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Helmut Duckadam, el hombre al que Mendoza no regaló un Mercedes

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Helmut Duckadam jugó durante cuatro años en el Steaua de Bucarest, pero su carrera se resume en una noche, la del 7 de mayo de 1986. Aquel día estaba programado para que el Barcelona ganara su primera Copa de Europa, pero no fue capaz de marcar un gol y en la tanda de penaltis, cuando Schuster ya había vuelto en taxi al hotel después de que Venables lo cambiara por Moratalla, se encontró con Duckadam.

Por el Steaua marcaron Lacatus y Balint y el portero rumano detuvo los cuatro que le lanzaron los jugadores azulgrana. Era la primera Copa de Europa que ganaba un equipo del Telón de Acero y también el principio del fin para Duckadam.

Ese mismo verano sufrió una flebitis en un brazo que lo incapacitó para el fútbol. Nunca volvió a jugar con el Steaua. El portero pasó a ser un héroe para los hinchas de su equipo, pero también para muchos madridistas. Alguno, después de gritar el «Oa, oa, oa, Butragueño a La Moncloa» desde la fuente de Cibeles por los cuatro goles a Dinamarca en Querétaro metió en las urnas una papeleta con su nombre escrito a boli en las elecciones generales de aquel año.

La leyenda cuenta que Ramón Mendoza, entonces presidente del Real Madrid, agradecido por haber evitado la primera Copa de Europa del Barcelona, le regaló un Mercedes. Y ese, dicen, fue el verdadero motivo de su lesión. Nicu, el hijo del dictador Ceaucescu, era el presidente del Steaua y le reclamó ese Mercedes mientras al portero le dejaba conducir un Dacia de segunda mano. Ante la negativa de Duckadam, varios miembros de la Securitate le rompieron los dedos de las dos manos, por lo que sólo pudo jugar al fútbol un par de años después y ya en un equipo de Segunda.

La historia puede colar en los tiempos de la oscura dictadura de Ceaucescu, pero es difícilmente creíble que Mendoza, que fumaba de prestado por no comprar tabaco, le regalara algo más que un abrazo cuando lo viera.

Duckadam pasó por serios problemas económicos y llegó a emigrar a Estados Unidos, aunque sólo duró un año. En los últimos años ejerció como presidente de honor del Steaua. Ha muerto a los 65 años en Bucarest después de sufrir varios problemas de salud.