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«Los padres usan el móvil más que los hijos. Todos somos menores en el uso de pantallas»

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Abc.es 
En un mundo cada vez más globalizado y conectado, la relación de los más jóvenes con las pantallas y el entorno digital se ha convertido en un tema central para familias, profesorado y para la sociedad en general. En este contexto, y en línea con su estrategia común de protección de la infancia, la Fundación Orange y Save the Children han llevado a cabo una exhaustiva investigación en colaboración con GAD3 para comprender las oportunidades, riesgos y desafíos a los que se enfrentan la infancia y la adolescencia en esta nueva era digital . El estudio 'Infancia y adolescencia en entornos digitales' se ha desarrollado en varias fases e incluye las perspectivas extraídas de las conversaciones con 17 expertos y de más de 2.500 entrevistas a padres y madres, adolescentes, profesores y población general. «Con esta investigación buscamos, no solo detectar las vulnerabilidades, sino también empoderar a las familias y a la sociedad para gestionar los retos del mundo digital. Esta es una labor de todos, también de aquellas organizaciones que, como la Fundación Orange , estamos especialmente concienciados e implicados en una buena utilización de la tecnología por parte de todos, también de la infancia», ha destacado Luz Usamentiaga, patrona de la Fundación Orange y directora general de Regulación, Asuntos Públicos y Sostenibilidad de MasOrange. «Entendemos el entorno digital como un espacio de oportunidad, que aporta grandes ventajas a los niños, niñas y adolescentes, pero también como un desafío que implica riesgos. Es muy importante que conozcamos cómo es el lugar o entorno digital donde se desarrolla un tercio de la vida de nuestros hijos. Por ete motivo, analizar y entender cuáles son los mayores retos que implica nos ayuda a trabajar para garantizar que sus derechos están también protegidos en el universo digital», afirma Andrés Conde, director general de Save the Children . Desde nuestra perspectiva, prosigue Conde, «no es tanto por la envergadura de las situaciones que se produzcan, sino por la cantidad de niños que están afectados. Es algo transversal a cualquier credo o ideología política, afecta a todos los países. Por eso es importante seguir investigando de la mano de expertos como Gad 23, de la industria, de todas las partes implicadas...». Un aspecto muy importante a tener en cuenta es que la brecha digital, asegura el director general de Save the Children, «ya no tiene que ver con el acceso, ni con la familiaridad de uso, sino que se transforma en una brecha de comunicación entre las distintas generaciones. No se produce comunicación, sino una desconexión entre lo que nuestros hijos necesitan y la formación que los padres y educadores les estamos proporcionando. Los progenitores podemos hacerlo mucho mejor de lo que lo estamos haciendo». «Estamos muy preocupados de la situación de desprotección de la infancia pero lo primero que deberíamos hacer es mirarnos a nosotros mismos y observar si estamos teniendo el comportamiento que deberíamos tener. Tal y como se refleja en el estudio, los padres estamos siendo un ejemplo negativo a la hora de mostrar un comportamiento totalmente adictivo», ha aseverado Conde. Así lo revelan las conclusiones del estudio, corrobora el presidente de GAD3, Narciso Michavila,quien a la vez se congratula de que el tiempo de consumo de los dispositivos empieza a ser un objeto de revisión en los hogares. De hecho, recuerda este experto, según el estudio, el 93% de los adolescentes encuestados considera que debería cambiar alguno de sus hábitos actuales en el uso de las pantallas, a la vez que un 14% de adolescentes afirma también que sus progenitores usan el móvil o las plataformas digitales más que ellos, con una media de entre 4 y 5 horas al día. De hecho, algunos padres y madres admiten que en ocasiones son un mal ejemplo frente a sus hijos e hijas en cuanto a hábitos de uso de la tecnología. «Siempre culpabilizar a los menores de hacer un uso intensivo pero más de la mitad de los adolescentes piensa que sus progenitores hacen más uso que ellos mismos. Estamos viviendo una nueva era en lo digital, avanzamos como nunca en lo tecnológico pero los retos llegan igual a todas las generaciones. Todos somos menores en el uso de pantallas ». ha recordado Michavila. Es por ello que los expertos participantes en el informe inciden en la importancia de reflexionar sobre el propio comportamiento, ya que no se puede fomentar un uso consciente y saludable en la infancia y la adolescencia sin un ejemplo coherente por parte de sus familias. Así, la recomendación es adoptar límites y hábitos equilibrados, un consejo que no solo beneficia a los adultos respecto al uso que ellos mismos hacen, sino que también contribuye a educar a la infancia y la adolescencia desde lo cotidiano. En cuanto a qué dedican los más jóvenes su tiempo digital, chatear con sus amigos es su actividad principal, según el 90% de los encuestados. Asimismo, un porcentaje similar (más del 90%) realiza con su móvil al menos una actividad relacionada con el ocio o el entretenimiento, destacando especialmente ver vídeos o series y jugar online. Todo ello pone de relieve el papel que el entorno digital ha adquirido como espacio fundamental de socialización para los más jóvenes. Sin embargo, es importante tener en cuenta que su uso excesivo también desencadena ciertos efectos negativos, tanto físicos como emocionales (problemas de sueño, bajo rendimiento académico o sedentarismo, entre otros, según los Resulta clave definir quién tiene la responsabilidad de educar a los más jóvenes sobre el correcto uso de la tecnología. Los expertos consultados en el estudio, así como la sociedad en general, coinciden que esta tarea recae principalmente en los padres, frente a la opinión de los progenitores de menores de 18 años, que dan más protagonismo a las empresas tecnológicas, el gobierno o los profesores. Los adolescentes refuerzan esta conclusión destacando también a sus padres y madres como los principales responsables de su formación digital. No obstante, también mencionan el rol que ejercen otros agentes en su concienciación, incluyendo tanto al personal docente y los centros educativos como a figuras externas, con especial mención de la Policía Nacional. Cabe señalar, por otra parte, la diferencia entre sexos en este sentido, de forma que los chicos adolescentes destacan más la credibilidad de sus padres o madres, mientras que las chicas tienden a valorar más el papel de la policía o sus profesores. Según se desprende de la investigación, las madres de niños, niñas y adolescentes afirman mayoritariamente que supervisan y vigilan toda la actividad de sus hijos e hijas en Internet, además de acompañarlos en el uso que hacen de este medio. En cambio, los padres destacan en mayor medida su rol como resolutores de dudas relacionadas con Internet y por ser quienes hablan sobre los riesgos digitales, aunque sin llegar a controlar lo que hacen. Por su parte, los adolescentes (6 de cada 10) piensan mayoritariamente que sus progenitores tienen mucho o bastante conocimiento sobre su actividad en internet. En lo que se refiere concretamente al control parental , según los resultados del informe, el 61% de los progenitores se apoya en herramientas para supervisar las acciones de los más pequeños (este porcentaje baja a un 56% entre aquellos con hijos e hijas de 13 a 17 años). La realidad es, recuerda Michavila, «que no podemos caer en el error de prohibir hasta una edad determinada. Es fundamental que los chavales se puedan ir formando en el uso de las tecnologías de forma correcta. Además, los problemas se resuelven con el diálogo, sean los problemas que sean». Un 68% de los padres cree que su derecho a revisar los dispositivos es más relevante que el derecho a la intimidad de los menores. Frente a ellos, la mayoría de los adolescentes (65%) se queja de que estas herramientas de supervisión limitan su privacidad. El 60% sabe, además, cómo saltárselas. Ante un escenario tan complejo, los expertos concluyen que los padres y madres han de estar preparados para saber cómo afrontar desafíos tales como que sus hijos e hijas posean una mayor formación digital y sepan saltarse los controles (56%), la complejidad de las plataformas digitales (47%) y la ausencia de recursos y de formación (37%). Por otro lado, para los adolescentes, aparecer en las redes sociales de sus familiares -el llamado sharenting - puede ser percibido como algo positivo en algunas ocasiones, pero el 16% cree que sus progenitores comparten mucha o bastante información sobre ellos en redes sociales y, ante esta situación, uno de cada cuatro se siente incómodo o muy incómodo. El informe también destaca que el 54% de los padres y madres realiza esta práctica, y el 39% lo hace siendo consciente de los peligros que conlleva. Mención aparte, puntualiza Conde, a los «creadores de contenido de sus hijos, donde hay un objetivo de monetizar, es decir, hay un lucro detrás de compartir una foto de un menor, y los influencers menores de edad para unas redes para las cuales no tienen edad. Tendríamos que atender estas situaciones. La infancia requiere respuestas contundentes por parte de la industria de los reguladores, de los formadores y de los padres y lmadres, que son los que normalmente asumen más responsabilidad en este viaje digital». Estos datos se relacionan directamente con los derechos digitales en la infancia y la adolescencia y abren el debate sobre su sobreexposición online, también desde el núcleo familiar.