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Tripleta de nuevos restaurantes en Barcelona

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Meses atrás se han abierto tres puertas que no hacen más que aumentar la extraordinaria oferta culinaria que proporciona una gran ciudad de Barcelona. Pero entre todo el bosque de locales hay que estar atento a aquellos que, en verdad, conjugan excelencia gastronómica, ambiente acogedor y precio al alcance del bolsillo. Y es el caso de una tripleta de formidables restaurantes de barrio, podríamos decir, de lo más recomendables por lo que diremos a continuación.

En primer lugar, hablemos de Garum, que ha levantado la persiana en la calle Vilarós número 3, en el área de Putxet, al lado del mercado de Sant Gervasi —de larguísima tradición en Barcelona—, en un pasaje peatonal, tranquilo y aislado del ajetreo de la cercana calle Balmes. Abierto de 12.00 a 24.00 horas, de martes a sábado, y con el aliciente de disponer de una terraza amplia y confortable, Garum evoca las antiguas bodegas y bistrós de Francia, y nació pensando en vermuts, tapas, tablas y platillos.

Nos lo cuenta el propio responsable del lugar, Ricard Torres, al que le sobra experiencia en el sector, habida cuenta de que ha trabajado desde 1992 en grupos de restauración grandes, como Grupo Tragaluz y Grupo Isabella’s, como más pequeños. De hecho, su intención ha sido emprender algo más independiente y personal: «Esto de la bodega empezó como algo más sencillo. Conservas y vinos, cuatro tablas de embutidos… Somos todos muy apasionados de la gastronomía, lo llevamos dentro», afirma, y esta entrega se nota en cada uno de sus platos.

De Nebraska a Cataluña

Estos los disfrutan tanto una clientela del barrio que se ha hecho fiel a lo que ofrece, como extranjera, a buen seguro por los hoteles que están ubicados cerca, en un lugar apartado del centro pero de directo y rápido acceso a este. Torres ha partido de la tradición catalana y española sin pretensiones de inventar nada, sino hacer un producto muy elaborado, con algunas pinceladas propias, como su panini de pastrami de raza angus de Nebraska. En la cocina, está la garantía de tener a un excelso cocinero, Enrique Martínez, con 42 años en el oficio.

Torres nos destaca este panini, una maravilla, ciertamente, y también su atún con escabeche de setas, su steak tartar con solomillo o sus buñuelos de bacalao con romesco, únicos de tan cremosos que son. Una delicia, en definitiva, sentarse en Garum, que además tiene un diseño precioso, acogedor, moderno, con un surtido inmenso de vinos que da gusto contemplar en sus paredes. Prueben y regresen para comer ensaladilla rusa, croquetas de ficandó y pollo al curry, su tabla de salumería italiana, y para redondearlo, una crema catalana de las que hay pocas, muy pocas.

Torres, muy modestamente, decía que no inventa nada, pero es justo al revés: inventa en cada plato el cuidado renovado de dar al comensal la mejor comida de la tradición catalana, como las albóndigas con sepia o el bacalao con sanfaina. Y a un precio que es un regalo, con un menú de mediodía laborable por 16 euros tan sólo.

De Tokio al Ensanche

Desde la calle Vilarós bajemos por la larga calle Muntaner, lleguemos a la zona del Hospital Clínic, ya en el Ensanche barcelonés, y giremos un par de esquinas hasta llegar a otro pasaje, Batlló, número 4, para descubrir una propuesta fantástica, original, exquisita, elegante. Nos referimos a Somodó Bá, comandado por Toshi Suzuki. Este ha abierto un restaurante que ha tenido un éxito instantáneo, después de que cerrara otro establecimiento en que había trabajado muchos años, de carácter japonés-mediterráneo, en el barrio, también tan tradicional, de Gràcia.

Somodó Bá (esta última palabra significa «espacio») es un local diáfano, con una barra que puede acoger hasta ocho comensales que tendrán el placer de ver a este cocinero natural de Tokio y formado en Estados Unidos cocinar justo delante. Se dispone allí deiércoles, jueves y viernes, a las 14 horas, o bien martes, miércoles, jueves y viernes, a las 20:30 horas, más sábado a las 14 y 20:30 horas.

Todo en Somodó Bá resulta placentero. Qué cosa más bonita y rica hace Toshi de continuo, concentrado en cada pequeño gesto al moverse en unos pocos metros cuadrados. Cual prestidigitador, sin darse uno cuenta, elabora un platillo de aspecto fino y sabor inigualable. Miren si no cómo suenan algunas de sus elaboraciones: jurel confitado con berenjena, farcellet de jabalí y trompeta negra, tartaleta de erizos de mar y boniato, dorada ahumada, avellana y tomate, corvina al miso y col, o nube helada de limón.

Emprender este camino solitario le ha traído a Suzuki grandes satisfacciones, podría deducirse de su continua clientela, que acude día tras día, en ese ambiente discreto y tan sosegado, pese a que el pasaje Batlló es un lugar apenas visible entre dos calles populosas. Anteriormente, cuando trabajaba este cocinero con su socio, el veterano Shojiro Ochi, ya fallecido, en el Somodó de Gràcia, ya la oferta de platos con sabor asiático y producto local era preponderante. Ahora, el formato, en cuanto espacio, se empequeñece, y a la vez se hace inmenso, por su altísima calidad y grado de excelencia estética, gracias al sello personal del gran Suzuki en cada verdura, pescado o carne.

Del Mediterráneo al plato

Al contrario que este restaurante, el Lluritu 3 está ubicado en el ancho Passeig de Sant Joan 72. Otra media hora de paseo, en dirección a la céntrica Plaza Cataluña, y un poco más allá llegamos al que es el cuarto local del Lluritu Grup y, al mismo tiempo, el tercer Lluritu (los otros están en las calles Virtut 11 y Torrent de les Flors 71, a lo que hay que añadir el espacio gastronómico y cultural La Muriel Muriel, especializado en bocadillos, tapas y vermut, los tres en Gràcia). Así las cosas, Lluritu 3 nace en el barrio de la Dreta de L’Eixample y sigue la tónica de los anteriores locales: ser una marisquería de ambiente desenfadado y servicio absolutamente sobresaliente.

Los productos de mar son la marca de la casa, con diferentes arroces, cazuelas marineras y mariscos varios, tan representativos del grupo Lluritu, una empresa de restauración creada el 2017 por tres amigos de la infancia y socios: Gerard Belenes (economista), Pol Puigventós (hostelero) y Pau Roca (actor y director). ¿El nombre? Pues una especie de juego lingüístico a partir del nombre de un escamas rojizas y ojos saltones, pronunciado a la catalana de forma coloquial.

El local es blanco, luminoso, como si cada día fuera se estrenara y oliera a nuevo. Estar en él supone pasar un día en la playa, con la fragancia del Mediterráneo, ya estés en uno de sus dos pisos (con mesas altas en el piso de abajo) o en la terraza que tienen habilitada justo enfrente, en pleno paseo San Juan. Pero que no les entren unas desenfadas ganas de saborear un marisco de lujo por precios económicos en grado sumo si es lunes y martes, que cierran, sino resérvense para los miércoles y jueves de 13.00 a 00.00 horas, los viernes de 13.00 a 00.30 horas, los sábados de 12.30 a 00.30 horas y los domingos de 12.30 a 00.00 horas.

Los platos estrella de Lluritu 3 son… bueno, todos, la verdad. Cada vez que vayamos destacaríamos unos diferentes a los que nos encantaron ayer, sinceramente. En cualquier caso, atesoran unas elaboraciones clásicas para su excelso equipo de cocina como la ensalada de anguila ahumada, las sardinas marinadas o pescados a la plancha como el rodaballo, el rape o la parpatana, más las mollejas de ternera con cocochas, el calamar relleno o el carabinero con huevo frito y patatas. En suma, esta combinación de marisco y casquería en un ambiente «guay» es un enfoque innovador que puede dar lugar a experiencias de sabores intensos y sorprendentes. No en balde, Lluritu 3 quiere romper con la tradición más clásica de las marisquerías y ofrece un espacio relajado, al contrario de las marisquerías más refinadas y de altos precios.

Qué buenísima aquí la referida ensalada de tomate y anguila ahumada, por ejemplo; tal mezcla es una opción deliciosa y fresca, que juega con la acidez y dulzura del tomate y la intensidad ahumada de la anguila. El tomate, con su jugosidad y frescura, aporta ligereza al plato, mientras que la anguila, con su sabor profundo y su toque grasoso, ofrece una complejidad interesante que contrasta bien. Por su parte, la molleja de vaca con cocochas merece un comentario aparte. Y es que la casquería, y en particular la molleja, es un ingrediente que, si se maneja bien, puede ser sublime. La combinación con las cocochas, que tienen una textura gelatinosa y suave, ofrece una sinfonía de texturas, donde lo crujiente y lo tierno se equilibran perfectamente. Este tipo de platos «de altura», con ingredientes menos comunes, muestran audacia y aprecio por los sabores más ricos y complejos.

En cuanto al arroz de oreja con cigalas, huelga decir que estamos con uno de los ingredientes pilares de la cocina mediterránea; en Lluritu 3, este plato lleva la tradición a un nivel más experimental al incluir oreja junto a cigalas. Este contraste entre lo marino y lo terrestre promete una explosión de sabores, en la que la suavidad de la cigala se ve complementada por la textura más fibrosa y gelatinosa de la oreja. Con estos ejemplos queda claro que este restaurante ofrece un concepto fresco e intrigante, en el que se celebra tanto el mar como la tierra de una manera menos ortodoxa, con una carta que tiene un gran potencial, con la posibilidad de ofrecer algo único en Barcelona, donde la cocina de mar y montaña no siempre está representada con tanto carácter y frescura, con un punto de riesgo que es bienvenido.