Kamala Harris o Donald Trump: ¿A quién irá a parar el disputado voto latino?
El singular sistema electoral estadounidense, ajeno a la proporcionalidad, otorga al vencedor de un estado la totalidad de los votos electorales –winner takes all-. Esta particularidad supone, en unas elecciones tan disputadas como las de este 2024, conceder una importancia capital a grupos de electores normalmente prescindibles. Hay quien afirma que el nombre del próximo presidente/a de los Estados Unidos pueden decidirlo "los amish en Pensilvania, los musulmanes de Michigan, o incluso los emigrados norteamericanos en Canadá. Una nueva bolsa de votantes se une a esta relación, los 500.000 votantes portorriqueños que pueden ejercer su derecho al voto en Pensilvania, pues tras la desafortunada broma del cómico Tony Hinchcliffe definiendo a Puerto Rico como una “isla flotante de basura” durante el mitin de Trump en Nueva York, los insultados bien pudieran decantar su voto por la candidata demócrata. No es de extrañar que Donald Trump haya reaccionado de inmediato afirmando que el cómico nunca debiera haber acudido al acto o que nadie ama tanto a Puerto Rico como él. A fin de cuentas, en esta “caza del voto” el grupo más deseado es el de los hispanos tanto por su número como por su particular evolución sociológica.
Tradicionalmente la tipología de los votantes hispanos se asociaba a dos constantes: votan demócrata y su índice de participación es sensiblemente inferior a la media nacional. En 1996 los hispanos suponían el 6% de los votantes, en estas del 2024 suponen el 12% (36,2 millones) y se han convertido en el segundo grupo más numeroso de votantes logrando superar en casi 2 millones a los afroamericanos (34,5 millones). Fue George W. Bush en la campaña del 2000, quien comprendió la importancia del grupo al utilizar por primera vez el español durante su nominación como candidato: “Ningún niño sin escuela”, acertó a decir. Las elecciones del 2008 que auparon a Barack Obama a la presidencia marcaron un antes y un después en lo que al voto hispano se refiere al resultar concluyentes para su victoria. Tal fue así, que se estableció como una singular prueba del 9 que ningún candidato llegaría a la Casa Blanca si obtenía un porcentaje inferior al 40% del voto hispano. La elección como presidente de Donald Trump en el 2016 sin alcanzar el guarismo se entiende como la necesaria excepción a toda regla.
En las elecciones del próximo martes parece obvio que el voto hispano resultará determinantes. En este 2024, el grupo incorpora 4 millones de nuevos votantes más que en las del 2020, lo que supone el 50% del total de quienes podrán ejercer su derecho al voto por primera vez. Según las encuestas, en estas elecciones apoyarán mayoritariamente a la candidata demócrata, pero no en porcentajes tan definitivos como en comicios anterioes. En las presidenciales del 2012 la ventaja demócrata fue de 44 puntos, el colchón se ha ido reduciendo elección tras elección hasta los 19 puntos de diferencia que reflejan las estadísticas de este 2024 (Fuente: NYT, Siena College, & Roper College).
Generalizar considerando el voto hispano como algo homogéneo implica una simplificación equivocada y un reduccionismo ajeno a su auténtica realidad e intereses sociales. Si nos remontamos a la victoria de George W. Bush sobre Al Gore fue precisamente el voto hispano en Florida, con una amplia comunidad cubana, quien decidió la victoria del republicano. En cualquier caso, las estadísticas demuestran que la pérdida del -9 puntos del voto hispano por parte del Partido Demócrata en tan solo 4 años no se traduce en un incremento similar en el republicanismo cuya ganancia es de +5 puntos. La razón es que en el momento de registrarse como electores, no lo hacen de acuerdo al bipartidismo tradicional y optan por la tercera alternativa: “independientes”. En realidad, son los hispanos, con diferencia, el grupo con menor fidelidad a ninguno de los dos partidos y cuyo voto puede cambiar de elección en elección.
Esta cualidad les confiere un valor añadido como votantes, pues precisamente son estos votos los más anhelados por los candidatos; de forma muy especial en los estados de resultado incierto. La mencionada evolución en la tendencia del voto es debida tanto a la alteración de voto del votante en particular, como a la alteración producida por la referida incorporación de nuevos votantes que resulta fundamental. No vota lo mismo un hispano de primera generación que ha obtenido la categoría de elector, que quien es segunda o tercera generación hispano y estadounidense por nacimiento aunque sus padre o abuelos nacieran en cualquier nación iberoamericana.
Estos últimos se caracterizan por una marcada “aculturización” étnica en beneficio de la “americanización”; sus padres o abuelos, por el contrario, concedían una importancia sustancialmente mayor a sus orígenes. Tan solo el 4% de los hispanos no nacidos en los Estados Unidos se considera exclusivamente estadounidense; porcentaje que alcanza el 22% en la segunda generación y el 33% en la tercera (fuente: Pew Research Center, 2019). Resulta significativo, por ejemplo, que los jóvenes hispanos nacidos en Estados Unidos, no tienen la sensación de que Trump se esté refiriendo a gente como ellos cuando habla de deportaciones masivas de emigrantes, o de la inseguridad que estos mismos inmigrantes generan en las calles norteamericanas. Además son los referidos hispanos de segunda y tercera generación quienes más se identifican como “independientes”, duplicando en este apartado a los votantes más veteranos (un 36% en comparación con el 18% de los veteranos; fuente: Unidosus; BSP Research). El motivo tiene que ver con la desafección de los jóvenes votantes hispanos respecto a los políticos de ambas tendencias, a quienes consideran incapaces de resolver sus problemas.
La economía es la principal preocupación para el 49% de votantes, hasta el punto de casi duplicar al 28% para quienes su principal preocupación es la sanidad, y minimizando la reforma migratoria que interesa únicamente al 10%. Más allá de reflejar las verdaderas preocupaciones de los hispanos, estos porcentajes ponen de manifiesto que los intereses del grupo se asemejan al de un trabajador típicamente WASP (Blanco, AngloSajón, Protestante). Ambos candidatos presidenciales son conscientes de tal extremo y se alejan de proclamas étnicas para centrar sus discursos en lo que verdaderamente preocupa e interesa a estos votantes.
Kamala Harris, en la cadena en español Telemundo, prometía bajar a 25.000 dólares la entrada requerida para poder comprar una casa a quienes nunca han sido propietarios, o eliminar los requisitos de títulos universitarios para optar a un puesto en la administración federal para los casos en los que se demuestre experiencia contrastada; ambas medidas son, sin la menor duda, auténticos guiños electorales para los hispanos. Donald Trump, por su parte, toma como referente la inflación durante el mandato Biden asegurando que él volverá a estabilizar los precios, y armonizará los impuestos para incentivar la creación de nuevas compañías que crearán empleo, además de impermeabilizar la frontera, pues son los emigrantes irregulares quienes ponen en riesgo la seguridad en el empleo de hispanos y afroamericanos.
Un último dato a tener en cuenta es la distribución geográfica de este grupo poblacional. Hasta comienzos del actual milenio, se concentraban en áreas geográficas claramente definidas: los de origen mejicano en la costa oeste, los cubanos en Florida, los portorriqueños en Nueva Inglaterra, y dominicanos, salvadoreños… etc, no tan numerosos ni importantes, en esos mismos estados y en los industriales de los Grandes Lagos. La situación ha cambiado radicalmente y, si bien, las mencionadas áreas continúan acaparando el grueso del grupo poblacional, los porcentajes de población hispana se han incrementado exponencialmente en prácticamente todos los estados.
No resulta descabellado pensar, incluso asegurar, que serán los votos de los Rodríguez, los Morales, los Castillo, los Villaseñor, o los Hinojosa, en estados como Michigan, Georgia, o Pensilvania, quienes decidan si será un Trump o una Harris quienes les gobierne los próximos cuatro años.