Antonio Santana: «No me gusta guardar cosas malas, lo hablo y lo arreglo»
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A Antonio Santana le ponen los retos. Un día dejó su trabajo de oficina, hizo las maletas, emprendió viaje a México y se buscó la vida en lo que realmente le apasiona. De ahí a Miami y Los Ángeles, convertido en presentador de programas de televisión y haciendo espectáculo: «Tuve que cambiar de acento y aprender a hablar más despacio, porque nosotros hablamos muy deprisa. Al principio pierdes la confianza, hasta que te adaptas. Es curioso, pero hay bastantes diferencias entre cómo se trabaja allí y cómo lo hacemos aquí. En México son más amarillistas a la hora de tratar los temas». Cuando le llamaron para presentar 'Socialité', asumió que era un nuevo desafío: «Al estar tantos años fuera de España, se me escapan algunos personajes del mundo del corazón. No soy un experto, pero ya me ubico. Lo importante es que salgo de mi zona de confort, he superado mi miedo y estoy en un programa que es un referente, así que tengo una gran responsabilidad» Se define como «una buena persona, tengo mis defectos pero no me gusta estar enfadado ni con mi pareja ni con mis amigos. No me gusta guardar cosas malas, lo hablo y lo arreglo. Creo que tengo buen corazón». Tal vez sea demasiado bueno para un mundo tan cínico como el que nos ha tocado: «Ya me gustaría ser un poco más 'cabroncete', más firme, y no tan sensible, que no niego que es un rasgo de mi personalidad que me gusta porque me permite empatizar con los demás, pero me hace demasiado emocional. Me gustaría actuar más con la cabeza y menos con el corazón». Con esa personalidad, tenía todas las papeletas para ser un romántico empedernido: «Lo soy a pesar de los palos recibidos. Creo en el amor» Y también es un buen amigo: «Me gusta estar pendiente de la gente que quiero, me intereso, llamo, estoy para ellos». Más que nervioso, Antonio se descubre «impaciente, mucho, y eso a veces me roba la tranquilidad». Y un soñador nato: «Me gusta imaginar cosas y las disfruto mientras las pienso, incluso me emociono». Encuentra la paz en el mar: «Me gustan las ciudades con playa para escaparme y darme un baño. Pero si no hay mar, como ahora que estoy en Madrid, mi terapia es el deporte». Y si hay algo que no soporta son «las injusticias, no puedo con ellas, ya me pase a mí o a los demás». Acostumbrado a dar cambios radicales a su vida de un día para otro, reconoce que la rutina no es lo suyo: «Me aburre hacer siempre lo mismo. No me veo levantándome a la misma hora para ir al mismo trabajo y hacer lo de siempre. Lo único que respeto es el entrenamiento en el gimnasio, el resto es un poco improvisación. Eso sí, con los años buscas más estabilidad, que esta profesión es un poco loca y te desestabiliza. Antes, mi vida cabía en dos maletas. Ahora, con la madurez, quiero mis cositas aseguradas». Y si en el trabajo las cosas van bien, en el amor la suerte también le acompaña: «Mi nueva relación me hace muy feliz porque estoy con alguien que me apoya, me guía, me calma, me coge de la mano en los momentos duros y me acompaña en este proceso que vivo. Todo lo que ha hecho por mí espero poder hacérselo a ella cuando toque. Con la edad buscas relaciones sanas, que sumen. Ella no me aleja de mis sueños, al contrario, me empuja a cumplirlos». La cara es el reflejo del alma. Y nadie puede discutir que la cara de Antonio es la de angelito: «El travieso era mi hermano, que hacía las trastadas, yo era un niño muy bueno, muy sensible. Era obediente, estudiaba y ayudaba en casa a mis padres». Pero, ay, luego llegaron las hormonas a revolucionar la adolescencia: «Además coincidió con un cambio físico importante, llevaba unas gafas gruesas y tenía el pelo para arriba. Por si fuera poco, llevé parche durante un tiempo. No era un ligón porque no me sentía con seguridad con las chicas. Pero era gracioso, llamaba la atención con mi humor y eso me ayudaba a seducir. Todo mejoró cuando empecé a usar lentillas, me cambió la cara, la mirada». No tuvo un amigo de toda la vida, pero su vida social le permitió crear pandilla para jugar al tenis, ir de viaje o salir de fiesta. Entonces empezó el sueño de ser actor, pero sus padres querían que hiciera una carrera serie, así que estudió Informática. Su vida cambió el día que un compañero le enseñó un anuncio de la 'Guía del Ocio' para concursar en Mr. España : «Yo no tenía fotos, que era el primer requisito, y mi hermano me hizo unas muy cutres para salir del aprieto. Pero me llamaron para representar la provincia de Zamora, de donde es mi madre». Esa cara de angelito le abrió las puertas a su nueva vida.