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Katrin Aason y su arte de una armonía silenciosa

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Katrin Aason, artista y diseñadora, teje diversos materiales para producir obras abstractas y vibrantes. Es heredera del espíritu de la vanguardia moderna que puso de cabeza las jerarquías y convenciones del arte, la artesanía y el diseño. Su tejido no es simplemente una artesanía funcional, sino una expresión formalista que trasciende las limitaciones de la técnica tradicional.

Se ha descrito el reciente trabajo de Aason, expuesto en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, en relación a sus materiales artesanales, como un retorno a la tradición textil, una conexión con la historia milenaria del tejido como medio, los materiales artesanales, y su relación con la indumentaria. Sin embargo, es un error considerar su obra solamente como una nostalgia de los métodos antiguos.

La descontextualización que Aason opera de los procesos y materiales, y su vocación compositiva múltiple y experimental la convierten en una artista contemporánea en pleno derecho. Su obra dialoga con el minimalismo de su coterránea, la artista canadiense Agnes Martin, con la sensibilidad material de Eva Hesse y con la intensidad cromática de Mark Rothko.

El hilo abstracto

La obra de Katrin Aason resiste a toda categorización facilista. Detrás de su entramado hay una compleja urdimbre de referencias artísticas y procesos técnicos que trascienden linderos geográficos y temporales. Aason es una artista que teje. En menos de un lustro, su obra ha permutado de la pintura sobre vinil tejido, al tejido de hilo, al de vinil desnudo, y luego al de cintas de tela teñidas a mano. En este mismo periodo, su obra también ha roto completamente con la figuración, en favor de la expresión abstracta.

La denominación de su última técnica como composición textil, nos reenvía a los tejidos pictóricos, nombre con el que la artista alemana Anni Albers (1899-1994) emancipó, en el siglo XX, el textil como medio artístico legítimo. Albers, artista abstracta, desafió las jerarquías tradicionales del arte, situando el tejido dentro del ámbito de la alta cultura, en oposición al prejuicio de que las artes textiles eran solamente decorativas o utilitarias y de que el tejer era una actividad de carácter doméstico. En un contexto en que solo la pintura y la escultura eran consideradas formas artísticas en toda regla, los tejidos pictóricos de Albers hablaron el lenguaje de la modernidad, consolidando al textil, y ampliamente al tejido, como una técnica legítima de expresión artística.

El cuerpo de la obra

Luego de varias series de tejido con vinil -material industrial y de tono posmoderno-, en las obras recientes de Aason brilla el encanto de la tradición: tintura de cuculmeca, tintura de añil y té negro son sus pigmentos. Sus viajes en América Latina la han familiarizado con diferentes culturas textiles, cuya influencia destila sutilmente en sus composiciones y subyace en la preparación manual de sus materiales. Intuitivamente, Aason camina sobre las huellas de Albers, y como ella, recorre Perú y México, además de Guatemala y El Salvador, polos de una profunda y antigua tradición. Aason no extrae de sus viajes ninguna inspiración formal o representativa, sino se aboca al aprendizaje del manejo de materiales y pigmentos. Sus obras no son textiles en el sentido etnográfico, sino una transmutación de muchos saberes técnicos en un lenguaje abstracto y personal.

En su última serie, la paleta de color está regida y limitada por la naturaleza artesanal de sus pigmentos, cuyos tonos y degradaciones oxidativas resultan claramente orgánicas a la vista, en contraste con la rigurosa composición geométrica de sus tejidos. El patrón repetitivo y la interacción vertical y horizontal entre cintas textiles -también un límite autoimpuesto por el medio- rechazan el exceso, el artificio y la decoración superficial. Su obra apunta a lo esencial como concepto, centrándose en los valores fundamentales del arte (moderno) que son la forma y el color. La composición de sus obras no se subordina a ningún tipo de simbolismo o patrón tradicional discernible.

En un panorama artístico que a menudo valora la narración, el activismo y los géneros pictóricos tradicionales como el paisaje, por encima de la experiencia visual pura, la obra de Katrin Aason destaca como una resistencia esencialista cuyo fundamento reside en la forma y la composición. Su negativa a ceder a las convenciones de la figuración y su énfasis en la autonomía del medio, el arte en tejido, posicionan su obra como una celebración del poder del material, del proceso y de la forma, llevados a un mínimo, elegante y poderoso objeto visual.

Es significante que la obra textil de Aason pueda verse y considerarse en realidad como pintura, y que en lugar de ocultar la tela como la pintura tradicional que la recubre, el pigmento esté revelado como parte de la tela misma. Debe anotarse que la pintura tradicional operó un divorcio entre el artista y sus materiales en el siglo XIX, cuando los tubos y pastillas de óleo, pastel y acuarela estaban disponibles para los artistas en las vitrinas de las galerías. A lo largo del siglo XX, la industrialización de los materiales artísticos facilitó y agilizó el ejercicio de la pintura, pero también ha despersonalizado el proceso fundamental de los materiales que la constituyen. Un nuevo paso de este distanciamiento fue la desmaterialización completa de la imagen artística con el nacimiento del incorpóreo arte digital. Sin embargo, la relación íntima del artista con su medio persiste en el arte textil, en particular entre quienes, como Aason, tratan y preparan de manera directa cada uno de los materiales que utilizan. Se trata de una relación personal, corporal, intelectual y sensible con la fibra misma de la obra de arte, y por ende, de un proceso delicado y lento, pero de absoluta soberanía expresiva.

Línea en movimiento

En series anteriores, como Trascender (2019), Aason no se limita a la abstracción cromática. Sus obras juegan deliberadamente con las nociones de orden y caos. Sus piezas bidimensionales, constituidas de patrones meticulosos y organizados, tienden a la disrupción, y algunas de las cintas tejidas desafían la estructura que las contiene y se adentran en el espacio tridimensional. Su trabajo reciente, en contraste, hace prueba de una rigurosa planitud, en la que enfatiza la textura y los matices del color.

El trabajo abstracto de Katrin Aason pone de relieve una fina sensibilidad compositiva y cromática, que tiende a la vibración visual. No en vano, el crítico Klaus Steinmetz ha clasificado su obra como arte cinético. También de tradición moderna, el cinetismo y el op-art vieron su apogeo entre las décadas de 1950 y 1970. Los efectos de movimiento -reales en el primero, ilusorios en el segundo- desconcertaban, desorientaban y modificaban la percepción del tiempo y del espacio, ofreciendo nuevas posibilidades a la mirada sobre la obra de arte. El uso de la geometría rigurosa fue una de las herramientas del op-art, escuela de las curiosas mentiras ópticas.

El movimiento que generan las obras de Aason no es real, las obras están quietas; tampoco es ilusorio, las obras son honestas, no engañan al ojo. Sus imágenes son en realidad vibrantes, porque su movimiento es un efecto sensible de sus ritmos y patrones. Sin embargo, esta expresión no es altiva ni grandilocuente, sino que se configura en formas discretas, misteriosas y un tanto lúdicas. En sus tejidos, la artista materializa una economía de medios que resuena con el ethos del modernismo, buscando siempre lo esencial y reduciendo todo ruido. En estos elementos mínimos también subyace la vocación del juego: aquel de ver la obra como un plano o considerar la profundidad que está detrás de ella, en los intersticios de la tela; aquel de los patrones predecibles o azarosos del tejido; aquel de una figura que casi podría reconocerse.

A medida que los ojos se acostumbran a los patrones intrincados y los matices delicados, emerge una verdad elemental en la obra de Aason: su arte es de una armonía silenciosa de lo que se repite y se transforma. Cada segmento de color, cada línea tejida, constituye un refugio contra la incerteza. La abstracción de esta artista es imagen subjetiva, sutil y precisa: poesía de lo esencial.