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Ноябрь
2024

Las carreteras de València, una ratonera a los nueve días de la catástrofe

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Con el metro cerrado, sin tranvía –también se inundó el centro de mando– y carreteras cortadas, los tapones de coches llegan a 30 kilómetros de la ciudad, atascos de horas que deben esquivar los convoyes de emergencias. Se han reforzado autobuses, pero los habitantes de la zona cero, que han perdido el coche, solo pueden moverse caminando

Un día 'normal' en la zona cero: “Mandé a mis hijas con amigos, comemos fiambre en la cama, dormimos con un cuchillo bajo la almohada”

La V-30 y la V-31 son a València lo que la M-30 a Madrid. Justo tras ese anillo, el agua se lo llevó todo el martes 29 de octubre en l'Horta Sud, donde viven, y ahora sobreviven, unas 400.000 personas en una extensión de 300 kilómetros cuadrados, casi tres veces la ciudad de València. Desde ese día, los supervivientes se las han arreglado para salir y entrar de sus pueblos pisando fango o para ir a recoger agua y comida a otros municipios cuando hacía falta. Todo a pie o, los más afortunados, en bici. Los núcleos urbanos están a día de hoy impracticables y llenos de barro, con coches y enseres arrastrados por la riada. La única alternativa que han tenido ha sido caminar, durante horas a veces, para llegar a casa de padres, hermanas, amigos o a buscar suministros básicos. Desde el lunes, Paiporta tiene un servicio de lanzadera, ya desbordado. Este miércoles, la Conselleria de Infraestructuras ha anunciado otra lanzadera a Picanya y otros 16 nuevos recorridos.

Antes de la DANA, por l'Horta Sud circulaban 100.000 vehículos diarios, según fuentes de Infraestructuras. Ahora no hay prácticamente manera de moverse fuera de València o entre pueblos si no es en coche o en bici, en las que se pedalea durante horas en carreteras y autovías. El Cercanías está casi parado (solo están activas las líneas C6 a Castellón y C5 a Caudiel). El metro de València, que es urbano e interurbano, está cerrado. Fuentes de la Conselleria calculan que el tranvía abrirá en días, el metro de la zona norte, en semanas. El metro del área de la zona inundada “tardará meses”. El agua también afectó al centro de mando de MetroValència y han tenido que improvisarlo y repartirlo en dos locales.

Además de estar muy poblada, la zona cero está llena de polígonos industriales. Aunque allí no se puede trabajar porque está todo lleno de fango, los empleados llegan todos los días a hacer la limpieza de naves. A esto hay que sumar centenares de coches de ayuda, camiones del Ejército, furgonetas de suministros o maquinaria pesada que tiene que llegar a dar servicio a más de 60 municipios afectados por las riadas. Los camiones con destino u origen en la tercera ciudad de España solo pueden circular por las noches.

En València todo el mundo sabe que hay que evitar a toda costa la circunvalación, la V-30 y V-31–que se cortó dos días festivos para las tareas de rescate, pero que ya está abierta, con la “recomendación” de la Generalitat Valenciana de no coger el coche, algo que no ha surtido efecto–. Eso hace que miles de valencianos recurran a caminos antiguos o carreteras secundarias para salir de la ciudad hacia el área metropolitana o para moverse entre los pueblos.

El resultado, de nuevo, es el colapso, sobre todo por las mañanas, en carreteras en las que no se puede dar la vuelta y muchas veces no hay rastro de agentes de policía. Los expertos han detectado que el “tapón” en las carreteras llega a días hasta Sagunto, en el norte, y a 30 kilómetros de la capital, con conductores que hacen rodeos increíbles.

“El jueves pasado cogimos el coche en Burjassot para ir a Torrent y tardamos cinco horas” para un trayecto que se puede hacer en 30 minutos, cuenta Sari, que tiene que hacer ese viaje todos los días. “Acabamos cogiendo caminos y pudimos salir a Alaquàs. De ahí, ya a casa. Salí del trabajo a las cuatro de la tarde y llegué a casa a las nueve de la noche”.

“El sistema de transporte del área de Valencia ha sufrido un impacto muy grande. Se está trabajando en poner en marcha líneas de bus para facilitar la movilidad, pero sería preciso que tuvieran prioridad. Aun así, la capacidad que puede ofrecer el autobús es menor que el metro o el tren de cercanías”, explica Tomás Ruiz, ingeniero experto en planificación de transportes y catedrático de la Universitat Politècnica de València.

Cerca de los pueblos inundados es aún peor. Además de que han perdido puentes (como Torrent, dos de los cinco que tenía), hay carreteras cortadas –algunas secundarias, pero otras también importantes– en Chiva, la que enlazaba Picanya con Alicante, la A-7 entre Quart de Poblet y Torrent. Hay algunos agentes en rotondas o vías dando paso, pero no pueden hacer mucho más que hacer sonar las sirenas y salir en persona a gritar a los conductores para que los coches atascados dejen un pasillo central y puedan circular los convoyes de emergencias. Además, hay restricciones de paso en siete vías más, donde se supone que solo podrían pasar residentes (el 90% ha perdido sus vehículos) o las emergencias. La realidad es que pasan miles de vehículos al día. Los voluntarios y familiares que quieren llegar a alguno de los pueblos inundados aparcan sus vehículos a cientos de metros en arcenes y llegan caminando. Hay gente que ha decidido ir a ayudar a pie cruzando medianas y quitamiedos en autovías desde la capital.

La Conselleria de Infraestructuras ha puesto, una semana después de la catástrofe, refuerzos de autobús que cubren lo que antes eran trayectos en MetroValència. “Creamos 12 líneas”, informaron el martes, que “cubren diferentes tramos de las líneas de metro 1, 2, 3, 5 y 9”. Este miércoles, el departamento ha anunciado seis líneas más, entre ellas una lanzadera Valencia-Picanya.

Es un paso, pero la frecuencia y los recorridos no suplen ni de lejos lo que antes hacía el metro y no dan casi servicio a la zona inundada. También el martes han empezado a llegar los autobuses municipales de València a las pedanías afectadas (La Torre y Forn d'Alcedo), que estaban incomunicadas desde la riada. Allí, a distancia de un puente de la capital, tampoco les habían puesto antes servicios especiales o lanzaderas.

El catedrático Ruiz cree que habrá que poner soluciones también a largo plazo, por la destrucción casi total del parque móvil en la zona, y los efectos de la devastación: “A corto plazo el autobús puede ayudar, siempre y cuando se le dé prioridad. También es posible recurrir a las flotas de vehículos de empresas en otras áreas urbanas o conductores. A medio, incluso largo plazo, será necesario reforzar el transporte público en toda l'Horta Sud, porque el parque de vehículos se ha visto muy afectado y muchas personas no podrán comprar un coche, incluso teniendo en cuenta las ayudas públicas”, concluye.