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El amasijo filocatemista de gobiernos panistas

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Morena se autoafirma en un ejercicio permanente de comparación entre el hoy y el pasado. Los tiempos que corren están iluminados por la esperanza, porque el ayer entreguista y corrupto fue derrotado, así queden especímenes por ahí, incluso a cargo de gubernaturas.

Desde 2018, el Ejecutivo hizo costumbre el marginar a la oposición. En el discurso, la descalificación es cotidiana, y en la realidad, la discriminación se tradujo en reuniones en Palacio Nacional donde son frecuentes las visitas de los propios, mas no las de los ajenos.

La Presidenta, como su predecesor, fustiga opositores mientras mima a morenistas reales o de ocasión.

Un ejemplo de ello es Pedro Haces, presidente de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM). Este líder sindical es hoy uno de los más visibles apoyadores del gobierno. De éste, como antes de otros. Y a ese amor, con puestos le pagan.

Hace una semana, en el Teatro Metropolitan y en el marco de su juramento para un periodo más, de seis años, al frente de la CATEM, Haces hizo patente su adhesión oficialista.

“Me declaro un soldado del segundo piso de la cuarta transformación de México. Los trabajadores estamos a todo por el bienestar del país bajo la dirección de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo”, dijo el también diputado a la prensa.

Cualquier parecido con la CTM y el PRI, en aquellos “tiempos corruptos”, es mera coincidencia, como tantas otras alianzas morenistas que evocan una época que se creía superada.

Tampoco es tan raro que un gobierno que dice buscar un nuevo régimen, uno a favor de los pobres, uno donde se respeten derechos de los trabajadores, donde se les ha aumentado históricamente el salario mínimo, tenga coincidencias con una central sindical.

Pero, ¿es la CATEM un buen aliado de Morena en ese camino? Parte de la respuesta estuvo en los mítines de Sheinbaum, donde hubo contingentes de esa central, que con sus 7 millones de agremiados algunos ya ven como la sucesora de la CTM. El lobito moreno, pues.

Haces no rima con los discursos, cada día más insostenibles sin mover a la risa, de esta clase política que se presume ser austera. Austero austero, el sector salud, al que han dejado en los huesos. Los gobernantes de Morena, empero, no se ven nada franciscanos.

La fórmula de Morena de presumir austeridad hasta ahora ha funcionado en las elecciones. La oposición, por su parte, batalla mucho para retener algunas plazas, ciudades, distritos o estados, en parte por el desprestigio acumulado, en parte por su incongruencia.

Dicho de otra forma, integrar a sus filas a un diputado como Haces, que presume sus viajes en helicóptero o sus fastuosas fiestas en el Ajusco, no parece hacerle mayor ruido a Morena, a la presidenta Sheinbaum y a sus electores.

En ello, el PAN de antes encontraría, como en su momento histórico lo probó, la oportunidad para distinguirse, para marcar una identidad ciudadana, no corporativista, para ofrecer al electorado una política donde los líderes sindicales no gocen de dudosos acuerdos cupulares.

Ese PAN ganó dos veces Los Pinos, aunque luego, ya se sabe, cayera exactamente en lo que criticaba: en componendas con líderes sindicales no necesariamente a favor de las y los trabajadores.

Pero ese PAN ya no existe.

Porque el PAN actual también es catemista: el lunes pasado dos gobernadoras y un gobernador de Acción Nacional –Libia García, Teresa Jiménez y Mauricio Kuri, de Guanajuato, Aguascalientes y Querétaro, respectivamente– abrazaron efusivamente a Pedro Haces en su segunda reelección en la central sindical.

Es una traición al ideario panista. Y una sentencia de muerte política. Si al final hay que optar por algún aliado de Haces, quién sería mejor alternativa, Morena, que sí tiene –como el PRI del pasado– a líderes sindicales en el bolsillo, o a panistas que nomás andan de quedabién.

Al prestarse a amasijos así, lo único que resta es pedir a Libia, Teresa y Mauricio que luego no se quejen de que nadie le cree ya al PAN.