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Andrés Cassinello: hacer lo que hay que hacer

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La biografía del teniente general Andrés Cassinello, fallecido en Madrid el pasado día 20 a los 97 años, responde plenamente al título de este obituario que, a su vez, encierra el reto de buscar comprender hasta lo aparentemente incomprensible. «Nunca supe quién mato a mi padre, asesinado por los republicanos en la Guerra Civil», escribió en su libro «La huella que deja el tiempo al pasar» (Memorias de tiempos difíciles). Cabría añadir: ¡y tanto! Primer paso en un itinerario de arduo recorrido. ¡Cuántas veces preguntaría el hijo de don José Cassinello, a su madre, doña Adela Pérez, ¿quién mató a papá? Y otras tantas, al menos, repetiría: ¿por qué? Más de 80 años después recordaba: «Me siguen doliendo todavía las lágrimas de mi madre, pero no me enseñó a odiar». Aprendió que la historia de la barbarie tenía dos caras y, que el padre de su compañero de banco escolar fue fusilado en el verano de 1939, en este caso por los nacionales. Pero la amistad de ambos se mantuvo toda la vida «por encima del veneno cainita».

Al correr del tiempo, la inmensa mayoría de los españoles acabaron aprendiendo esa terrible enseñanza. Así pudo llegarse a la Transición, y con ella, a la paz de todos. Algunos últimamente se han empeñado no en recuperar la memoria, sino en manipular la historia y volver a predicar «el frentismo», la exclusión «de los otros», «los aberrantes cordones sanitarios», y han preferido ser nietos de la guerra, antes que hijos de la paz. No fueron años fáciles los que llevaron del régimen autoritario de 1975 a la Monarquía constitucional. En ese itinerario Andrés Cassinello hubo de responder a un enorme desafío personal, teniendo en cuenta sus orígenes y el perfil ideológico del Ejército en el que se había formado. Refiriéndose a aquellos momentos, escribiría, en 1976: «Tengamos en cuenta que, en la vida de los hombres y las generaciones, hay un momento en que nos corresponde dar la medida de nuestra talla y éste es el nuestro».

Fue entonces un peón de extraordinaria valía en ese proceso. Desde su perspectiva «a pie de obra», supo apreciar mejor que muchos el protagonismo del pueblo español, en momentos de incertidumbre, de indefinición y de miedo a repetir nuestra sangrienta peripecia de guerras civiles. Y, especialmente, la generosidad de todos en un esfuerzo colectivo, por llegar al entendimiento «de los otros», pues sólo así sería posible la paz. Durante varias décadas, el nombre de Andrés Cassinello aparece unido a los principales personajes, hechos y problemas de España, desde Franco a Felipe González, pasando por Carrero Blanco, Arias Navarro, Adolfo Suárez (amigo personal de Andrés) y Leopoldo Calvo Sotelo. También al de otros (Tarradellas, Onaindía, Ardanza y no pocos militares: San Martín, Saénz de Santamaría, Gutiérrez Mellado, Tejero). Siempre desde el plano de la más absoluta discreción.

No podemos extendernos, ni siquiera en mencionar los muchos acontecimientos en los que tomó parte destacada. Pero, al menos, citaremos cuatro. Fue el hombre que trajo a Tarradellas a España, desde el respeto y la confianza mutuas; tomó parte en la legalización del PCE, contribuyó a frenar el golpe del 23F y a luchar contra ETA. En este último apartado vivió los tiempos más difíciles y exigentes para quienes, ejerciendo el mando, tuvieron una enorme responsabilidad en aquella batalla protagonizada por la Guardia Civil. Al frente de unos héroes anónimos, los guardias civiles y sus familias, protagonistas de una lucha valiente, no solo contra los enemigos declarados, sino también frente a la cobardía moral de muchos. La dignidad de esos seres humanos, habitantes de cuarteles como Lequeitio, Vergara y tantos más alcanzaría cotas sublimes. Probablemente nunca seremos capaces de pagar nuestra deuda con ellos.

Andrés Cassinello fue un hombre de acción, pero también de sólida cultura. Su afición a la historia militar, con la Guerra de la Independencia como tema preferido, así lo demuestra. Sus libros sobre el marqués de la Romana o El Empecinado y su multitud de artículos y ponencias están a la altura de un gran historiador. Recuerdo con especial gratitud y emoción la dedicatoria personal que me hizo de uno de sus libros «con el cariño y el respeto de muchos años». Andrés Cassinello hubo de saber medir y contar, conocer el valor del tiempo y con él comprender que la vida es un camino con subidas y bajadas, revirado con múltiples curvas. Caminado siempre desde el sentido del deber, del amor a España y de la confianza en el futuro.

Quiero cerrar este obituario con una expresión que tantos y tantos seguramente compartimos, porque, en los momentos cruciales supiste dar la talla exigible, nada más y nada menos, que a un hombre, a un soldado español. ¡Gracias mi general!

Emilio de Diego. Real Academia de Doctores