Freedom for California: el “lejano Oeste” que apoyó a Harris teme la venganza de Trump
Una mancha azul de costa a costa con un enorme agujero rojo en el centro. Este sería, de un vistazo rápido, el mapa político de Estados Unidos después de la arrolladora victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de este martes 5 de noviembre.
Durante los próximos cuatro años, la costa este seguirá siendo del color del Partido Demócrata, como ha ocurrido siempre. También el lejano oeste, de norte a sur, desde Washington a California pasando por Oregón y con la excepción de la lejana Alaska, una “isla” pegada a un continente por la frontera de Canadá.
Y en medio de todo esto, una enorme superficie roja con cuatro excepciones que resisten al empuje republicano: Colorado, Nuevo México, Michigan e Illinois. A la “otra América” que apoyó las políticas de Kamala Harris en materia de inmigración, el aborto o los derechos de género le espera una larga travesía en el desierto de cuatro años.
El microcosmos de la ciudad de Los Ángeles, la segunda ciudad más poblada del país por detrás de Nueva York, es un buen ejemplo de ello. Casi la mitad de su población (el 47%) es de origen latino, y en el metro, en las calles y en los bares de algunos barrios el español arrincona al inglés.
A las puertas de un centro de votación, al volante de un Uber o en un banco a la sombra en el Gloria Molina Grand Park (el corazón de la comunidad mexicana en la ciudad), los ciudadanos de origen hispano confiesan sus temores a poco que se les pregunte. El miedo al ganador republicano es una realidad.
“No hay derecho a que Trump nos trate a todos como violadores y delincuentes”, se lamenta Margarita. “Solo Kamala puede arreglar el problema de la inmigración”, apunta su compatriota Antonio Sánchez. “Trump está loco. Puede ser capaz de cualquier cosa”, sentencia el salvadoreño José al volante de su Uber.
Y eso que las ideas de Trump sobre la inmigración, como si de un reverso tenebroso se tratara, han conseguido colarse en el ánimo de muchos inmigrantes que entienden que o bien el discurso racista no va con ellos, sino con aquellos que entran en el país a delinquir, o bien ponen en una balanza los valores de uno y otro candidato y se inclinan por un candidato que, al menos, es creyente (a su manera).
Aborto y políticas transgénero
La inmigración no es el único asunto que aleja a estados como el de California (para más inri, la “patria chica” de Harris, nacida en Oakland) de la América trumpista. La activa política en defensa del aborto de los demócratas y las osadas políticas en torno, por ejemplo, a los transgénero, marcan un abismo entre una y otra forma de ver la vida, que se refleja en los resultados de estas elecciones. En los tres estados de la costa oeste los republicanos se han quedado a más de 15 puntos de los demócratas. En el conjunto del país, Harris ha perdido por cuatro frente a su rival. Las dos Américas.
Obtener los 54 delegados de California es un triste consuelo para Harris, porque la victoria estaba descontada en un estado en el que la campaña se ha vivido con la tranquilidad que da saber que la batalla está ganada antes de librarla, pero que la guerra se decide en otros frentes ante los que nada se puede hacer.
La única contienda que parece haber ganado Trump en la ciudad de Los Ángeles es la de las camisetas y todo el universo del merchandising, una auténtica religión en este país. La imagen desafiante o incluso obscena del ya futuro presidente estaba presente en todos los puestos de souvenirs de las zonas turísticas, ya sea frente al teatro Dolby de los Oscar o en el paseo marítimo de Santa Mónica. Quizás ahora se revalorice aún más y llevar a un Trump que dedica una peineta para Harris y otra para su número dos, Tim Walz, se convierta en tendencia también en la California “kamalista”.
Puede ser un buen aviso para navegantes de lo que está por venir y que desde luego está en la mente de muchos de los votantes demócratas: que el nuevo inquilino de la Casa Blanca se tome una cumplida venganza de los estados que le han dado la espalda y les corte el grifo de las inversiones. “Biden ha hecho poco estos cuatro años por nosotros, pero Trump hará mucho menos como venganza, me temo”, augura Christopher, votante demócrata.
La blindada residencia privada de Kamala Harris situada en las afueras de la megaurbe, no muy lejos del lujoso Beverly Hills y protegida estos días más de lo habitual, seguirá siendo un búnker aislado de la realidad del país. Una isla dentro de Estados Unidos. Como California y sus 40 millones de habitantes, casi el equivalente a la población de España.
Para sus habitantes demócratas, independizarse del resto del país no es una opción, aunque más de uno lo sugiere medio en broma medio en serio. En la práctica, a partir de este martes, California y sus estados vecinos de la costa oeste forman parte de una realidad muy alejada al universo de Washington y la Casa Blanca.