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Carmen López-Portillo y la pasión por los libros

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“A José Luis lo conocíamos desde chicos, y poco a poco fuimos haciendo una amistad más entrañable. Rafael [Tovar y de Teresa] y yo fuimos varias veces a su casa y era un personaje fantástico”, dice Carmen López-Portillo, quien anoche recibió el Homenaje al Bibliófilo José Luis Martínez.La maestra cuenta que había libros por todos lados en casa del intelectual jalisciense, hasta en el comedor. “Los libreros eran perfectos porque estaban hechos a la medida de los libros. Él cuidaba incluso del libro como objeto porque el polvo no entraba por la manera en que estaba construido el librero”.Pocas personas que han recibido este reconocimiento conocieron personalmente a Martínez y, más aún, pudieron pedirle prestado un libro. “Era un personaje fantástico, generoso de sus ideas, y un día se me ocurrió pedirle prestado un libro que yo no había encontrado. Se me quedó viendo y me dijo: ‘Por supuesto que no. Si quieres venir a leer aquí a la casa, con mucho gusto’ ”. La maestra recuerda que el escritor le dijo que había tenido el mal sabor de prestar libros y que no se los devolvieran. Cuenta que, incluso, él tenía notas en el espacio dejado por el ausente en el que estaba anotada la fecha del préstamo y el nombre de quien se lo había pedido: “Son libros que ya no recuperé. Para tu mala fortuna, no te lo voy a prestar”, le dijo Martínez a la exrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana.Uno de los consejos que el escritor le dio fue cómo cuidar de ellos a partir del diseño de los libreros o estantes porque generalmente lo que se hace es construirlos como objetos arquitectónicos o de diseño, “y se ven muy lindos pero no es lo mejor”. “Él tenía un estante con los libros puestos al revés, por el canto. Y era también por el cuidado, por el tipo de libro y por el año de la edición. Consideraba que valía la pena invertirlos para que pudieran respirar”.Para pertenecer al clanLa maestra trascendió la buena amistad con José Luis Martínez a través de su hijo, que se llama igual que él. Cuando ella se enteró de que recibiría el homenaje lo llamó. “Le dije: ¿imaginas lo que es para mí recibir el premio que lleva el nombre de tu papá?’. De pronto tiene uno esa sensación de impostor y dices, José Luis Martínez o Guillermo Tovar o Enrique Fuentes, esos son bibliófilos de verdad”, comenta emocionada. “Yo disfruto los libros, la lectura, festejo ciertas ediciones, pero este homenaje es como recibir un regalo por un regalo que ya tuve. Es un placer, los disfruto enormemente, tengo una gran biblioteca, y mi obsesión ha sido más la lectura, el amor a la palabra, a las bibliotecas, el disfrute de la promoción a la lectura. En la universidad hemos hecho campaña, mi papá [el expresidente José López-Portillo] hizo el Día Nacional del Libro (1979), ligado justamente a sor Juana”.El vínculo familiar ha sido clave en la conformación de su propia biblioteca. “La de mi abuelo (el historiador y académico José López-Portillo y Weber) era lo más cercano a un templo. Entrábamos [ella y sus dos hermanos] como si fuera el espacio donde ya estabas a la altura de pertenecer y era todo un ritual”. La maestra dice que el gran sentido de pertenencia familiar sucedía en ese momento: “Claro, entrábamos desde niños, pero la biblioteca de mi abuelo estaba cerrada, los libreros cerrados con cristal biselado, era muy linda, pero el día que él te dejaba entrar sin preguntar, sin que nadie te acompañara, era porque ya pertenecías al clan de lectores y ya disfrutabas los libros”.En ese lugar había un estante con obras intocables y otras prohibidas para manos pequeñas, como Madame Bovary o Las mil y una noches. “La sugerencia de él era: son libros que puedes leer después. Mi abuelo se sentaba y nos contaba historias. Para nosotros, fue como transitar de la tradición oral a la tradición escrita, de cuando te cuentan cuentos, historias, por ejemplo, Ricardo corazón de león o las Cruzadas o Cortés y la Malinche o historia de México. Cuando entrabas ya pertenecías y ya podías escoger”.Ella penetró en esa vasta biblioteca entre los 12 y 13 años de edad “porque mi papá me regaló de cumpleaños David Copperfield en una edición de 1871 que él había leído, que su papá había leído. Lo tengo en el buró junto a mi cama. Ahí tengo varios libros, como Corazón diario de un niño, que mi papá ganó en tercero de primaria en un concurso de matemáticas. ÁSS