Cadillac, a la F-1 por la gracia de Trump
La Fórmula Uno es un deporte que traspasa lo meramente deportivo. Tiene una enorme parte de negocio a nivel global que supera todo lo imaginable. Detrás está la poderosa industria de la automoción y en los últimos años, con un auge inesperado, los intereses económicos, políticos y sociales han elevado un poco más la tensión en todos aquellos implicados en el «circo» de la F-1, la palabra que usaba para denominar a su criatura Bernie Ecclestone, creador en los 70 de lo que es el concepto actual de la disciplina. Y, por cierto, no hay que olvidar que existe un rumor nunca confirmado, por supuesto, que implicó a Ecclestone en el asalto al tren de Glasgow (1963) y que con ese dinero (repartido entre varios a los que no detuvieron) pudo hacer sus primeros negocios para más tarde alcanzar la explotación de la Fórmula Uno en exclusiva.
El último episodio político que ha vivido la F-1 ha sido la polémica surgida entre los actuales promotores y el gigante automovilístico General Motors (GM), que confió en la saga de los Andretti (Mario y Michael) para gestionar su entrada en esta especialidad. Acceder como escudería a la Fórmula Uno resulta muy complejo. El «Pacto de la Concordia» que tienen los 10 equipos que hoy forman parte de la parrilla de salida intenta limitar esta clase de entradas para que el pastel no se reparta más todavía, pero esta semana se ha anunciado que Cadillac, marca que pertenece a GM, será el undécimo equipo a partir de 2026. Y ¿por qué esta decisión? Porque Donald Trump, próximo presidente de Estados Unidos, ha presionado a Liberty Media para que esto se convirtiera en realidad sin más dilación.
Entonces, ¿cómo se ha fraguado la llegada de Cadillac? Hace dos años, Mario Andretti, mítico piloto americano (campeón del mundo de F-1 en 1978 y de las 500 Millas de Indianápolis) presentó formalmente la solicitud para que su compañía, Andretti Global, optara a un equipo en la F-1. La FIA lo aceptó, pero desde Liberty Media, quizá presionada por el ala más influyente de la F-1, la que forman los alemanes de Mercedes con Toto Wolff y los austríacos de Red Bull con Helmut Markko, lo vetaron. Fue entonces cuando Andretti acudió nada menos que al Congreso de los Estados Unidos y al Departamento de Justicia, que abrió una investigación para saber por qué una empresa estadounidense como Liberty Media perjudicaba a otra compañía del mismo país a favor de intereses europeos. Las cosas se enconaron bastante y la pugna se centró en el CEO de Liberty, Greg Maffe, y el hijo de Andretti, Michael.
Con la irrupción de Trump en la presidencia, el Congreso y el Senado de Estados Unidos, la promotora de la F-1 ha debido pensar que es mucho mejor estar a bien con el mandatario, conocido por sus políticas «proteccionistas», en este caso, para que una leyenda como Cadillac pueda ser reflotada. De hecho, Trump usa coches blindados de la marca y Andretti es un confeso votante republicano. Todo cuadra. Cadillac entrará con equipo propio en la F-1 en 2026 y, de momento, llevará motores Ferrari, que es otra compañía con altísimos intereses en Estados Unidos. En 2028 ya tendrán sus propias unidades de potencia.