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Ноябрь
2024

Los reyes de la Antigua Roma que Cataluña ha convertido en símbolos de su independentismo

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Abc.es 
«Indíbil y Mandonio han sido manipuladas en diversas épocas. Hoy, un famoso bronce representa en Lérida a ambos líderes como símbolo romántico de resistencia», asegura David Hernández de la Fuente en su reciente ensayo, 'Pequeña historia mítica de España' (Alianza, 2024). Y añade: «Las figuras de estos caudillos prerromanos siempre fueron utilizados como símbolo de cierto irredentismo referente a esta zona geográfica: ora como metonimia de resistencia de España entera frente a las potencias extranjeras, ora como esencia de Aragón y Cataluña frente a otros enemigos». Para entender la historia que vamos a contarles tenemos que retroceder hasta la época en que las legiones de Roma pisaron por primera vez la Península Ibérica, en torno al 218 a. C. Un tiempo de la Hispania romana que está marcado por los continuos enfrentamientos que se produjeron por el dominio de aquel vasto territorio en diferentes frentes. Aunque no lo parezca, la tarea no fue ni mucho menos fácil para la todopoderosa potencia, cuya primera ofensiva estuvo liderada por Publio Cornelio Escipión y su hermano Cneo, durante la Segunda Guerra Púnica contra Cartago. Los romanos tuvieron que vérselas primero con los Bárquidas y con una numerosa resistencia indígena. En lo que respecta a los pueblos íberos y celtas de la costa del Levante hispano, la región que actualmente ocupan Cataluña y la Comunidad Valenciana, se debatían en un peligroso equilibrio entre Roma y Cartago con el único objetivo de mantener su independencia intacta, como había ocurrido hasta ese momento. Aquí es donde entran en juego el caudillo de los ilergetes, Indíbil, y el de los ausetanos, Manonio. Dos figuras que los nacionalistas e independentistas catalanes han usado desde el siglo XIX como ejemplo de la resistencia frente al dominio Castellano. En este sentido, Hernández de la Fuente, escritor y profesor universitario especializado en la antigüedad clásica, defiende que así quedó reflejado desde las crónicas de Ambrosio de Morales, publicadas en 1574, hasta la 'Historia de Cataluña' de Víctor Balaguer, escritas entre 1860 y 1863. Este último periodista y político barcelonés consideraba a Indíbil y Macedonio ya en la segunda mitad del siglo XIX dos de los principales símbolos de los catalanes en su lucha por la independencia. «Las figuras de estos caudillos prerromanos han sido manipuladas en diversas épocas. Hoy, un famoso bronce representa en Lérida a ambos líderes como símbolo romántico de resistencia», añade Hernández de la Fuente en su obra. Hace cuatro años, de hecho, la editorial Edicions 62 publicó un ensayo escrito por diferentes autores y dirigido por Borja de Riquer, 'Vidas catalanas que han hecho historia' , en el que pusieron rostro a 2.000 años de historia de la región mediante 120 figuras. Desde Jaime I de Aragón a Rafael Casanova, pasando por el músico Pau Casals, el pintor Joan Miró, la cantante lírica Montserrat Caballé, los futbolistas Samitier o Kubala, la agente literaria Carmen Balcells y, entre ellos, también Indíbil y Macedonio. En febrero de 2019, una manifestación de 5.400 personas contra el juicio del referéndum ilegal de independencia finalizó frente a estas figuras de bronce. ¿Cuáles fueron los hechos que convirtieron a estos dos caudillos del siglo III a. C. en referentes del independentismo catalán? Todo comenzó cuando los cartagineses, que habían recibido el apoyo de un buen número de pueblos de la zona del valle del Ebro en su guerra contra Roma, exigieron a los ilergetes y a los ausetanos la entrega de rehenes para garantizar su fidelidad. En concreto, a algunas de las mujeres de la familia de Indíbil y Mandonio, incluyendo sus propias esposas. Sin embargo, todo cambió cuando los romanos de Escipión el Africano se apoderaron de Cartago Nova y atrajeron el apoyo de estos dos caudillos a su causa Escipión había llegado a Hispania en el 210 a. C. Pasó después el invierno organizando su Ejército en Tarraco, que estaba formado por unos 28.000 infantes, 3.000 jinetes y 35 barcos. Sus enemigos en ese momento eran tres importantes generales cartagineses: Asdrúbal Barca, Magón Barca y Asdrúbal Giscón, cuya relación no era muy buena. Esa es la razón de que sus ejércitos estuvieran alejados entre sí. El primero en el centro de la Península, el segundo cerca de Gibraltar y el tercero en la desembocadura del río Tajo. Es decir, todos ellos a más de 10 días de distancia de Cartagena. El Africano puso entonces la flota bajo mando de su amigo Cayo Lelio, quien avanzó hacia el sur y aplastó a los romanos en Cartago Nova. En ese juego de resistencia contra Roma o Cartago, estos dos caudillos, a los que a veces se ha presentado como hermano mayor y menor, se fueron arrimando al sol que más calienta para seguir manteniendo esa supuesta independencia. Indíbil pactó con Escipión a cambio de que los romanos respetaran las fronteras ilergetes y la devolución de todos los rehenes que Cartago tenía. A cambio, este debía quedar como rey vasallo, lo que no le gustó mucho. Por eso, en 208 a. C., cuando se percató de las dificultades para cumplir sus compromisos de vasallaje, volvió a sublevarse frente a Roma. De nuevo, a este último caudillo el tiro le volvió a salir por la culata, porque Escipión reunió un nuevo ejército formado por otros 40.000 romanos y más de 15.000 auxiliares hispanos, que le llevaron a aplastar a Asdrúbal Barca y a capturar a Indíbil en la batalla de Baecula, cerca de la actual Jaén. Asdrúbal intentó huir a Italia, pero fue también capturado y, en su caso, ejecutado. También aplastó a los restantes ejércitos de Cartago en Ilipa, en el término actual de Alcalá del Río (Sevilla). Puesto en libertad en el 207 a. C., Indíbil formó entonces una gran alianza con otros pueblos de la Península Ibérica para enfrentarse de nuevo a Roma. Esta vez, con el general cartaginés Magón Barca. No había tenido suficiente, aunque esta vez pensó que sí tendría una posibilidad, puesto que las fuerzas de ambos abarcaban la práctica totalidad del valle del Ebro hasta la desembocadura y el norte de la actual provincia de Castellón. Derrotado de nuevo por Escipión, el caudillo hispano se refugió en su territorio, ahora mucho más pequeño y con mucha menos influencia. Aunque Indíbil mandó después a Mandonio para que firmase la paz con Escipión, todavía tuvo el valor de formar otra gran alianza contra Roma, cuando esta ya dominaba casi toda la Península. Fue la última gran sublevación, con la mayoría de los pueblos que ocupaban el noreste de la península, a los que añadió el apoyo de 4.000 jinetes y 30.000 infantes. Aquello solo le valió sumar otra humillante derrota en el 205 a. C. En realidad, el final de ambos fue bastante trágico, porque el primero murió en combate y, aunque el segundo escapó con las pocas tropas que sobrevivieron, fue traicionado por sus propios hombres, capturado, ejecutado y hasta crucificado. El tránsito a convertirse en símbolos de la independencia catalana fue largo, de siglos, y David Hernández de la Fuente lo explica así en su obra: «Ambos caudillos han sido recordados en lo sucesivo como símbolos de la resistencia de los íberos y celtíberos de la posterior Tarraconense. Hay pocos datos históricos en fuentes grecolatinas, como Tito Livio y Polibio, que nos hablan de los complicados juegos de alianzas de la Segunda Guerra Púnica. La leyenda se acrece en el medievo, como un episodio que enlaza con el del caudillo lusitano Viriato, la ciudad de Numancia y la resistencia legendaria de cántabros, astures y vascones en la cornisa cantábrica. Es, en suma, otro mito perdurable de la resistencia hispana. Su intercambiabilidad es muy curiosa e interesa estudiar la historia de su recepción en el contexto político e ideológico de cada momento histórico». Y continúa: «En efecto, el mito de Indíbil y Mandonio resucita primero durante el Renacimiento españo, como ejemplo de la imbatible combatividad ibérica. Luego repunta durante la Guerra de Independencia, para animar a la enconada resistencia en Aragón y Cataluña contra las tropas de Napoleón . Al fin, se recupera de nuevo al hilo de las guerras carlistas, como epítome de la resistencia de esta zona hasta la 'Renaixença' y el alba del nacionalismo catalán».