De un puerto a un megapuerto: 175 años de vínculos entre China y Perú, por José Ragas
La delegación de ciudadanos chinos que llegó al Perú la semana pasada para la APEC no podía ser más distinta de la que arribó exactamente hace un siglo y medio. Aquella lo hizo en una embarcación regular, y su llegada a la costa peruana no pudo haber sido más difícil y problemática: se trataba de un grupo de trabajadores cuyo destino eran las haciendas. Se esperaba que permanecieran ahí por un par de años, en un momento en que la agricultura nacional comenzaba a sentir los efectos de la abolición de la esclavitud de origen africano y la necesidad de mano de obra barata y fácil de controlar.
Así, el primer contingente de setenta y cinco trabajadores chinos que llegó al Callao abrió el período moderno de relaciones entre China y Perú, marcado por la importación de operarios en condiciones de semi-esclavitud. Durante los siguientes veinticinco años, este tráfico humano se intensificó bajo el incentivo perverso del Gobierno peruano, que ofrecía ayuda económica a quienes importasen trabajadores chinos. Según estimaciones, cinco años después de la llegada del primer grupo de coolies (como se les conocía en ese entonces), su número alcanzaba aproximadamente cinco mil. Para 1874, cuando este tráfico cesó, cien mil trabajadores chinos vivían en el país.
La diáspora china es una de las más significativas en la historia migratoria del Perú, no solo por su número, sino también por su impacto en sectores clave como la gastronomía, la salud y la política. Este legado se ha vuelto parte de la vida cotidiana de los peruanos, al punto de ser indistinguible e incluso desconocido para muchos. Por razones obvias, la llegada de la comitiva del Gobierno chino, encabezada por el presidente Xi Jinping, marca un hito en la relación entre ambos países, una relación que en ciento setenta y cinco años ha estado teñida de racismo, xenofobia y tensión. Un ejemplo de esto es lo ocurrido con el chifa Asia, cuyo propietario fue acusado falsamente de vender carne de perro, reavivando viejos prejuicios.
En los últimos años, el impresionante crecimiento de China a nivel global ha motivado investigaciones que revisitan los vínculos históricos entre este país-continente y las Américas. Investigadores peruanos han recuperado documentos para ampliar el espectro de actores y dinámicas en estos casi dos siglos de presencia moderna china en el Perú. De los muchos aspectos estudiados recientemente, destacan cuatro: la comida china (chifa), los curanderos chinos, los chinos en la Guerra del Pacífico y la influencia del maoísmo en el Perú.
La comida china es uno de los primeros fenómenos gastronómicos globales. La migración coolie llevó consigo la capacidad de adaptar potajes e ingredientes locales manteniendo un perfil distintivo según la región. El chifa peruano es resultado de esta fusión, reflejada en la red de locales de comida china a nivel nacional y su apropiación por cocineros criollos, lo que dio lugar a experimentos culinarios en cocinas locales, recetarios, reels de TikTok y una variedad propia de la cuisine peruana reconocida internacionalmente.
En el ámbito de la salud, muchos migrantes chinos contribuyeron en momentos de crisis sanitarias, como las epidemias que asolaron al país. La comunidad china ofreció medicinas más accesibles y profesionales conocidos como “herbolarios”, quienes trataron a miles de pacientes. Sin embargo, enfrentaron acoso por parte de médicos profesionales y autoridades, pese al apoyo de sus pacientes.
En cuanto a la Guerra del Pacífico, un grupo de trabajadores chinos se unió al Ejército chileno como respuesta a la explotación de los hacendados peruanos, llegando incluso a jurar lealtad a las tropas del general Patricio Lynch, quien había participado en las guerras del opio en China.
Más problemática es la influencia del maoísmo en el Perú. Estudios recientes sobre la expansión global del maoísmo destacan no solo las visitas a China en los años sesenta, sino particularmente la experiencia de Abimael Guzmán, que influyó en la formación de Sendero Luminoso, una de las agrupaciones más violentas y criminales a nivel mundial.
Tiene sentido que, con la construcción del megapuerto de Chancay, se busque presentar una narrativa renovada sobre los vínculos entre Perú y China, enfocada más en el futuro que en el pasado y omitiendo aspectos incómodos como los mencionados en esta columna. Tanto al nuevo socio comercial como al Gobierno peruano les resulta difícil recordar el periodo de migración coolie y el maltrato infligido a esa comunidad, que hoy es parte fundamental de la relación económica y comercial más importante del país.
Después de todo, las narrativas diplomáticas de Estado se construyen a partir de memorias selectivas y olvidos estratégicos, más aún cuando vienen acompañadas de inversiones.