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El jonrón olvidado de Orlando Bravo

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Los santiagueros no olvidan aquel 20 de mayo de 2001, cuando en el estadio Guillermón Moncada, Antonio Pacheco le desapareció la esférica del parque al estelarísimo Pedro Luis Lazo, con las almohadillas congestionadas en el octavo capítulo, para proporcionar a las Avispas el quinto de sus ocho títulos en series nacionales y el tercero sucesivo, a partir de la contienda de 1998-1999.  

El choque iba nivelado a tres carreras y en el mencionado inning Orestes Kindelán entró en circulación por cañonazo al bosque izquierdo, luego el serpentinero pinareño dominó al peligroso Fausto Álvarez, pero les trabajó con tanto cuidado a Ariel Cutiño y Gabriel Pierre que terminó otorgándoles base por bolas, para llenar las almohadillas.

Venía a empuñar Eddy Cajigal, pero el difunto Higinio Vélez no lo pensó mucho y sacó a batear de emergente a Pacheco, quien había estado lesionado durante gran parte del campeonato y, en conteo de dos bolas y un strike, le cazó un envío ligeramente afuera a Pedro Luis Lazo para dispararle un espectacular bambinazo al lanzador más ganador en nuestra pelota, que puso el partido siete a tres, cuando a Pinar del Río le quedaba un chance a la ofensiva.

En su último episodio al bate los pinareños fabricaron dos, para quedarse cortos y sucumbir definitivamente, cinco a siete, ante los santiagueros, que se adjudicaron su tercera corona seguida.

Ese estacazo los montañeses no lo olvidan; sin embargo, pregunte usted por el jugador que con un batazo de vuelta completa le dio a los santiagueros su primer título en los campeonatos nacionales y seguramente muchos no lo recuerdan, porque, además, no fue un pelotero extraclase, ¿su nombre?: Orlando Bravo.

Ocurrió el martes 19 de febrero de 1980 en el estadio Latinoamericano. El juego entre Santiago de Cuba e Industriales estaba empatado a una carrera a la altura del noveno inning, situación en la cual, con las colchonetas vacías, vino a batear el jardinero Orlando Bravo, quien rechazó con furia un lanzamiento del capitalino Ramón Tablado que se fue del parque por el jardín derecho, para poner delante a su equipo con marcador de dos carreras a una.

De propinar el cero que faltaba se encargó el derecho de la Maya, Braudilio Vinent, quien se reafirmó como el máximo triunfador de la XIX Serie con 12 salidas exitosas ante un solo descalabro y, de paso, se convirtió junto a Orlando Bravo en uno de los dos grandes héroes de la conquista del primer cetro de las Avispas en nuestros campeonatos nacionales.

Los dirigidos por Manuel Miyar Barruecos —fallecido en 2022— se coronaron con balance de 35 ganados y 16 perdidos, mientras Villa Clara se hacía del subcampeonato con 34 y 17, en tanto, curiosamente, los dos elencos pinareños: Forestales y Vegueros concluyeron aquel certamen que se realizó por el sistema de todos contra todos, culminaron abrazados con 33 y 18.

Luego, la selección indómita repitió en la temporada de 1988-1989 y eslabonó una cadena de tres títulos sucesivos en las versiones de 1998-1999, 1999-2000 y 2000-2001, época en que llegaron a formar la poderosa Aplanadora santiaguera.

Posteriormente, obtuvieron los cetros de las campañas desarrolladas en 2004-2005, 2006-2007 y 2007-2008, pero en los últimos 16 años no han podido levantar el trofeo de campeones.

En cuanto a Bravo (no confundir con Eusebio Bravo), no tuvo una larga trayectoria en el béisbol cubano, pues participó en cinco campeonatos, en los que logró un average de 212 y solo bateó cinco bambinazos, pero el de aquel 19 de febrero valió para que Santiago de Cuba se coronara por primera vez en nuestro principal pasatiempo nacional.