Triana: cambiar la sociedad desde el alma
A veces, para sentir las raíces no hay nada como marcharse lejos de casa. Eso fue lo que le sucedió a Eduardo Rodríguez Rodway y a Jesús de la Rosa, sevillanos ambos, cuando se encontraron en el salón de casa del primero, en el barrio de la Prosperidad de Madrid. En aquella estancia, con una guitarra española y un cenicero, ambos formaron Triana –Juan José Palacios, «Tele», se sumó más tarde–, la formación que encontró un camino entre el flamenco y el rock, las canciones que pusieron electricidad a la bulería. «Lo que hicimos era lo que teníamos en las entrañas», dice Rodríguez Rodway cuando se cumplen 50 años de aquel momento, un aniversario que se ha celebrado con un musical en teatros con sus canciones, una biografía firmada por el guitarrista y Pablo Selma («A través del aire», Almuzara) y con la edición de «Eternos Triana», una reedición de 17 temas con nuevas mezclas: «Todo está hecho con el espíritu de mis compañeros. Lo hago por ellos y para ellos. Para que sea valorado no solo por la gente de mi generación, sino de los jóvenes de ahora», dice Eduardo.
Nostalgia de Sevilla
«Me tomo esto como una obligación moral, para contar la historia que se había escrito con bulos y también para evocar un tiempo muy difícil en el que abrimos camino cuando todo estaba prohibido, era gris y caduco: yo toda mi vida artística tuve que mandar las letras de las canciones al Ministerio de Interior para que fueran aprobadas por la censura», dice Rodríguez Rodway, que pasó tres meses en la cárcel de Carabanchel. «Bueno, me pillaron fumando porros y parecía que hubiese matado a alguien. Pero es que a mí me pararon miles de veces por la calle en Madrid solo por llevar el pelo largo. Era un tiempo nefasto. Éramos hijos del agobio y del dolor». El guitarrista llegó a Madrid y se unió a Los Payos, con quienes grabó el superéxito «María Isabel», allá por la prehistoria de los éxitos en España. Con aquella canción ganó bastante dinero y se mantenía en Madrid, adonde llegó Jesús de la Rosa para buscarse la vida en la música. «Yo le había conocido en Sevilla, porque grabamos un programa con Íñigo en la Plaza de España y se me acercó. Me tocó alguna canción y me dijo que tenía más. Yo le contesté: ‘‘tío, yo vivo en Madrid. Si quieres algo, que lo que haces está de puta madre ven a verme, que los Marinelli [del grupo Alameda] saben dónde vivo’’. Y así quedó la cosa», cuenta Eduardo. De la Rosa llegó a Madrid y empezó a trabajar con Los Bravos, pero no cuajó la cosa. «Eso no duró nada porque esta gente, peor para ellos, no les gustó que tuviera acento andaluz y no le dejaban cantar. Aunque en realidad ya no eran Los Bravos, creo que quedaba solo el guitarrista, como algo residual. Creo que estuvo una semana y se marchó. Y un día llamó a la puerta de mi casa». Allí ambos empezaron a hablar de Sevilla, a cambiar recuerdos, y Jesús de la Rosa enseñó un par de canciones que tenía. «El ‘‘notas’’ me cantó ‘‘Señor Troncoso’’ –recuerda Eduardo–. Fue como encontrar lo que estaba buscando, casi como algo del destino».
Rodríguez ayuda con sus ahorros a su compadre mientras trabajan en los temas. No tuvieron conversaciones sobre lo que querían hacer, simplemente se acordaban de su tierra y miraban para adentro. «Los grupos cantaban en inglés, porque los músicos copiaban los patrones extranjeros y el lenguaje. Yo tengo apellido inglés, pero entendía que había que defender los orígenes y la esencia. Pero si queríamos tirar de eso, es decir, del flamenco, era inconcebible hacerlo en inglés. En realidad, éramos emprendedores que no queríamos depender de lo que venía de fuera». Así fue como grabaron un single con dos caras: «Luminosa mañana» y «Bulería 5 x 8». Eduardo fue por varias discográficas y solo recibía negativas. «Lo llevé a CBS y a Hispavox y me dieron con la puerta en las narices. Fueron un poco estúpidos, pero a los Beatles también les pasó», ríe. Entonces, apareció un personaje crucial de aquellos años, Gonzalo García Pelayo, figura de la contracultura sevillana que también buscaba su camino en Madrid. «Era muy listo y enseguida se dio cuenta de que ahí había algo bueno». Publicaron el single y vendieron 19 copias, pero García Pelayo comenzó a trabajarse sus contactos y a «vender» la idea del rock andaluz. Triana salieron a la carretera sin descanso con Tele a la batería, alguien que entendía el compás flamenco, aunque las relaciones personales fueran algo tensas desde el comienzo. «Gonzalo abanderó un movimiento. Fue un visionario en eso y un portavoz que supo cómo llevar a los medios la idea y nuestro trabajo», dice Rodríguez Rodway.
Underground y popular
«Triana hizo una música diferente, alumbrada con luz propia, con la lengua propia, reivindicando también lo andaluz sin los tópicos del flojo, del cachondeo, del vago. Al público le costó un poco al principio, pero valoraron la música tan personal que hacíamos, creo que apreciaron que estaba hecha con el alma. Nosotros hicimos el camino de lo más ‘‘underground’’ a lo popular», señala el guitarrista. Llegaron a despachar cuatro millones de copias de sus discos, los seis que publicaron hasta que se produjo el trágico accidente de automóvil que le costó la vida a Jesús de la Rosa en 1983. Dieron lugar, junto a Camarón, Morente, Lole y Manuel y Paco de Lucía, entre otros, a un movimiento enriquecedor. «Creo que el flamenco cogió una enorme altura porque es una de las mejores músicas que existen, pero no estaba reconocido. Social, cultural y políticamente cambió su imagen». Cincuenta años después, Rodríguez Rodway mira atrás: «Pienso que hicimos un trabajo honrado y bien hecho. Hicimos una música guapa y cautivadora. Y, sobre todo, con alma». Pero formaban parte de algo mayor, de una generación de cambio. «España era un cuartel que necesitaba de poesía. Dimos un paso adelante. Llevamos a cabo una transformación política, social y musical». Y más importante: canciones inmortales. «Sigo escuchándolas y me emociono todavía».
[[QUOTE:BLOCK|||
Echar a Camarón de casa
La revolución del flamenco pasaba por Madrid. Allí también la llevó a cabo Camarón de la Isla. «Nos conocimos bastante, claro. Una vez estábamos en mi casa de juerga. Éramos unos cuantos que habíamos empezado a las ocho de la tarde y eran ya las seis de la mañana. Mi mujer, que estaba recién parida, se hartó de nosotros y salió de la habitación pegando gritos. Nos echó de casa. Y Camarón nos dijo: ‘‘Tiene razón tu mujer. Venga, ¡vámonos a desayunar!’’», ríe Rodríguez Rodway, que entabló relación también con Paco de Lucía, «el mejor guitarrista de la historia de la humanidad»
]]