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Los socios ya se plantean alternativas si la corrupción aprieta sobre el PSOE

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Las noticias que llegan de Madrid sobre el «caso Ábalos» han empezado a desconcertar a los socios de Pedro Sánchez. No toca levantar la voz, y sí seguir negociando –como dice la consigna de la mayoría–, aunque en alerta por lo que pueda venir en los próximos meses. Sus preguntas en relación a los interrogantes que dejan las informaciones publicadas tampoco han recibido aún contestación, pero, de momento, no se moverán del mantra de que no hay indicios que apunten a una financiación irregular del PSOE. Es su manera de justificar que no aplican las mismas exigencias desde el primer momento que sí usaron contra el Gobierno de Rajoy.

Ahora bien, la política ha entrado en una etapa en la que tienden a agrandarse las diferencias entre lo que se dice y lo que se piensa realmente de hacia dónde van las cosas y cómo pueden venir políticamente los próximos meses. Si las informaciones sobre el alcance del «caso Ábalos» amplían el cerco sobre el presidente del Gobierno, las posiciones están sujetas a revisión, al menos en alguno de los partidos que sustentaron la investidura de Pedro Sánchez. Cuestión de pura supervivencia, aunque justamente por esto, por la supervivencia, de llegar el caso, el PNV, por ejemplo, le ofrecerá a Sánchez la misma salida que planteó a Mariano Rajoy antes de la moción de censura que sacó adelante en 2018 el actual jefe del Ejecutivo: dejar en la Presidencia del Gobierno a un sucesor para intentar seguir aguantando la legislatura todo lo posible sin convocar elecciones.

El PNV tiene, por tanto, una fórmula de salida si la situación se complica para evitar que haya que jr a las urnas. La moción de censura no está en sus planes, y se acoge al modelo que intentó utilizar con Rajoy, y que éste desestimó porque era una situación inmanejable bajo la guerra que mantenían entonces María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría por la herencia del «marianismo». Las dos eran guardianas de los secretos del entonces presidente del Gobierno tanto en su labor en Moncloa como en la gestión del partido.

A los de Bildu, Moncloa les dan por seguros de su lado, pase lo que pase con la investigaciones abiertas. Y prácticamente lo mismo dicen de ERC, partido que sigue en su proceso congresual y con Oriol Junqueras ganando apoyos en la fase de conquista de la militancia. En la ecuación queda Sumar, que hasta ahora solo ha dado señales de una sumisión absoluta al PSOE. La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, intenta incluso mantener viva una agenda paralela, conducida a la insignificancia por la fuerza de los titulares sobre el «caso Ábalos» o la evolución de la investigación a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno. Pero también porque su relevancia política ha caído en picado y sus propuestas van en su mayoría al saco del olvido, ya que en esta legislatura, a diferencia de lo que ocurrió en la pasada, no hay una mayoría que permita alentar la expectativa de que pueden salir adelante.

Y queda Junts, que amaga y no da con la moción de censura mientras el ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont continúa pendiente de que se le haga efectiva la amnistía. Junts y PNV mantienen una estrecha relación de colaboración, y lo lógico es que, si llega el caso de levantar un muro contra el coste político de la corrupción, opten por seguir el mismo camino. A la dirección de Junts le preocupan más hoy la amnistía y resolver el congreso que se celebrará el último fin de semana de octubre con un blindaje total del liderazgo de Puigdemont y sin abrir el melón del candidato a las próximas elecciones. Sobre ellos pesa su papel como principal oposición al Gobierno de Illa, como partido mayoritario de un independentismo que ha perdido la mayoría en el Parlamento catalán, y la responsabilidad de utilizar los siete diputados en el Congreso para que no se apague la llama de la lucha soberanista.

Queda Podemos, que hasta ahora tampoco se ha mostrado coherente con el discurso que aplica a la derecha. Aunque su ruptura con Yolanda Díaz ya les había colocado al margen de la mayoría de investidura.

En todo caso, los socios se mueven a ciegas y, si el contexto empeora judicialmente para el núcleo del PSOE, antes de tomar ninguna decisión valorarán las posibilidades de mantener a los socialistas en el poder y aguantar la legislatura para cobrarse las facturas pendientes. El único interrogante es Junts, que está totalmente en manos de las decisiones que en cada momento pueda tomar Puigdemont. De la mesa de negociaciones de los Presupuestos no se han levantado, ni tampoco tienen previsto hacerlo.