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Papá de quinceañero asesinado por error siente consuelo porque sus órganos dan vida a otra persona

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Luigie Rodríguez ha encontrado consuelo en medio del profundo dolor que siente desde que su hijo, Leandro, fuera asesinado a balazos por unos sicarios que lo confundieron con otra persona que andaban buscando.

Leandro Rodríguez Alvarado, de 15 años, falleció el pasado 26 de marzo en el Hospital San Juan de Dios, dos días después de ser acribillado dentro de un taller en Alajuelita donde él y un tío habían acudido para reparar la llanta de una motocicleta.

A pesar de la tragedia, don Luigie aseguró a La Nación que halló paz al saber que los órganos de su muchacho fueron donados y que, de alguna forma, ahora él sigue vivo a través de la persona que los recibió.

Según fuentes policiales, alguien que estaba cerca del taller confundió a Leandro con el objetivo de una banda y dio aviso a los sicarios, quienes llegaron armados al sitio y le dispararon en múltiples ocasiones.

El adolescente recibió 13 disparos en manos, pies, piernas y cuello. A pesar de la gravedad de las heridas, sus órganos vitales quedaron intactos, lo que permitió a su familia tomar la decisión de donarlos para dar esperanza a una joven de entre 15 y 16 años de edad.

Entre los órganos que se lograron recuperar se encuentran el corazón, las córneas, los pulmones, los riñones e intestinos.

Don Luigie siente el deseo de conocer a la persona que recibió los órganos de su hijo. “Me gustaría saber cómo está. He intentado buscarla, pero no he podido encontrarla por ningún lado”, comentó.

La Ley de Donación y Trasplante de Órganos en Costa Rica establece que los familiares del donante no pueden conocer la identidad de los receptores, ni viceversa.

A las 3 p. m. de este miércoles, La Nación consultó al Organismo de Investigación Judicial (OIJ) sobre el avance en la investigación de este caso. Al cierre de esta edición, no se obtuvo respuesta.

Molesto con Dios

Enfrentar la inesperada partida de Leandro representó un doloroso proceso para don Luigie y el resto de su familia.

“Durante los primeros tres meses, me enojé con Dios. Suena feo, pero es que no quería saber nada de Él. No me perdonaba y tampoco lo perdonaba porque me lo quitó. Yo le preguntaba por qué, si mi hijo no era un mal muchacho, lo mataron”, relató.

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Rodríguez destacó que su hijo era un joven dedicado a sus estudios y que cursaba el cuarto año de colegio. A menudo, incluso sin tener clases, Leandro disfrutaba de ir al centro educativo para realizar trabajos o tareas.

“Al principio, cuando comenzaron la investigación (la policía), también se indagó sobre quién era Leandro. Los agentes me comentaron que se dieron cuenta de que él no solía escaparse del colegio; el director y los profesores mencionaron que no tenía problemas con nadie”, indicó.

Tanto él como su esposa y su otro hijo han buscado apoyo en terapias psicológicas para sobrellevar la tragedia. “Nos ha ayudado a seguir con una mejor calidad de vida”, aseguró.

El duelo ha sido distinto para cada miembro de la familia. Luigie explicó que su cónyuge lleva una carga emocional más intensa. “Yo, como papá, he vivido un duelo muy diferente al de mi esposa, porque ella es la mamá, lo parió, lo vio morir y hasta le tocó enterrarlo”, relató.

Conmovido, agregó que su esposa llora todos los días y que a él le ha tocado ser el fuerte para sostener a su familia. “Incluso mi otro hijo también ha sido muy fuerte”, comentó.

Parte de su terapia de sanación es visitar el cementerio cada fin de semana, para limpiar la bóveda de Leandro y colocarle flores. Para ellos, este espacio se ha convertido en un lugar donde pueden honrar la memoria de su hijo.

“Mi esposa se encarga de arreglarla y de mantenerla bonita, así que esa es nuestra rutina”, agregó.