Disco rayado y sin estrategia
México, tenemos un problema. La presidenta Claudia Sheinbaum responde con lugares comunes ante la amenaza de Donald Trump de imponer aranceles de 25% mientras el fentanilo y la migración indocumentada de México y Canadá no se frenen, y va reaccionando en cámara lenta, cuya parsimonia se magnifica ante la velocidad como el primer ministro Justin Trudeau apura su paso para contener las bravatas del presidente electo. No se trata sólo de una métrica sobre la capacidad de reacción, sino la pachorra para actuar. Uno tomó la iniciativa y ella se sentó en la silla para hablar consigo misma y señalar a Trump y Trudeau de no ver su realidad. Pobre. Y pobres de nosotros.
Trump amenazó a México y Canadá hace ocho días, y el mismo lunes de su declaración, Trudeau le habló por teléfono. A esas mismas horas Sheinbaum escribía una carta –¿de dónde habrá sacado que la comunicación epistolar es mejor que una directa?–, que antes de enviar a Mar-a-Lago la leyó en la mañanera –al estilo de su mentor Andrés Manuel López Obrador de hablar a las audiencias locales, sin importar las consecuencias de la grosería diplomática–, donde le da un sermón sobre la política migratoria mexicana, los problemas de adicción en Estados Unidos, el daño que hacen las armas de su país en México y que aplicará la ley del talión en el caso de los aranceles.
¿Y hablaría ella con Trump por teléfono?, le preguntaron en su mañanera. Más adelante. Los diplomáticos de carrera en la Cancillería le consiguieron una llamada con Trump el miércoles por la noche. Mientras ella hablaba con el terminator de Florida, en Ottawa se hacían los arreglos para una cena en Mar-a-Lago entre Trump y futuros miembros de su gabinete, y Trudeau y su gabinete el sábado por la noche. ¿Y habrá cena con Trump?, inquirieron a la Presidenta. “No hemos fijado la fecha, pero vamos muy bien”, respondió. Bueno.
Trudeau salió muy contento de la cena y sugirió que había neutralizado las amenazas de Trump. El domingo anunció el reforzamiento de la frontera con Estados Unidos con drones, helicópteros y más personal, y el lunes inició una campaña de spots para advertir en varios idiomas que migrar a Canadá ya no será fácil. En México se decomisaron productos piratas –para que vean en Florida que se combate el dumping chino– en una plaza en la Ciudad de México. “Se acabó la fiesta” para las agencias aduanales, celebró Ebrard. Patético.
Trudeau, que ha dicho que no quiere que México quede fuera del acuerdo comercial norteamericano, como le están pidiendo los gobernadores de las 13 provincias y territorios canadienses, se mostró dispuesto ante Trump a bajar del autobús trilateral a México. No somos iguales, narró la embajadora canadiense en Washington que le dijo a Trump en la cena y lo convenció de ello. ¿Y qué tiene que decir Sheinbaum?
Otra acusación: Canadá tiene un problema de adicción al fentanilo –nadie le ha dicho, parece, que una ruta importante del fentanilo a Vancouver, la ciudad más afectada por el opiáceo, la maneja una red de traficantes cercana a Morena–. Y una declaración extraña: “A México se le respeta. Somos un país grandioso, con enormes riquezas, con nuestras problemáticas que estamos atendiendo y que estamos desarrollando un presente y un futuro muy promisorio”.
Eso está en duda. El domingo The New York Times publicó un reportaje de primera plana donde describen que el Cártel de Sinaloa está reclutando estudiantes de química para empezar a producir los precursores del fentanilo en México y dejar de importarlos de China. Y este lunes, The Globe and Mail, el principal diario canadiense, analizó la exportación de fentanilo de México y Canadá a Estados Unidos, y mostró que los decomisos en 2022 fueron 500 veces más lo que provenía de este país.
Otros sectores influyentes en el mundo tampoco coinciden con la cosmogonía que tiene Sheinbaum de México. El Financial Times, uno de los dos periódicos financieros internacionales más importantes, publicó ayer un análisis que se titula El riesgo de que México sea excluido de Norteamérica está creciendo, donde menciona que los mercados no han registrado las amenazas de Trump porque han optado por la visión optimista de que su nueva administración repetirá lo que hizo en su primer periodo, sin tomar en cuenta que las condiciones cambiaron radicalmente, como por ejemplo que no necesita contenerse porque no iría a la reelección.
El Financial Times sugiere hacerle caso a Trump y no pensar que está blofeando, una recomendación que podría tomar también Sheinbaum, que está actuando como si no fuera posible que concretara su amenaza desde el primer día en que despache en la Oficina Oval, como lo ha prometido.
Por sus declaraciones y sus escritos, la Presidenta parece estar convencida de que Trump blofea, que es una consecuencia de los diagnósticos y escenarios que le han presentado los secretarios de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, y de Economía, Marcelo Ebrard, que siguen haciendo política inexperta, en el caso del primero, y economía básica, en el caso del segundo, llevándola a pensar que la racionalidad es la motivación del terminator de Florida, y no las emociones que envuelve en acciones mediáticas espectaculares.
Sheinbaum debe saber que De La Fuente es inexperto y desconocido en el equipo de Trump, y que de Ebrard tienen tan mala impresión como negociador, que han ignorado en el equipo de transición sus intentos por agendar una cita con Howard Lutnick, a quien designó como el futuro secretario de Comercio y quien llegará la negociación comercial. Ambos la han llevado hasta a ser una pendenciera ante Trump sin tener la fuerza porque la estrategia sugerida de pelearse simétricamente es un callejón sin salida.
Trudeau optó por el método de ceder ante Trump en lo menos para obtener lo más, que no haya aranceles contra Canadá. Sheinbaum ni cede estratégicamente, ni hace nada que se vea eficaz. Así no, porque está caminando hacia un abismo a donde llevará a todo el país.