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«El trabajo social ayuda a reconstruir una vida desde los cimientos»

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Todas las catástrofes, conflictos o emergencias tienen un apellido común: social. Y es que, más allá de las pérdidas materiales y de las heridas visibles, están las profundas secuelas que afectan la vida de las personas afectadas y de su entorno: redes de apoyo devastadas, estructuras familiares destruidas y planes de vida arruinados. Todo ello genera un rastro de vulnerabilidad y necesidad que exige una intervención personalizada, organizada y, no menos importante, sostenida en el tiempo. Y es que, pese a que el interés público, político y mediático se termina diluyendo, reconstruir una vida desde los cimientos es un proceso largo. Tanto en la reacción inmediata como en el largo plazo, este compromiso con la dignidad, el bienestar y la recuperación de quienes, de un día para otro, han visto su mundo desmoronarse, lo adquiere un actor clave: las trabajadoras sociales.

El Trabajo Social, en general, y la especialidad en Emergencias, en particular, se convierten en una pieza fundamental para sostener a las personas y ayudar a reconstruir comunidades rotas tras una tragedia. Su papel no solo es el de ayudar a los demás; también sostienen el tejido social y garantizan que nadie quede atrás.

La importancia de su actuación ha quedado plasmada en situaciones como incendios, erupciones volcánicas o accidentes aéreos y ferroviarios. Pero el valor de sus intervenciones queda patente una vez más gracias a las actuaciones que están llevando en la recuperación de las zonas desoladas por la reciente Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA).

“Las trabajadoras sociales son clave en la actuación en primera línea. Su labor es fundamental para asegurar el acceso a necesidades inmediatas como alojamiento temporal, alimentación y atención sanitaria. Pero también garantizamos el acompañamiento y apoyo psicosocial. Y a largo plazo, seguimos presentes. Nuestra intervención termina cuando el retorno a la normalidad es posible. Y me remito al ejemplo de La Palma. Aunque la tragedia que vivieron estos ciudadanos, prácticamente, han pasado al olvido, nosotros seguimos trabajando allí”, comenta Emiliana Vicente, presidenta del Consejo General de Trabajo Social (CGTS).

Según las previsiones, esta vuelta a la normalidad de las personas que habitan en las zonas afectadas por la DANA no correrá mejor suerte que la de sus vecinos de La Palma. De hecho, la propia presidenta del Consejo General reconoce que podría ser peor. “Como trabajadora social de intervención directa, he estado en muchas situaciones de emergencia. Pero esta es, sin lugar a dudas, la más dura y devastadora. Y fíjate que te estoy hablando de que entré en la zona nueve días después”, indica.

Capacitadas en Emergencias

El Consejo General de Trabajo Social (CGTS) ha activado más de 360 trabajadoras sociales de diferentes puntos de España para ofrecer acompañamiento y atención psicosocial a las personas damnificadas. Gestionar situaciones de emergencias es la principal función del Grupo Estatal de Intervención en Emergencias Sociales (GEIES), creado en el marco de la crisis sanitaria que se generó en 2020 debido a la Covid-19.

Maricruz Vergillos es una de las 56 trabajadoras sociales específicamente entrenadas, capacitadas y formadas para actuar en emergencias. Ella está trabajando desde primera línea en diferentes zonas desoladas por la DANA. Como especialista en Emergencias, su primera labor al llegar a la zona fue prestar apoyo y asistencia a las compañeras valencianas. “El primer gran desafío ha sido apoyar en este shock a las compañeras de la región y ofrecerles asesoramiento específico en la emergencia para que, aun ellas sabiendo lo que tenían que hacer, ordenar prioridades”, reconoce. El segundo desafío estaba sobre el terreno. “La realidad es compleja porque durante nuestras intervenciones no solo escuchamos historias de desesperanza; también somos testigos de la increíble capacidad de adaptación y resistencia de las personas”, subraya Maricruz.

En situaciones de emergencias, la actuación de las trabajadoras sociales pasa por diferentes fases. En primer lugar, se realiza una valoración exhaustiva de cada caso, priorizando las necesidades más urgentes y coordinando los recursos necesarios para cada persona. Este triaje permite al equipo establecer un plan de intervención personalizado y adaptado a las necesidades de cada persona, garantizando que todos reciban la ayuda que necesitan de manera eficiente y oportuna.

“Con el asesoramiento de trabajadoras sociales experimentadas en situaciones de emergencia y coordinados por los Centros de Servicios Sociales de cada municipio, peinamos las zonas que se nos asignan, bloque por bloque, puerta por puerta, para detectar a las personas que puedan estar en una situación de vulnerabilidad: que estén solas, que sean víctimas de violencia de género, que tengan discapacidad y se hayan quedado completamente aisladas en sus domicilios porque los ascensores están inutilizados, que tuvieran un auxiliar de ayuda a domicilio para cubrir sus necesidades y la respuesta haya desaparecido de golpe, etc.”, explica Emiliana. El siguiente paso es trabajar redes de apoyo. “Desde el circuito de los servicios sociales, gestionamos el modo en que dar respuesta a cada caso”, continúa.

La contención psicosocial

La contención psicosocial es el mayor desafío que están manejando las trabajadoras sociales en la atención a las personas afectadas. “La gente se encuentra en un escenario de derrumbe absoluto. A día de hoy, por ejemplo, hay desaparecidos que la gente sigue reclamando porque no quiere que su familiar “se quede enterrado bajo el lodo”. Esta situación implica un elemento de contención emocional, en primera instancia, que toca trabajar. Y, a partir de ahí, coordinar y movilizar recursos para que pueda haber una atención psicológica más localizada o específica si fuera necesario”, insiste la presidenta del CGTS.

De la misma opinión es Maricruz. “El proceso de recuperación pasa primero por lo más esencial, como limpiar las casas. De hecho, este puede considerarse un acto simbólico: una forma de volver a sentirse en control después de haber perdido todo. Pero, a continuación, se produce un choque de realidad. Comienzan a surgir preguntas que encierran una gran complejidad emocional: ¿Cómo retomo mi vida si lo he perdido todo?”, explica.

Este inmenso impacto emocional y social plantea una recuperación larga y compleja. Según la presidenta, el camino hacia la normalidad de las familias afectadas exigirá un acompañamiento social prolongado, así como una inversión constante en recursos para cubrir las necesidades básicas y atender las secuelas psicológicas. Y solicita a las autoridades medios para la ciudadanía. “Nosotros tenemos ya una red capilar para la intervención desde el trabajo social en los ayuntamientos, porque estamos en los 8.131 ayuntamientos que tiene este país. No tenemos que diseñar ningún dispositivo específico. Pero necesitamos dotaciones y apoyo a los Centros de Servicios Sociales de los municipios, es decir, reclamamos a la administración pública que contrate trabajadoras sociales de manera estable y dote a los centros de servicios sociales de las zonas afectadas de más personal durante el año 2025, como mínimo, para que realicen un trabajo de acompañamiento y de fortalecimiento a las personas frente a esta barbaridad. Así lo requiere la envergadura de este desastre”, reclama. Y añade: “Porque ya no estamos hablando de una cuestión de solidaridad. Aquí las administraciones públicas tienen que ponerse y emplearse a fondo”.

Y es que, el reto más inminente que se plantea ahora es conseguir brindarles a las personas afectadas por esta catástrofe la posibilidad de reconstruir sus vidas con dignidad y de volver a sentirse parte de una comunidad que las apoya.