Restaurante lisboeta “JNcQUOI Asia”, viajando con el paladar
Cuando mencionamos el verbo viajar, entendido
como “trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante”, por regla general
lo asociamos con la utilización de un medio de locomoción.
Todos sabemos que viajar proporciona multitud
de experiencias satisfactorias, aporta novedades, aumenta nuestros conocimientos
y, entre otros muchos beneficios, desarrolla la creatividad.
Sin embargo, ¿qué les parecería acercarnos
a Asia sin salir de Lisboa? Ésta es la inmejorable propuesta del emblemático
restaurante “JNcQUOI Asia” (www.jncquoi.com), situado
en la céntrica avenida de la Libertad de la capital portuguesa.
Un atrayente viaje culinario que nos transportará, gracias a impecables elaboraciones degustadas en
un entorno único, a muchos territorios de Oriente donde los portugueses
tuvieron una vinculación histórica muy especial a lo largo varios siglos.
En cierta forma, dos de mis
grandes aficiones (la historia de Portugal y la gastronomía) se fusionan en “JNcQUOI
Asia” a las mil maravillas.
La entrada al restaurante es, por si misma, una declaración
de intenciones sobre lo que vamos a encontrar. Un gran azulejo, que cubre una
de las paredes, detalla las “Rotas gastronómicas dos descobrimentos
portugueses” con indicación de aquellos productos llevados al mayor de los
continentes y los traídos por este país durante una de las épocas más gloriosas y fascinantes de su historia.
Así pues, ¿se atreven a disfrutar,
con los más altos estándares de calidad, de lo mejor de la comida india, china,
thai o japonesa en un mismo restaurante?
Esto es “JNcQUOI Asia”. Una
propuesta irresistible donde, antes de empezar a comer, no podemos dejar de
mirar entusiasmados a nuestro alrededor para captar lo que ante nuestros ojos
se presenta. Incluso debemos echar un vistazo hacia arriba donde el esqueleto dorado de un gran dragón parece custodiar impasible cuanto, bajo sus “restos
óseos”, ocurre.
Diferentes ambientes con cocinas a la vista, en el que se incluye una preciosa terraza al aire libre (con una pagoda, carteles, luces de neón y mucha vegetación), se ensamblan a la perfección para deleite del comensal.
Todo está pensado y estudiado; nada se deja al azar. Así debe ser si se quiere lograr la excelencia en todos los aspectos (servicio, atención, separación de las mesas, emplatados, calidad del producto, .... )
Imposible no admirar el impecable trabajo arquitectónico y decorativo que ha conseguido crear ambientes tan diferentes en un mismo local en el que la necesaria luminosidad de su espacio central se debe a una gran claraboya.
Si a todo ello le unimos un insuperable
y profesional servicio, no queda más que sentarnos a disfrutar la cocina
asiática que más nos guste o, por qué no, a viajar con diferentes platos a
través de varias gastronomías orientales en un cosmopolita restaurante,
referencia en Lisboa, ciertamente acogedor.
Sin duda, la escenografía perfecta para que estas cocinas brinden la mejor representación gastronómica.
“Tataki de salmão braseado com molho de karashi su miso”, “Uramaki de salmão, camarão, abacate e sésamo”, “Dim Sum de camarão e castanha d’água”, “Pappadums assados no forno tandoori, chutney de manga e especiarias”, “Tempura de camarão com maionese de chilli”, “Salada de batata e grão de bico indiana com molhos de iogurte, tamarindo e menta”, “Pampo grelhado ao estilo Malai tikka com arroz basmati”, “Caril de vaca com amendoins, cominhos, batata doce e arroz jasmim”, “Pão Naan com chilli e manteiga”, “Arroz Indonésio salteado com frango, camarão e ovo estrelado” o “Noodles de arroz salteados, lombo de novilho, cebola, cebolete, rebentos de feijão mungo e enoki crocante”, son sólo algunas de las opciones de una carta variada, amplia y de calidad a la que hay que unir una muy buena selección de vinos, acorde con la magnífica bodega del restaurante.
Por cierto, si el lector es
aficionado a los cócteles, nada como disfrutar de los que preparan en su bar
Ganda.
Un curioso nombre que tiene
también mucho que ver con la historia de Portugal, pues fue así como se le llamó al primer rinoceronte que llegó a suelo europeo.
Por aquel entonces, toda una novedad en la corte portuguesa.
Fue tal el revuelo y la
admiración que originó este desconocido animal que el rey decidió regalárselo al
Papa León X, aunque murió durante el viaje a Roma.
Digamos que, en este reportaje, a modo de paralelismo con un regalo, el presente queda envuelto con todo lo que acabo de escribir.
Lo importante es el interior que, en este caso, serán esos
inolvidables momentos de disfrute de unas gastronomías asiáticas que, seguro,
encantarán al comensal.
Abran pues este regalo, saboreen esos
platos en buena compañía y sientan el innegable privilegio que supone comer en
un lugar tan especial.
No solo les gustará, repetirán.