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El oro está en niveles récord: qué hay detrás del rally y qué implica para el dólar

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Algo extraño le ha ocurrido al precio del oro en el último año. Al establecer un récord tras otro, parece haberse desvinculado de sus factores influyentes históricos tradicionales, como las tasas de interés, la inflación y el dólar. Además, la consistencia de su subida contrasta con las fluctuaciones en situaciones geopolíticas cruciales.

La característica "permanente" (all-weather) del oro indica algo que trasciende la economía, la política y los acontecimientos geopolíticos de mayor frecuencia. Capta una tendencia de comportamiento cada vez más persistente entre China y las ‘potencias medias', así como entre otros. Y es una tendencia a la que Occidente debería prestar más atención.

En los últimos 12 meses, el precio de la onza de oro en los mercados internacionales ha pasado de u$s1947 a u$s2715, un alza de casi 40%. Curiosamente, esta suba ha sido relativamente lineal, y cualquier retroceso ha atraído a más compradores. Se ha producido a pesar de las fuertes oscilaciones en las previsiones sobre las tasas de interés oficiales, una amplia banda de fluctuación de los rendimientos de referencia en Estados Unidos, la caída de la inflación y la volatilidad de las divisas.

Algunos pueden tener la tentación de restar importancia al rendimiento del oro como parte de un alza más general de los precios de los activos que, por ejemplo, ha presenciado la suba de alrededor del 35% del índice S&P en los últimos 12 meses. Sin embargo, esta correlación es inusual. Otros lo atribuyen al riesgo procedente de los conflictos militares en los que tantos civiles inocentes han perdido la vida y sus medios de subsistencia, junto con la destrucción masiva de infraestructuras. Pero la evolución de los precios sugiere que puede haber muchos más factores en juego.

Las compras constantes de los bancos centrales han sido un motor importante de la fortaleza del oro. Estas compras no sólo parecen estar relacionadas con el deseo de muchos de diversificar gradualmente sus reservas, alejándolas del dominio significativo del dólar a pesar del ‘excepcionalismo económico' de EE.UU. También hay interés en explorar posibles alternativas al sistema de pagos basado en el dólar que ha sido el núcleo de la arquitectura internacional durante unos 80 años.

Si pregunta por qué está ocurriendo esto, normalmente obtendrá una respuesta que menciona una pérdida general de confianza en la gestión estadounidense del orden mundial y dos acontecimientos concretos.

Se hablará del uso de los aranceles comerciales como arma y las sanciones a la inversión por parte de EE.UU., así como de su menor interés por el sistema multilateral cooperativo y basado en normas, en cuyo diseño desempeñó un papel fundamental hace 80 años.

También de la capacidad de Rusia para seguir comerciando y haciendo crecer su economía a pesar de que algunos de sus bancos fueron expulsados en 2022 de SWIFT, el sistema internacional que rige la inmensa mayoría de los pagos transfronterizos. Para ello, ha creado un torpe sistema alternativo de comercio y pagos en el que participan un puñado de otros países. Aunque ineficiente y costoso, esto permitió a Rusia eludir el dólar y mantener un conjunto básico de relaciones económicas y financieras internacionales.

Luego está el aspecto relacionado con el conflicto de Medio Oriente, en el que EE.UU. es visto por muchos como un defensor incoherente tanto de los derechos humanos fundamentales como de la aplicación del derecho internacional. Esta percepción se ha visto amplificada por la forma en que EE.UU. ha protegido a su principal aliado de una respuesta a acciones ampliamente condenadas en la comunidad internacional.

Lo que está en juego no es sólo la erosión del rol dominante del dólar, sino también un cambio gradual en el funcionamiento del sistema mundial. Ninguna otra moneda o sistema de pago puede y quiere desplazar al dólar en el núcleo del sistema, y la diversificación de las reservas tiene un límite práctico. Pero se está construyendo un número creciente de pequeños conductos para rodear este núcleo; y un número en aumento de países están interesados y cada vez más implicados.

Lo que ha venido ocurriendo con el precio del oro no es sólo inusual en términos de influencias económicas y financieras tradicionales. También va más allá de las estrictas influencias geopolíticas para captar un fenómeno más amplio que está cobrando un impulso secular.

A medida que arraiga más profundamente, corre el riesgo de fragmentar materialmente el sistema mundial y erosionar la influencia internacional del dólar y del sistema financiero estadounidense. Ello repercutiría en la capacidad de EE.UU. para conformar e influir en los resultados, y socavaría su seguridad nacional. Se trata de un fenómeno al que los gobiernos occidentales deberían prestar más atención, y en el que aún hay tiempo para corregir el rumbo, aunque no tanto como algunos quisieran.