El control del Capitolio, la otra batalla electoral del 5-N en EE UU
Hoy no solo está en juego la presidencia de EE UU, también se decide la nueva composición del Congreso: la totalidad de la Cámara de Representantes con mandatos de dos años sin límites de reelección y un tercio del Senado para una posición de seis años. Actualmente, la mayoría de los 435 asientos de la Cámara de Representantes (Cámara Baja) están bajo control republicano, ganaron 220 en las legislativas de 2022, y 213 en manos demócratas. La verdadera contienda en este organismo tendrá lugar en 22 campos de batalla cuyo ganador no está claro. En el caso del Senado (Cámara Alta), 47 de los 100 escaños están en manos demócratas con el respaldo de cuatro independientes, mientras que los republicanos tienen el control de 49 asientos. Sin embargo, en caso de empate, la última palabra la tiene la vicepresidenta, en este caso la demócrata Kamala Harris, por lo que aquí el compañero de fórmula del candidato que gane la presidencia va a tener un peso importante.
La formación de la Cámara Baja es crucial porque su control permite determinar la agenda legislativa del Congreso y actuar en temas urgentes relacionados con la economía, la salud o política exterior. Aquí nacen los proyectos de ley que más tarde deberán ser aprobados por dos tercios del Senado para convertirse en ley. El control republicano ha utilizado su mayoría para priorizar temas como una reducción del gasto público, la seguridad fronteriza o la revisión de políticas energéticas.
La representación de los Estados en la Cámara de Representantes viene determinada por el tamaño de su población, es decir, territorios más poblados como la históricamente demócrata California (52), Texas (36) y Florida (27) cuentan con más escaños, mientras que otros como Alaska, Delaware, Vermont y Wyoming solo tienen un asiento. Georgia, Pensilvania y Arizona están en el punto de mira estas elecciones por su historial de indecisión, en los últimos años ninguno se ha «casado» con el mismo partido. Por eso los candidatos presidenciales ayudan a sus gobernadores a hacerse con los asientos que les corresponden, porque para llevar sacar adelante cualquier medida en la Cámara Baja, se necesita el apoyo de la mayoría, es decir de 218 miembros.
Actualmente, hay tres vacantes en el 118º Congreso, asientos que han quedado libres por fallecimiento o renuncia. Uno de ellos pertenece a Virginia, cuya actual representante, Abigail Spanberger, deja el cargo porque se postula a gobernadora. Hay siete distritos demócratas que los republicanos confían que podrán ganar, y se encuentran en Ohio, Maine, Alaska, Washington, Colorado y dos en Pensilvania.
En el Senado hay más asientos en juego, 34 de los 100. Aquí cada territorio tiene una representación igualitaria de dos escaños, sin depender de la magnitud de su población. Al frente está el vicepresidente que tendrá que presidir las sesiones, además de emitir un voto decisivo en caso de empate. Hoy, habrá carreras muy reñidas en 8 estados, de los cuales siete están ocupados por los demócratas, pero no garantizados. Su control es igual de importante porque aquí se convierten en norma los proyectos de ley que llegan de la Cámara de Representantes. Los senadores se encargan de cuestiones de presupuesto, ratificación de tratados internacionales, reformas de ley, o de nombramiento de alto nivel como jueces de la Corte Suprema, entre otras cosas.
Este martes habrá que prestar especial atención a los estados indecisos cuyos representantes dejan una silla vacía en el Senado. Entre ellos están: Virginia Occidental, su senador independiente Joe Machin no se presenta a la reelección y al ser el estado de mayoría republicana es muy probable que los demócratas pierdan esta representación. Lo mismo ocurre en Ohio, y en Montana el demócrata Jon Tester se presenta a su cuarto mandato, pero parece que el republicano Tim Sheehy le está robando apoyo y podría cambiar la tendencia en este territorio. Así que en el Senado los demócratas tienen que proteger más asientos que los republicanos, y puede que los segundos se hagan con el control de esta Cámara.
Mientras, en la Cámara de Representantes la carrera está también apretada, pero tendrán lugar batallas decisivas en Nueva York, donde el bando republicano se llevó los asientos en algunos distritos por una ligera ventaja; en California, con 5 escaños en manos de los demócratas, pero muy disputados; y en Texas, en la misma situación. El panorama que se presenta no es baladí. Si Donald Trump consigue llegar a la Casa Blanca y su partido domina el Congreso, tendría vía libre para llevar a cabo todas las reformas que plantea, incluidas las menos populares como una deportación masiva de inmigrantes. Lo mismo ocurriría con Kamala Harris si gana, y si pierde vería frenado su deseo de aprobar protecciones sobre el aborto. En el caso que al ganador no le siga una victoria de su partido en el Congreso, la situación supondría un obstáculo que no favorece a nadie, porque probablemente quedarían bloqueadas muchas políticas.
Este 5 de noviembre también se toman otras decisiones de gran importancia. En 10 estados los votantes tendrán que decidir sobre 11 medidas electorales relacionadas con el aborto, y en otros, las papeletas ocupan varias hojas porque el electorado el día 5 elegirá además alcalde o concejales. Se deciden un total de 11 gobernadores, 167 cargos ejecutivos estatales y 371 para puestos de alcalde, además se decidirá sobre cuestiones como el salario (en Alaska y Missouri), en Arizona decidirán algunos cambios como si se permite a la policía estatal que detenga y deporte a ciudadanos de países extranjeros (algo que actualmente compete al gobierno federal), en Dakota del Norte y del Sur votarán por tercera vez si legalizan o no la marihuana con fines recreativos. En California deciden si aplicar cadena perpetua para los culpables de tráfico sexual de menores, y en al menos ocho estados este año llevarán a las urnas el debate sobre si los extranjeros pueden votar o no en este país.