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'Scream queer', cuando el orgullo gay confluye con el orgullo friki

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El escritor Javier Parra dimensiona la vertiente gay de decenas de películas de miedo y salpica el análisis con pasajes de expresión personal sobre las cosas del querer o las aplicaciones para ligar

'Vaiana 2', la serie de Disney+ que acabó convirtiéndose en película “por mandato del estudio”

 ¿Está La familia Addams 2: La tradición continúa llena de guiños al público LGTBIQ+? ¿Es el clásico del cine fantástico La mujer y el monstruo una expresión de otredades homosexuales o bisexuales? El escritor Javier Parra (La madre terrible) ha extendido su ejercicio de crítica y divulgación del cine de terror en clave queer, iniciado con el libro Scream queer, con la correspondiente secuela: Scream queer 2: La venganza (Dos Bigotes).

Parra revisa referentes más o menos compartidos y populares desde otras perspectivas, desde una cierta lógica de decodificación de mensajes insinuados, pero esta es solo una de las facetas múltiples de este díptico de ensayos. También se atiende a películas que nacieron con una cierta pátina explícita de sexualidad diversa, como Performance, el debut cinematográfico de Mick Jagger o el destape lésbico-terrorífico español Me siento extraña, protagonizado por Rocío Dúrcal y Barbara Rey.

Por el camino, se recuperan películas que están fuera del canon, incluso muy fuera del canon, como sucede con la filmografía de Frank Henenlotter (creador de la saga Basket case) o David DeCoteau (Creepozoides). Parra defiende esta inclusividad: “Una vez nos ponemos a rescatar películas que han tenido representación LGBTIQ+, ya sea positiva o negativa, me parece importante tener a todo el mundo en cuenta. A partir de ahí cada lector o lectora sabrá a qué obras se tendrá que acercar, y si va a hacerlo de forma más irónica o menos irónica. Lo pongo todo sobre la mesa. Y el tiempo acaba poniendo las películas en su sitio”.

¿Hay cultura friki para todos?

El díptico Scream queer encaja dentro de una cierta proliferación de documentales y ensayos que abordan el cine de terror y fantástico desde la reivindicación de diversidades de todo tipo. El filme Horror noire, por ejemplo, trata de las representaciones de la negritud en el cine de terror, y de la participación de artistas afroamericanos como los directores Ernest R. Dickerson (Bones) o Jordan Peele (Nop). El documental Scream, queen. My nightmare on Elm Street, partía de la experiencia del actor gay Mark Patton como protagonista de Pesadilla en Elm Street 2 para tratar de los encajes y desencajes establecidos entre el cine terrorífico y su público más queer.

Las vivencias de Patton, marcadas por las respuestas homófobas a su interpretación, evidencian estados pasados de realidades actuales. En los últimos años, una parte de la cultura friki, otrora asociada con una cierta rareza (de ahí su nombre, derivado del inglés freak), se ha atrincherado… contra las rarezas que no son las suyas. Como si hubiese una rareza correcta que tuviese que ser blanca, heterosexual y tener dinero en el bolsillo, listo para gastar.

¿Puede encajar el orgullo gay con el orgullo friki? A menudo se perciben reacciones defensivas (u ofensivas) de una parte del fandom, e incluso de una parte de la crítica especializada. Se reciben con una cierta hostilidad las propuestas que implícitamente o explícitamente expanden o cuestionan los sesgos de género, de etnia, de identidad e inclinación sexual, quizá no tanto los de clase, que han recorrido el cine fantástico y otras narrativas estrechamente asociadas con la cultura friki. Parra considera que “por desgracia siempre va a haber gente que no va a ver más allá de su propia burbuja”.

El copresentador del pódcast Estamos vivas quiere remarcar “que el propio cine de terror ya nace siendo queer, es algo que ya han tratado muchos ensayistas”. No hay que hacer grandes esfuerzos de memoria. Un realizador capital en el despliegue del cine fantástico sonoro, el James Whale de La novia de Frankenstein, era gay. Uno de los más influyentes autores de culto en los años ochenta del siglo pasado, el escritor y director Clive Barker (Hellraiser, Razas de noche), exploraba una imaginería sadomasoquista que se iría haciendo cada vez más explícitamente queer. De la misma manera, también ha habido miradas teñidas de pánico a la homosexualidad y de deshumanización del otro. Fandom reaccionario, desengáñese: nunca hubo un cine despolitizado, desprovisto de ideologías explícitas o implícitas, de pugnas entre normalidades y subversiones.

“Hoy en día hay gente que se echa la manos a la cabeza diciendo que nos quieren adoctrinar, pero a mi me parece supernecesario que se hagan lecturas de lo fantástico desde el entorno LGTBIQ+, y también en clave antirracista, y también visibilizando las obras hechas por mujeres”, afirma Parra. La enorme cantidad de cine fantástico y de terror que se produce en todo el mundo debería facilitar que hubiese películas para todos, pero Parra cree que “algunos nunca tienen suficiente. Cuando esta gente se queja, lo que subyace es el miedo a que les quiten su parcela marcada por el heteropatriarcado”.

Los ricos quieren comer jovencitos

Scream queer 2 está organizado en diversos capítulos más o menos temáticos donde comparecen diversos filmes que coinciden en retratar situaciones de ghosting, o en generar pasiones entre el público queer aunque no incorporen personajes o tramas relacionadas con este colectivo. Véase, por ejemplo, ¿Qué fue de Baby Jane?, con su batalla de divas del Hollywood clásico. El repaso incluye títulos de todas las épocas, y también acoge obras del sector pornográfico que incluye sexo real.

Parra también señala terrores fílmicos de los últimos años, no necesariamente oscuros ni difíciles, pero a veces poco conocidos. Abundan las producciones independientes que pueden resultar complicadas de rastrear fuera de los festivales especializados. Son obras como Something In The Dirt, del dueto (muy consolidado, pero no demasiado famoso) formado por Justin Benson y Aaron Moorhead. O Fresh y Gold Boy, dos películas sobre citas de Tinder que salen mal.

Retado a destacar alguna recuperación que le parece especialmente memorable entre las incluidas en su libro, el autor señala Society, la pesadilla fantástica de humor negro y efectos gore sobre unos ricos que devoran (literalmente) a los jóvenes que se les antoja. La protagoniza un joven Billy Warlock, que después asomaría por la serie televisiva Los vigilantes de la playa. “Se ha visto siempre en contra de los ricos, pero también tiene una lectura queer bastante interesante. En el momento que la vuelvas a ver, será imposible dejar de verla a través de ese prisma”, explica.

Parra también menciona la discutida comedia fantástica La muerte os sienta tan bien, a la cual dedica cálidas palabras en su ensayo, porque “tiene un transfondo mamarracho y marica que hay que reivindicar”. Y acaba su trío de recomendaciones improvisadas mencionando el remake de la clásica La matanza de Texas, estrenado en el año 2003, por ser “un canto a la bisexualidad bastante guay”.

Un paseo doblemente personal

La primera entrega de Scream queer tenía algo de historia alternativa del cine fantástico. Traslucía una cierta voluntad de generar un ensayo de referencia. El nuevo libro parece más un merodeo distendido. Su autor aborda obras que habían quedado pendientes, trata nuevos descubrimientos, con la libertad de un paseante que vaga por los rincones de una ciudad que ya conoce. Explica que su primer libro estaba marcado “por una manera de escribir todavía bastante académica”, aunque hiciese “confidencias personales en él”. “Esta vez quería escribir más suelto”, recalca.

La inclusión de comentarios personalísimos es otro tronco de este proyecto ensayístico. En Scream queer 2 hay momentos de expresión personal lúdica y distendida, por ejemplo, sobre los crushes cinematográficos del Parra adolescente hacia los malotes juveniles de la época de Scream, Sé lo que hicisteis el último verano o The Faculty. En otros momentos, en cambio, el autor habla de relaciones tóxicas y de experiencias sexuales traumáticas. Y las conecta con películas como la intensísima Posesión, de Andrzej Zulawski.

Parra reafirma que “lo más importante en ambos libros son las películas, recuperarlas o dar a conocer películas que el lector quizá no conozca”. “Que cuente cosas de mi vida es solo un extra”, dice. A la vez, es consciente de que esta vertiente del libro ha sido un elemento que puede haber influido en la buena recepción del primer libro: “Los editores me animaron a continuar abriéndome, aunque me costó, después de haber conectando con el lector en el primer Scream queer. Y he notado la respuesta positiva de personas que se han visto reflejadas por tener vivencias parecidas”. Con todo, destaca que esta escritura más testimonial se circunscribe a este proyecto ensayístico concreto que, quizá, tenga una tercera parte algún día.