Derrumbe
Desde el 3 de junio era claro que el poder político seguiría en manos de López Obrador. Con el control del Congreso y de 24 gobernadores, sería muy difícil para Sheinbaum enfrentarlo. Ella tiene el mando de un gobierno desmantelado y sin dinero, nada más.
Tímidamente, Sheinbaum intentó moderar las locuras del antecesor. Sugirió un parlamento abierto para discutir la reforma judicial, que el Congreso desestimó. Envió modificaciones a la reforma energética, que los diputados simplemente eliminaron. Ahora promovió a una nueva responsable de la CNDH, y el Senado impuso a la peor candidata, según sus propias evaluaciones. Aunque este último evento mostró ya grietas en la fracción hegemónica, le alcanzó a Adán Augusto para cumplirle a su jefe.
En un país que no tiene oposición política, la fuerza hegemónica podría consolidar su triunfo, institucionalizarlo y hacerlo permanente. En lugar de ello, el afán destructor, necesario para el caudillo, pero sólo para él, los encamina al enfrentamiento.
Hoy se entregará al Congreso el presupuesto que el gobierno propone para 2025. Será un año complicado, con una economía que perdió fuerza muy rápido y que muy probablemente está en contracción desde octubre. Ahora, con el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, los escenarios empeoran.
En ese presupuesto, se tiene que reducir la diferencia entre ingresos y gastos del sector público, porque el déficit que tendremos este año supera lo razonable. Se prometió, cuando se propuso ese gasto excesivo hace un año, que esa diferencia se reduciría a la mitad. Después fueron moderando sus promesas, y seguramente comprobaremos que no tienen cómo resolver el problema que ellos crearon.
Con el fin de ganar la elección del 2 de junio, en 2023 y 2024 el gobierno inyectó recursos a la economía que convencieran a los votantes de elegir la opción adecuada. Es ése el origen del déficit, pero ya ha tomado vida propia: no sólo no reducen las entregas de efectivo, las amplían. No sólo no racionalizan el ejercicio, al contrario: ahora quieren usar al Infonavit para comprar voluntades. Las obras magnas siguen perdiendo dinero: AIFA, Tren Maya, Mexicana, Dos Bocas.
Supongo que Hacienda planteará algunos esfuerzos creíbles junto con expectativas ilusorias: crecimiento económico, mejora en recaudación, austeridad. Ya habrá tiempo de analizar el presupuesto, pero conviene desde hoy tener claro que no será Hacienda quien lo defina. Sin importar sus propuestas, será el Congreso, guiado por su líder, quien decida cuánto y en qué vamos a gastar. Y si lo que Hacienda envíe hoy puede todavía dar alguna esperanza a calificadoras y fondos de inversión, es porque no atestiguaron la reelección de la Piedra.
El previsible derrumbe de la fuerza hegemónica puede ocurrir demasiado pronto, en el páramo político en que hoy estamos. Los viejos partidos, ahora de oposición, no atraen nada; las nuevas fuerzas apenas inician; no percibo liderazgos sociales o empresariales. En el lado oscuro, cada grupo busca consolidar su región, no hay visión nacional (por fortuna).
El gran crecimiento de Morena y aliados parece haber sido más un derrumbe del sistema político que una iniciativa novedosa. Una fuerza creada alrededor de una sola persona, sin ideología, estrategia, proyecto, ha quedado atrapada en la compra de votos y en la mentira perpetua. Sin dinero, sin resultados, amenazados desde fuera y enfrentados desde dentro, da la impresión que esa inmensa fortaleza que dicen tener es una más de sus ilusiones.
Un derrumbe rápido, sin embargo, en las condiciones políticas mencionadas, implica caos. Los prolegómenos ya los vemos por todas partes. El movimiento excluyente, indisciplinado e incompetente que hoy acumula todo el poder, no tiene idea de lo que ocurre. Su líder, carente desde siempre de visión estratégica, menos. No se ve bien.