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La estrella del palenque

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Es muy fácil explicar la popularidad mediática y mercadotécnica de Dahlia de la Cerda tras la publicación de Perras de reserva y ahora de Medea me cantó un corrido (Sexto Piso). Tiene los atributos necesarios para ganar aplausos y aun fieles acólitos: una chabacanería disfrazada de oralidad que simula un estilo; el tono encendido de la activista que, desde lo alto de un templete, denuncia las atrocidades cometidas por el Sistema Heteropatriarcal (con mayúsculas condenatorias); una visión maniquea del mundo (rubias y morenas, miserables y ricos, feas y guapas) e innumerables referencias a reguetoneros y grupos musicales encumbrados por la miseria estética. Tiene todo lo necesario; es decir: una orgullosa ignorancia de la tradición literaria. Así que dónde poner Medea me cantó un corrido si no es en la estantería de los libros hechos a la medida de la denuncia de nuestro estado de cosas y el resentimiento social. O de qué sustrato vocinglero provienen estas palabras: “Morras quemando todo para que una desconocida tenga verdad y justicia”, si no es de la propaganda al servicio de una causa.Siete relatos hacen Medea me cantó un corrido. Son, sin distinción ni variantes, la misma cosa: el registro documental de las vidas tumbadas de pistoleros que no han cumplido veinte años, jovencitas embarazadas a las puertas del aborto, buenos para nada exigiendo su cerveza y su mezcal, balaceras a ritmo de banda, criados con placas de policía sirviendo al jefe de plaza en turno y muchas camionetas y calles empolvadas y filosofemas de cantina: “vi flores crecer en medio de la podredumbre”. Todo eso, y quizá con un sentido elaborado de la tensión narrativa, podemos encontrarlo en un serial para mayores de 18 años en alguna plataforma de streaming.La intervención de Medea en cada uno de los relatos no pasa de ser una gracejada ideológica. La hechicera, la extraña en tierra aquea, la madre tocada por la lengua envenenada de la hibris, una de las más complejas figuras trágicas de la Antigüedad, queda reducida a una marioneta salida de un cómic punk. Es la despechada, víctima de la traición de Jasón, “parte de un grupo de maleantes que buscaban, ante todo, poder, gloria, mujeres y tierras”; es, sin dobleces, la atracción de un palenque a la orilla de la carretera.AQ