de los Pobres (PDLP)– los criminalizaba de “maleantes, gavilleros, bandoleros”. Así deslegitimaba su causa, justificaba su acometida y cuidaba su imagen. La prensa aliada condimentó su narrativa. La extinta revista Alarma!, célebre por su sensacionalismo, en el reportaje “Fin de la leyenda sangrienta del cruel Lucio Cabañas!”, detalló sus acciones a su parecer: “múltiples emboscadas a soldados del ejército, decenas (quizá centenas) de muertes, torturas, violaciones, vejaciones a la dignidad humana, amenazas, secuestros, despojos, robos, asaltos a mano armada, tráfico de drogas...”. Lo cierto es que caía la figura guerrillera más emblemática de la época, la que encabezó la mayor insurrección campesina del periodo de contrainsurgencia; el maestro normalista que desafió al poder utilizando su nombre verdadero; que movilizó a la tercera parte del Ejército en su contra –24 mil soldados–; considerado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, en un documento de inteligencia desclasificado por la National Security Archive, como “el más importante líder guerrillero en México”. Para ese año, 1974, en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez gran parte de las guerrillas que irrumpieron en su gobierno ya habían sido aniquiladas. Le declararon la guerra a un Estado que reprimía cualquier expresión opositora de lucha social o electoral. La mayoría fueron urbanas, integradas por estudiantes radicales que se hermanaron por las matanzas de 1968 y 1971, luchas universitarias sofocadas y la oleada revolucionaria latinoamericana.En Guerrero también actuó Genaro Vázquez Rojas y su Asociación Cívica Nacional Revolucionaria. Pero de esta constelación Cabañas –que militó en la Juventud Comunista– fue el único que con apoyo campesino dominó un territorio: alrededor de 200 kilómetros cuadrados de la Costa Grande a la Sierra de Atoyac.La respuesta de Echeverría fue brutal en aquella región que su gobierno consideró la base social del PDLP. En un análisis interno de la Sedena, firmado por el general de brigada Alberto Sanchez López, con fecha del 2 de julio de 1974, advierte: “La Secretaría de la Defensa Nacional elaboró el ‘Plan de Operaciones Atoyac’, derivado de la Directiva que giró el Poder Ejecutivo, de cuya misión se desprende que, tanto la 27a. como la 35a. Zonas Militares, realizan operaciones para localizar, capturar o destruir a maleantes que se encuentren en el área: Chilpancingo, Acapulco, Coyuca de Benítez, Atoyac de Álvarez, Tecpan de Galeana, Zihuatanejo”. En mi libro México Armado (1943-1981) documenté el arrasamiento de comunidades, casos de tortura, violaciones sexuales y desplazamientos, detenciones y cercos forzados, que según el informe de la Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero dejaron un saldo de 512 casos de desaparición forzada. Aunque la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México registra, al menos, 650 casos en Guerrero. Sin hablar de un número indeterminado de asesinatos. La violencia no se contuvo tras la muerte de Cabañas.La despedida de los hermanos David y Lucio CabañasLa última vez que David Cabañas vio a su hermano Lucio fue el 27 de julio de 1974. Un mes antes, el 25 de junio, el PDLP difundió sus condiciones para entregar al senador Figueroa, al que tenía en su poder desde el 30 de mayo. La liberación de mujeres y hombres presos por razones políticas, además de 50 millones de pesos, la entrega de armamento, la expropiación de la maquinaria de madereras, y demandas en beneficio de estudiantes de escuelas rurales, obreras, campesinos y de justicia para las víctimas atacadas por la policía judicial en Atoyac, entre ellas, la violación tumultuaria de una joven.Lucio acordó con David que irían en comandos distintos. Él iría en el más pequeño, 14 hombres que se adentraron a la sierra, moviéndose de manera ágil y combatiente para llamar la atención castrense. David se integró al comando mayor, de 42 personas, en el que iba el senador –candidato electo por el PRI a gobernador del estado–, su sobrino Febronio Díaz Figueroa, su secretaria Gloria Brito, y dos tíos de Lucio, recién excarcelados y que servían de enlace al político. El objetivo del comando era encontrar un lugar propicio para, cumplidas las exigencias, regresar a las personas secuestradas. Los hermanos se dieron un abrazo entrañable, rememora David Cabañas: “Cuando nos abrazamos nos dijimos: ‘Nos vemos al rato’, como siempre lo hacíamos, pero nunca pensé que esa sería la última vez que nos veríamos, que nos estábamos despidiendo”. Me compartió su recuerdo en una entrevista que le realicé hace 10 años, en una cafetería de una colonia popular de la Ciudad de México.Recupero una parte inédita en la que me refirió a otro personaje que también iba en su comando: un militar que a principios de 1973 “desertó del Ejército llevándose un [fusil] Fal y entre 10 o 12 [ametralladoras] M12 con todo y sus bayonetas”, que, según contó, dio a la causa de Lucio. “Se fue de un cuartel militar de la Ciudad de México. Decía que era escribano, dejé de verlo en agosto de 1974. Tuve informe de que fue enviado a la ciudad [de Acapulco]. Hay versiones supuestas de que lo detuvieron y desaparecieron, no me quiero imaginar la manera brutal en que lo trataron”.David no menciona a algún otro soldado integrado a la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA), la expresión militar del PDLP, conformada particularmente por campesinos. Detalla que en total la integraron 102 personas armadas, de las cuales 20 eran mujeres. Particularmente fueron entrenados por Lucio, dice, pues al estudiar en la Normal Rural de Ayotzinapa recibió acondicionamiento físico, mientras otros dos integrantes tenían ciertas nociones de adiestramiento porque habían hecho su servicio militar. La BCA realizó cuatro emboscadas contra el Ejército que recibieron gran atención de los medios de comunicación. En la tercera, realizada el 23 de agosto, Lucio desarmó y perdonó la vida a veinte soldados. Un documento desclasificado del Departamento de Estado de Estados Unidos, fechado el 4 de diciembre de 1974, dos días después de la caída de Lucio, señala que a Cabañas “se le acredita la responsabilidad de la muerte de 150 soldados”. Era humillante para las esferas castrenses. El general Sánchez López planteó una hipótesis para explicar el fracaso del operativo para su captura: “Personal que en otro tiempo perteneció al Ejército y que ha desertado [...] se dice que se ha visto entre la gente que comanda Cabañas, esto incluye a un jefe de apellido Ponton, varios oficiales y tropa, cuya misión dentro de los maleantes, se estima ser el adiestramiento en el armamento, su manejo y prácticas de tiro, problema este que de ser verídico, merece ser tratado con especial atención”. Para el Ejército era incomprensible que fuera atacado por una guerrilla campesina cuyo líder se movía de manera encubierta desde hacía siete años. El camino que recorrió el maestro Lucio CabañasLucio Cabañas entró en la clandestinidad un día después del ataque al mitin realizado afuera de la escuela pública Juan N. Álvarez, en la cabecera municipal de Atoyac, el 18 de mayo de 1967. Él era maestro de la escuela Modesto G. Alarcón y encabezó un movimiento que logró destituir a una directiva abusiva, por lo que la otra escuela lo buscó para remover a la suya, y al profesorado de su bando.El gobernador Raymundo Abarca Alarcón envió a 18 agentes judiciales que se apostaron en las azoteas como francotiradores. Cuando Lucio tomó la palabra, sobrevino la balacera. Hubo cinco muertos, entre ellos una mujer con ocho meses de embarazo, y 27 personas heridas. El suceso será conocido como “la matanza de Atoyac”.Esa noche Lucio Cabañas durmió en la casa de una maestra aliada en la lucha, Hilda Flores. En la madrugada, con dos compañeros, cortó camino en la sierra para llegar a la casa de su madre Rafaela Gervasio Barrientos, en la sierra de Atoyac. Ahí, al día siguiente del ataque, se encontró con David, quien de inmediato entró con él a la clandestinidad. “Me integro al PDLP cuando Lucio llega al pueblo de San Martín de las Flores”, dice. Su madre tuvo ocho hijos, entre ellos tres mujeres, de dos matrimonios. En ese momento Lucio tenía 31 años, era 11 años mayor que David, quien entonces tenía 20. Lucio había estudiado hasta cuarto año de primaria, dejó de hacerlo a los 12 ya que se fue de casa de sus tías, hermanas de su padre Cesáreo Cabañas Iturio, con las que se había criado. Se fue a estudiar a Tixtla y para mantener sus estudios, trabajó por las noches atendiendo un hotel. Se dormía en la puerta con su cobija y, cuando llegaban los clientes, los conducía a su habitación. Tenía muchas carencias. “También trabajó en un molino de nixtamal, y el papel estraza que usaba para envolver la masa lo usaba como libreta”, detalla David. Logró terminar la primaria e ingresó a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa, que entonces contaba con secundaria. Siendo normalista, se formó como militante del Partido Comunista Mexicano (PCM ) y rápidamente consolidó su liderazgo. En 1958, a los 22 años, se convirtió en el dirigente nacional de la Federación de Estudiantes Campesinos y Socialistas de México, lo que lo llevó a la escena política; al ser elegido como presidente del Comité regional de lucha en la Costa Grande que exigía la renuncia del entonces gobernador, Raúl Caballero Aburto, por sus actos represivos y de corrupción. Éste fue destituido en 1960, tras el ataque de una protesta en el zócalo de Chilpancingo que, según el saldo oficial, dejó 13 personas muertas, entre ellas dos mujeres, dos niños y una bebé de seis meses. La violencia que ejercían los gobernadores en turno era reproducida en Guerrero, con total impunidad, por autoridades corruptas, instituciones agrarias corrompidas, intermediarios agrícolas, fuerzas policíacas, cacicazgos y sus guardias blancas, y prestamistas abusivos.Lucio Cabañas egresó como maestro de primaria en 1963. Su activismo lo llevó a recorrer las comunidades de la sierra para darles acompañamiento en temas agrarios o educativos, y como maestro en su primera escuela, en Mexcaltepec, se sumó a sus luchas contra los despojos de tierras ejidales y la tala ilegal de compañías madereras. Hasta entonces, había rechazado la vía armada, pues como militante del PCM no veía que en el país hubiera la condiciones para la actividad guerrillera. Por eso declinó la invitación a integrarse en organizaciones gestándose en otros lugares del país y participó activamente en movimientos estudiantiles, magisteriales, campesinos y sociales. Pero la tragedia de la “Matanza de Atoyac” lo arrojó, sin alternativa de vuelta, al camino insurrecto.Llevar los apellidos de Cabañas o Barrios era presagio de muerteCuando Lucio Cabañas decidió tomar las armas, recorrió ejidos y comunidades para hacer trabajo de concientización política y crear comités armados de autodefensa. No pretendió crear un foco guerrillero, como lo hizo Genaro Vázquez, sino gestar una insurrección con una base social, un ejército del pueblo que a su vez conformara un partido político. Puso en marcha su tesis de “hacerse pueblo”, adentrarse en éstos para constituir comités de barrio, que luego se convirtieron en comisiones de lucha, que tenían la labor de resolver los asuntos comunitarios económicos y sociales y ser los enlaces con el PDLP. La organización también contó con redes de apoyo urbanas, como en Acapulco. Su hermano David explica que en su reglamento interno estaba no raptar ni violar a las mujeres, lo que se castigaba con la pena de muerte. No robar ni ingerir bebidas alcohólicas, y hacia afuera, respetar la vida de los prisioneros, entre otras. En 1971 Lucio Cabañas realizó su primera acción: un asalto bancario en Acapulco, para financiar sus planes político militares, y después secuestró a caciques y usureros locales. Las fuerzas armadas y policiacas realizaron una persecución feroz a militantes del PDLP –con torturas y detenciones forzadas en centros de reclusión clandestinos– , así como a mujeres y hombres campesinos, estudiantes, maestros y activistas que fueran vistos como potenciales simpatizantes. Luego vendrían las emboscadas contra el Ejército, que aumentaron su celebridad. A tal punto que el senador Figueroa, viejo lobo priista, lo desafió a que lo secuestrara con el objetivo de mostrar que podía doblegarlo. Lucio Cabañas rechazó el encuentro, pero la dirección del PDLP vio que era una oportunidad para secuestrarlo y así exigir la liberación de militantes en reclusión forzada. Pactaron el encuentro, Figueroa y su gente tendrían que avanzar media hora adelante del poblado de la Y Griega de Atoyac, rumbo a la cabecera municipal. En el camino alguien les haría una señal para que pararan. Así sucedió y el senador fue secuestrado sin que Cabañas aceptara su oferta de 24 mil hectáreas colindantes a la laguna El Tular, cinco o seis millones de pesos anuales y la liberación de sus familiares en detención forzada.“¡Viva Luis Echeverría, gusanos hijos de la chingada!”Después de tres meses, fue cerrándose el cerco militar sobre la columna guerrillera que llevaba a Figueroa y su gente. El 8 de septiembre, cerca de Zacualpan, el Ejército lanzó granadas de mortero en los alrededores del improvisado campamento donde el PDLP mantenía al grupo secuestrado. David Cabañas no estaba en ese momento en el lugar. El ruido y la confusión provocaron que Figueroa corriera hacia los militares y él y su gente fueron rescatados. Según la entrevista que el senador dio a la revista Siempre!, al ser liberado gritó: “¡Viva Luis Echeverría, gusanos hijos de la chingada!”.El comando fue perdiendo milicianos y estuvo activo hasta fines de noviembre. Al final, con solo cuatro compañeros, los militares lo atacaron la mañana del 2 de diciembre. Sobre su caída, la versión oficial dice que fue herido de muerte en la mandíbula y la bala se alojó en el bulbo raquídeo. La otra –descubierta por la reportera Gloria Leticia Díaz de Proceso, en la carta de un soldado registrada en el archivo de la Dirección Federal de Seguridad–, es que el guerrillero fue herido y gritó: “¡Hasta que se les hizo!.. ¡Pero les aseguro que no les voy a dar el gusto de que me maten ustedes!”, colocó su fusil en el cuello y accionó el gatillo. Luego recibió el tiro de gracia de algún capitán. Figueroa se convirtió en gobernador y continuó el arrasamiento, sobre todo en municipios y ciudades en los que el PDLP tuvo presencia. En 1974, y durante dos años más, la estrategia militar contrainsurgente fue detener y desaparecer en retenes y cercos militares y policiales instalados en caminos, carreteras y vialidades o en operativos de allanamiento.En la sierra, llevar los apellidos Cabañas o Barrientos fue presagio de muerte. Durante la persecución contra Cabañas, su madre y su esposa Isabel Ayala, que estaba embarazada, sufrieron reclusión forzada durante dos años en una cárcel clandestina del Campo Militar 1 de la Ciudad de México. Ahí nació su hija Micaela.La estrategia contrainsurgente “nos dejó al menos 150 parientes desaparecidos”, David estima. Y sopesa: “entre Lucio y yo quedaron muchas cosas sin platicar, la muerte nos sorprendió a todos. Yo nunca pensé que Lucio se fuera a morir tan pronto”. El guerrillero más emblemático del siglo XX falleció a los 35 años.Guerrero, tierra fértil para criminales y guerrillas, apuntó la CIAEl telegrama de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, desclasificado por la National Security Archive, informó sobre su muerte. Concluyó: “La muerte de Cabañas será un duro golpe para su Partido de los Pobres, pero las montañas del sureste de Guerrero son tierra fértil para criminales y guerrillas que podrían producir nuevos líderes que tomen la causa”. David Cabañas fue de los sobrevivientes del PDLP que, a partir de 1975, intentan reconstruir la organización. En 1976 ésta confluye con otra de carácter urbano, Unión del Pueblo, y dan vida al Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres, que sería el antecedente del Ejército Popular Revolucionario (EPR), que salió a escena en 1996 y permanece en la clandestinidad. David fue detenido en 1990 y estuvo preso seis años en el Reclusorio Norte y dos en el Centro Federal de Readaptación Social No. 1 “Altiplano” en Almoloya de Juárez. El 2 de diciembre el EPR conmemoró la muerte de Cabañas con la publicación de un libro. GSC/ATJ