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Inspirado por Ikaruga y Prince of Persia: Así era este brillante metroidvania 2D con mecánicas de polaridad

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En 2011 los desarrolladores finlandeses de Housemarque, de la mano de Ubisoft, publicaron un notable plataformas 2D que recogía el testigo de otros grandes títulos para ofrecer una aventura genuina.

Housemarque, los finlandeses que han estado detrás del desarrollo en los últimos años de títulos como Returnal, New Machina o Alienation, puede que no sean la desarrolladora más conocida de la industria para el gran público, pero son la empresa de videojuegos más antigua de Finlandia en la actualidad y han estado sacando al mercado algunas experiencias de lo más recomendables desde finales del siglo pasado.

En 2011, los finlandeses, colaborando con Ubisoft, publicaron un indie en 2D que fue un claro ejemplo de su talento y se coronó como uno de los mejores plataformas estilo metroidvania de su tiempo. Pese a que hoy puede que muchos no lo recordéis, nunca está de más desempolvarlo para que nuevos jugadores descubran esta pequeña joya.



Un metroidvania con mecánicas de polaridad inspirado por los mejores de la vieja escuela


Lanzado originalmente para la tienda digital de Xbox 360 en abril de 2011, y más tarde ese mismo año para la tienda de PlayStation Network de PS3 -unos años después aterrizaría también en PC-, Outland es una preciosa aventura de plataformas 2D con un peculiar sistema de juego basado en la polaridad de dos elementos: luz y oscuridad.

En este título los jugadores tomamos el control de un hombre que ha comenzado a experimentar extraños sueños y visiones del pasado. Un chamán nos narra la gran batalla que tuvo lugar 30.000 años antes, entre un gran héroe y las dos Hermanas del Caos: la que controlaba la Luz del Sol y la que controlaba la Oscuridad de la Luna. Según este chamán, el protagonista es la reencarnación de ese antiguo héroe, y ahora debe poner freno a las Hermanas del Caos que han regresado nuevamente de su encarcelamiento.



La mecánica central de Outland se basa, por lo tanto, en este mundo cambiante entre luz y oscuridad. Recogiendo el testigo del clásico Ikaruga de Treasure, en el que debíamos cambiar la polaridad de nuestra nave entre blanca o negra para disparar a los enemigos, Outland nos pide en este caso ir alternando en todo momento entre la energía azul y la energía roja para abrirnos paso por el mundo y sortear tanto plataformas cambiantes como enemigos desafiantes.

Esta dinámica de juego se extiende en una aventura rápida, fluida, con geniales diseños de niveles que, por otro lado, toman una clara influencia de títulos como el clásico Prince of Persia de Jordan Mechner o los Metroid de la vieja escuela, incluyendo trampas, secretos, puzles, poderes y zonas nuevas que van aportando mayor dinamismo a nuestro progreso y que también incluyen algunos jefes finales muy vistosos. En general, todo lo que podríamos esperar de un metroidvania y que tanto gusta del género.


Se podría decir que el equipo detrás de Outland saqueó para bien lo mejor del género con este juego. Más que innovar, pulió y perfeccionó características diversas y las unió en una aventura que, aunque no resultaba memorable en cuanto a historia y argumento, sí destacaba por una jugabilidad entretenida, desafiante y muy adictiva de principio a fin.



Para redondear la experiencia, también cabe mencionar que Outland podía jugarse en su totalidad acompañado por otro jugador en modo cooperativo, un añadido que a menudo suele ser olvidado en esta clase de obras y que endulzaba su propuesta.

Por supuesto, el otro punto a favor del juego recaía en su impresionante acabado artístico, con una estética de colores suaves y diseños hermosos y una banda sonora maravillosamente compuesta en todo momento; dos apartados que no han envejecido en absoluto a pesar del paso del tiempo y que contribuyen a que siga siendo un placer volver a revisitar -o conocer por primera vez- este emblemático juego que creemos que merece mucho la pena si te gusta el género.