Tres de los pueblos más bonitos de Segovia para una escapada de otoño
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Riaza está a 117 kilómetros de la Puerta del Sol (Madrid). Ayllón, a 20 km de Riaza. Y Maderuelo, a 17 de Ayllón. Es un triángulo (más bien una línea casi recta, en parte por la N-110) que puede visitarse en un solo día, o bien pernoctar y dedicar a la zona uno de estos puentes de otoño. Cerca de Riaza está el hayedo de La Pedrosa , y a menos de 40 km de Ayllón luce el hayedo de Tejera Negra (Guadalajara). Entre todos los nombres citados podría salir una excursión apetecible, mezcla de naturaleza y pueblos con encanto. Los historiadores dicen que la búsqueda de los orígenes de Riaza nos llevaría a los siglos XI-XII, tras la reconquista de Toledo por Alfonso VI y la posterior repoblación de muchas tierras castellanas. No obstante, el aspecto actual de la Plaza Mayor se remonta a 1873. Y en la fotografía de esa plaza hay que dedicarle un tiempo a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Manto , construida entre los siglos XV y XVI, con una torre de 33 metros, dos capillas de interés y una colección de arte sacro. Desde la plaza se ve otra referencia religiosa. Allá arriba, entre los pinos y hayedos, está la ermita de Hontanares . El paseo en otoño desde Riaza a la ermita reconforta el ánimo, con el suelo barnizado de ocres y el aire limpio y frío. Porque sí, el fresco de Riaza es una de las señas de identidad de este pueblo. Dicen sus vecinos que en verano no quitan la manta de la cama. Y, en invierno, el vaho arropa las conversaciones en la calle. De la ermita de Hontanares salen otras rutas de senderismo hacia el cercano mirador de Piedras Llanas o hasta Riofrío y Alquité. Y desde el pueblo, en dirección al Puerto de la Quesera (1.757 m) se llega al hayedo de La Pedrosa, una rareza en el sur de Europa, como el de Montejo (Madrid) o el de Tejera Negra (Guadalajara). La villa de Ayllón se encuentra en el extremo nordeste de la provincia de Segovia, asentada en las faldas de una rojiza colina y lindando con la provincia de Soria. Una vez se ha cruzado el arco medieval que da acceso al pueblo es momento de acercarse a su plaza Mayor, con su pintoresca personalidad y sus soportales, con recios pilares de madera. Allí está la iglesia de San Miguel , un templo románico tardío del siglo XII y modificaciones del siglo XVI que acoge exposiciones, conciertos y otros actos de carácter cultural, y el Ayuntamiento, situado en el que fue el primer palacio de los marqueses de Villena. La historia de Ayllón es larga. Por aquí pasaron celtíberos, romanos y árabes, entre otros, y cada cual dejó su sello. Los romanos aportaron el puente de piedra sobre el río Aguisejo , a dos pasos del Arco, la magnífica puerta de entrada a la Villa. Llegó a haber tres idénticas, pero dos de ellas las derribaron por razones de triste utilidad: no cabían los carros. Los árabes construyeron el castillo en el cerro, y, a partir de ahí, la muralla que abrazaba y defendía el pueblo… Al cabo, tras la reconquista, llegaron nuevos días de gloria asociados al destierro de Don Álvaro de Luna, valido de Juan II. Un puente moderno ha sustituido al antiguo, cerca de la ermita románica de la Vera Cruz (sus pinturas románicas acabaron en el museo del Prado de Madrid). Al otro lado, rodeando las casas de piedra, se alzan en lo alto del cerro murallas que recuerdan la imagen de un barco. Al pueblo, de 109 vecinos, se entra por la almenada puerta de los Dos Arcos, donde nacen las dos calles de la villa. Es un tranquilo lugar de casas de adobe y dinteles de piedra, en muchas de las cuales figuran piedras grabadas con extraños signos (flores o círculos), provenientes de la ciudad romana y visigoda que antes hubo. Dos iglesias –una en cada extremo– se reparten las devociones: la de San Miguel y la de Santa María, antigua mezquita según muestran los tres arcos árabes de herradura. Quien decida estirar la ruta puede hacerlo en Montejo de la Vega de la Serrezuela . Este pequeño pueblo, donde hay una Casa del Parque para recabar mapas e información, es una de las esquinas del Parque Natural de las Hoces del Río Riaza ; la otra, el citado Maderuelo, junto al embalse de Linares. La senda puede arrancar en una zona de aparcamiento en las afueras de Montejo, y luego serpentea por estas laderas, por el lado derecho del cauce, con vistas a los imponentes cortados donde habita una de las grandes colonias de buitre leonado de Europa, uno de los sitios que más frecuentó Félix Rodríguez de la Fuente. Siguiendo el río se llega a un cañón calcáreo donde está la ermita del Casuar. El día puede alargarse tanto como se quiera, antes de regresar a casa por el mismo camino.