Esta es la ruta de senderismo de Granada que tiene unas vistas sorprendentes de la Alhambra
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Granada tiene, por así decirlo, una ruta oficial del colesterol. El nombre lo recibe el camino hasta la Fuente de la Bicha y, si bien a diario es un sendero muy llevadero donde el paseante se va a encontrar a unos cuantos haciendo lo mismo y a otros pocos dándole al pedal, los fines de semana, si llega tarde, corre riesgo de verlo colapsado. Los sedentarios, esos días, los aprovechan para ponerse el chándal y darse una vuelta por allí, andando o en bici. Pero hay más rutas senderistas en Granada, naturalmente que sí. Y una de las más bonitas es la que parte desde la Plaza del Padre Manjón y, tras llegar a la Fuente del Avellano, cruza el río Darro, llega a Valparaíso y desde allí regresa a la ciudad atravesando el Sacromonte. Pero dicho así, es difícil que nadie se haga a la idea. El punto de partida es una plaza preciosa desde la que se contemplan unas imágenes incomparables de la colina que coronan la Alhambra y el Generalife . Es un sitio especialmente recomendable al atardecer, cuando la luz le da al monumento nazarí un color rojizo que recuerda a los transeúntes por qué se llama así. Alhambra procede de Al-Hamra, que significa La Roja. De la Plaza del Padre Manjón parte el que llaman Paseo de los Tristes , la ruta que hacían los deudos de los fallecidos hasta el cementerio de San José, más arriba de la Alhambra. Eso implica subir la Cuesta de los Chinos, pero antes de empezar esa ardua tarea el paseante verá que se abre una vereda a la izquierda. Por allí debe tirar. En sus primeros metros está asfaltada y a su derecha queda el Carmen de los Chapiteles, que entre otras cosas es uno de los lugares más demandados para la celebración de bodas. La ruta, en línea recta, continúa hasta la Fuente del Avellano. A su agua le cantaron Antonio Molina y Carlos Cano y fue un lugar que sirvió de inspiración a Federico García Lorca o Ángel Ganivet . De ahí que, hasta llegar a esa fuente, el camino esté jalonado de poemas tallados en piedras. Es una especie de paseo poético que permite pararse de vez en cuando para recrearse con su lectura. El estado de conservación es mejorable , pero aun así merece la pena. Pasada la fuente, el camino prosigue y el visitante se va a topar con algunas cuevas horadadas en la roca . Es la misma piedra de la colina de la Alhambra y es un material bastante consistente, lo que ha hecho que, desde hace muchísimos años, muchos las utilicen como vivienda. Allí ha sido tradicional encontrarse con campamentos hippies, habitados por personas en cuyas cuevas no tienen ni luz ni agua. Eso último lo obtienen del río Darro , que queda un poco más abajo. Respecto a cómo son esos habitantes, de vez en cuando surgen quejas ciudadanas, pero lo cierto es que hay de todo, y eso incluye a personas tranquilas que buscan un modo alternativo de vivir. Hay varios caminos para bajar al Darro y sólo los más avezados consiguen vadearlo sin mojarse los pies. De todas formas, es un mal menor porque el agua no llega por encima de los tobillos. Hay que cruzar el río si se quiere pasar al otro lado , porque de lo contrario la única alternativa es volver sobre los pasos ya dados, y a ningún aventurero le gusta eso. Ese otro lado es Valparaíso , el tramo final del barrio del Sacromonte , una estampa fantástica que el senderista, hasta ese momento, ha tenido enfrente. Pero poco ganará si se lamenta echándola de menos, porque en el recorrido que le devuelve al centro verá algo mucho más bonito: la Alhambra, en todo su esplendor, pero desde otra perspectiva, con la ciudad de telón de fondo pero cada vez más cerca, como invitando a entrar. Es una oferta irresistible, pero conviene parar y oler las rosas, como se suele decir. O lo que es lo mismo, buscar algún banco de los que hay diseminados en el Sacromonte, sentarse y recrearse con una vista mágica a cuya belleza ni siquiera los locales, los que llevan en Granada toda la vida, terminan de acostumbrarse.