Nueve de cada diez personas trans ocultan su identidad de género en al menos un ámbito de su vida
El primer informe sobre la salud de las personas trans y no binarias en España revela que un 10 % se ha encontrado en el ámbito sanitario con profesionales que las consideran enfermas
La homofobia y la transfobia son la enfermedad
Este martes se ha presentado el primer informe sobre la salud de las personas trans y no binarias en España y los resultados son claros: la mayoría han ocultado quiénes son en alguna esfera de su vida por miedo.
La encuesta Transaludes, llevada a cabo por el Instituto de Salud Carlos III, muestra que cuatro de cada diez personas encuestadas manifestaron que sus profesionales de la salud no sabían cómo atender al colectivo, y una de cada diez indicó que el personal que las atendió le dijo que ser trans o no binaria es una enfermedad. “Los datos son devastadores y no los podemos recibir con indiferencia”, valora Paco González, subdirector del comisionado de salud mental del Ministerio de Sanidad.
Un 8 % de personas trans y no binarias no empieza un tratamiento de reemplazo hormonal por miedo al rechazo o a las barreras sanitarias. Por estos motivos, prefirieron acudir a la sanidad privada dos tercios de las personas encuestadas que se han hecho alguna cirugía de reafirmación de género, como puede ser una feminización facial, una faloplastia o una lipoescultura. Además, muchas personas trans o no binarias con vagina nunca han acudido a una consulta de ginecología.
Más allá del ámbito sanitario, Transaludes revela que nueve de cada diez personas participantes oculta su identidad de género en al menos un aspecto de su vida. Además, entre quienes no se han cambiado el nombre en el DNI, la mitad no lo ha hecho por miedo al rechazo de su entorno, por no saber cómo hacer el trámite o por no tener derecho. En lo que respecta al sexo registral, destaca que solo un 13 % de personas no binarias ha cambiado esa mención; una de cada dos que no lo han hecho dice que cambiaría su sexo si existiera una tercera casilla y otro 20 % asegura preferir abolir la mención relativa al sexo.
El estudio ha consistido en una encuesta online y anónima que han contestado 1.823 personas trans y no binarias de todo el país. El 35% de las personas participantes son hombres trans, el 23% mujeres trans y el 42% personas no binarias, con una edad media de alrededor de 26 años.
Salud mental y agresiones
El modelo de estrés de las minorías, formulado por primera vez en 2003, afirma que las personas que pertenecen a colectivos minorizados, como son quienes se identifican con alguna de las siglas LGTBIAQ+, tienen peores índices de salud mental debido a la discriminación que experimentan. Los resultados de Transaludes van en línea con esta teoría y muestran que la población encuestada sufre en mayor medida que la media problemas de salud mental, sobre todo en depresión –11 veces más común este diagnóstico en participantes del estudio que en población general— y ansiedad —16 veces más probable en personas trans y no binarias que en población general—.
“Los datos obtenidos sobre ideación e intentos autolíticos son especialmente preocupantes en población tan joven, y muestran que la capacitación del sistema para atender la salud mental del colectivo no sólo es necesaria, sino urgente”, señala María José Belza, la investigadora del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
El estudio señala que las diferentes dificultades que las personas trans y no binarias se encuentran en su transición aumentan su riesgo de ideación suicida. Las barreras médicas conllevan más peligro que las administrativas: los obstáculos para cambiar el nombre registral incrementan la ideación suicida en un 26 %, pero las barreras a la transición quirúrgica las aumentan en un 79 %.
Agresiones
El estudio señala como una de las principales causantes de los malos índices de salud mental a la violencia tránsfoba o discriminación por identidad de género que nueve de cada diez de las personas encuestadas han sufrido a lo largo de su vida. Casi la mitad de las personas participantes han sido agredidas físicamente en algún momento y, en ocho de cada diez de esos casos, las agresiones tuvieron repercusiones en la salud de las personas violentadas.
Además de las agresiones físicas, Transaludes destaca una elevada cifra de violencia sexual dentro y fuera de la pareja. Concretamente, una de cada cinco personas relata haber sufrido un intento o episodio de violación fuera de la pareja, número que se eleva a casi uno de cada cuatro al preguntar por este tipo de agresiones por parte de una pareja actual o pasada.
Alex Iglesias, antropólogo e integrante del equipo que ha preparado el informe, resalta que los datos recabados revelan una cifra de agresiones “muy superior” a la de personas que finalmente denuncian, y recalca la juventud de la muestra: “Cuando hablamos de violencia que han recibido a lo largo de su vida, estamos hablando de vidas de 26 años de media”. Todo esto “muestra la necesidad de desarrollar programas de prevención, detección y protección frente a la discriminación y violencia hacia las personas trans y no binarias en todos los ámbitos”, concluye el estudio.
Una investigación pionera y atacada
El equipo que ha preparado el informe realizado por el ISCIII con apoyo del Ministerio de Sanidad considera este documento “clave” para conocer por primera vez el estado de salud de las personas trans y no binarias por todo el país y que esta demográfica pueda “recibir servicios adecuados a sus necesidades”. Sin embargo, han encontrado obstáculos en la fase de captación del estudio: la investigación sufrió el ataque de las feministas transexcluyentes, que aportaron 1.400 respuestas fraudulentas en un periodo de 48 horas.
Además, en una opción de campo abierto en el cuestionario, algunas de las personas que aportaron información falsa aprovecharon para insultar la investigación o acusar de pederastia al colectivo LGTBIAQ+. Como respuesta al boicot, el equipo del estudio descartó todas las respuestas dadas una vez iniciada la avalancha de contestaciones fraudulentas y tuvo que pasar a la captación exclusivamente presencial. “Habríamos alcanzado el doble del tamaño de muestra si no nos hubieran boicoteado”, calcula María José Belza, investigadora pricipal del estudio.