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Sánchez en Bollywood

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En consonancia con las imágenes de Sánchez y señora en la India entre tanto tipismo de colores, turbantes, elefantes, mujeres con sari y hombres con dhoti sorprende que el presidente, epítome del histrionismo, no haya contestado a la pregunta sobre las cuatro imputaciones de su mujer con una canción al estilo Bollywood.

Le habría encantado no solo por satisfacer su ego, sino por el espectáculo que proporcionan estas escenas para no decir nada.

Tampoco conmueve el ánimo que a continuación Sánchez haya asegurado que gobernará hasta 2027 y más allá, porque la troupe izquierdista que le acompaña, Sumar y Podemos, están a su servicio. Los partidos de Yolanda Díaz e Ione Belarra, con Pablo Iglesias al fondo dando sombra, son el cuarto trastero del votante progresista y feminista.

Allí se meten los electores cuando no hay más remedio, y cuando hace falta se sacan para satisfacer carencias. Lo que Sánchez pierde por el centro -léase parte madura y racional de la izquierda- lo gana a costa de ese lugar lleno de vicios confesados en los que se han convertido los habitáculos yolandista y podemita.

Trama para un musical hay de sobra. Sánchez confía en que la caída de Sumar y el enterramiento de Podemos conducirá al PSOE al votante compungido por un Errejón demasiado irradiador y un Iglesias pasado de campanadas.

La ley D’Hondt está de su parte, y sumará según resten sus aliados. Por eso, en una de sus respuestas arrogantes sobre la corrupción que le rodea ha querido desesperar a Feijóo y poner en cuestión su liderazgo diciendo que también ganará a la “candidata” que le suceda; vamos, a Ayuso.

Este argumentario contra el PP y la “ultraderecha” no sirve frente a un juez ni ante un tribunal. No hay defensa válida que se apoye únicamente en el perfil político del denunciante. Tampoco puede constar como prueba de la inocencia de Begoña Gómez en los cuatro delitos que investiga el juez Peinado el que el PP hable con Vox.

Nada tienen que ver Feijóo, Abascal o los periodistas libres con la apropiación indebida del software de la Complutense. Ni que Begoña cometiera intrusismo en el desempeño de una cátedra en un máster de la UCM cuando no le correspondía.

Menos aún en el tráfico de influencias o en la supuesta corrupción de los negocios. No fue ningún político de la derecha quien dijo que no conocía a Aldama, sino Sánchez, y luego ha sido desmentido por una foto. Eso no es culpa de la “derecha” y de la “ultraderecha”, ni de los “pseudomedios”, o los “jueces prevaricadores”.

La justicia se abrirá camino, aunque escueza, con independencia de quién dio la noticia y de sus ideas políticas. Así funciona un Estado de Derecho.

Quizá sea difícil de asimilar por quien está acostumbrado al ordeno y mando propio de ser el “número uno”, y no acaba de entender que algo no esté a su servicio. El cerco judicial cada vez se acerca más a Sánchez.

Va a tener difícil escapar de la situación, ya sea porque le afecte en persona o bien a alguien de su entorno familiar o profesional cercano.

En esa circunstancia, buscará la absolución popular, el archivo que cree que procuran las urnas. Confrontará el voto a una sentencia, dirá que su inocencia la han dado las papeletas, la gente progresista, la ciudadanía comprometida y feminista.

Ahí quedaría bien una canción, en una escena a lo Bollywood, con serpentinas de colores que salen de la nada, fuentes infinitas al compás de la música, danzarines que arrastran la sonrisa en cada brinco, pétalos alfombrando los pasos Sánchez, y tras una estrofa, el estribillo sobre la ultraderecha y el lawfare.

Una cosa es cierta de sus palabras. Alguna verdad tenía que decir. Sentenció que el tiempo pondrá a cada uno en su sitio. Es más que probable que con el paso de los días su sitio esté en su vivienda particular.