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Sicarios: el alma de esos monstruos, por René Gastelumendi

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No son los líderes ni los jefes de las bandas, pero son los encargados de llevar a cabo el trabajo más sanguinario de una organización criminal: matar. Me refiero a los sicarios. Hace años que los asesinatos por encargo se ejecutan en nuestro país, aunque nunca tanto como en nuestros días más recientes. Solo este año estamos a punto de romper el récord de homicidios de los últimos 8 años, superando, hasta lo que va de octubre, los 1,500 asesinatos. El pavor ante la delincuencia no solo pasa por el hecho de que podamos ser nosotros, o alguno de los nuestros, las víctimas o el objetivo de algún criminal, lo cual es, por supuesto, el motivo principal de ese pavor. A ese atavismo que nos abruma se suma el hecho de que, en cualquier momento y en cualquier parte, pueden asesinar a alguien delante de nosotros o de nuestros hijos. Las fronteras mínimas ya se han cruzado. Ya no importa la presencia de niños, escolares, familia o vecinos, pues los sicarios no tienen ninguna consideración, ningún código. Simplemente matan, y lo ocurrido con un profesor en Ate, a quien asesinaron delante de sus alumnos, fue brutal. Lo vemos todos los días, particularmente yo, que narro noticias. Es paradójico: son las cámaras de seguridad las responsables de que esas muertes, por un lado, sean un poco más fáciles de investigar y que se capture a los asesinos, pero, al mismo tiempo, de que el escaso valor que puede tener la vida se nos enrostre con toda su crudeza, complicando el asunto a niveles existenciales debido a tanta muerte, porque nos recuerda la finitud, la caducidad de nuestras vidas. Nos trae a la cotidianidad ese lado tan oscuro que también tiene el ser humano, porque los que asesinan seres humanos son seres humanos, y eso aterra.

Propongo, en esta columna, mirar ese abismo de oscuridad humana a los ojos, mirar de frente a esas máquinas de matar. Apenas hay estudios criminológicos y metodológicos que indaguen sobre el perfil de los sicarios. Llegan, asesinan y desaparecen, de modo que su actividad criminal está asociada a una especie de ámbito secreto al que es muy difícil acceder, y es aquí donde nos adentraremos. Matar a sangre fría con la finalidad instrumental de ganar dinero no se puede entender recurriendo a los perfiles de aquellos sujetos que matan por otro tipo de motivaciones, tal como ocurre con los asesinos en serie, como las psicológicas, emocionales o sexuales. Lo que sí podemos decir es que el origen del asesino a sueldo, al igual que el del asesino en serie, es multifactorial. El sicario identifica a su potencial víctima, sea por foto o video. Luego empieza el seguimiento o reglaje hasta que encuentra el momento en que saca su arma, dispara la mayor cantidad de veces para asegurarse de cumplir la orden, y luego huye. Detrás del sicariato puede haber mucho más que una motivación pecuniaria, que va desde los 500 soles hasta los 10,000 dólares en nuestro país. Acaso el estudio más completo —de los pocos que existen— sobre esta faceta de la criminalidad se realizó en México, y estuvo a cargo de la doctora en psicología Arcelia Ruiz Vázquez, quien, sobre la base de cientos de entrevistas a sicarios presos en los últimos años, logró identificar cuatro diferentes perfiles de sicarios, de acuerdo con sus rasgos de personalidad, valores y motivación criminal, perfectamente aplicables a la realidad peruana.

  1. El sicario marginal Este tipo de sicario se origina en zonas con marginación extrema en los ámbitos sociocultural, académico y económico. En consecuencia, debido a su carencia de educación, son personas altamente manipulables y tienen pocas esperanzas de trabajo en sus lugares de origen. En su ámbito familiar, de igual forma, cuentan con una escasa o nula escolaridad y con empleos que no les proporcionan los ingresos para vivir de manera digna. Es por eso que comienzan a entrar en trabajos que, sin importarles la ilegalidad, les permiten tener más ingresos económicos, a los cuales involucran posteriormente a sus hijos, quienes después incursionan en otras actividades dentro del ámbito criminal. Poco a poco, van siendo desensibilizados hasta cometer actos que les permiten convertirse en sicarios. Por ende, su motivación criminal primaria es la necesidad económica y la falta de oportunidades de trabajo legales. La motivación psicológica sería, además, el tener poder, reconocimiento y ser vistos por la sociedad.
  2. El sicario antisocial Este sicario se desarrolla generalmente en ambientes donde el crimen, las pandillas y el abuso de drogas son comunes. Se ve un fracaso escolar, abuso de drogas y poco respeto por las normas sociales. Dentro de este entorno, la violencia es la forma de aprender a "sobrevivir", y cometer delitos es una forma de vida normal. Este tipo de sicario suele tener un historial delictivo y haber comenzado en pandillas, involucrado en delitos menores. Desde edades tempranas, son más moldeables y menos conscientes de los riesgos y consecuencias de sus actos. A nivel de personalidad, suelen ser personas que, desde muy temprana edad, presentan rasgos oposicionistas y desafiantes, reflejados en expulsiones escolares, agresiones y conflictos con figuras autoritarias. En la adolescencia, pueden presentar indicadores de trastorno disocial, como el pandillerismo, robo, peleas y uso de drogas. En la adultez, se presentan conductas antisociales y comienzan a cometer delitos mayores, como secuestros y ejecuciones. Con el tiempo, se desensibilizan y aumentan su agresividad.
  3. El sicario psicopático Este sicario puede desarrollarse en un entorno donde los actos criminales no son comunes, y su familia puede mostrar una aparente normalidad social. Existen ciertos indicadores como la disfuncionalidad de los apegos, baja estimulación afectiva, negligencia, falta de límites y algún padecimiento psiquiátrico en la familia. Cuentan con habilidades cognitivas que les ayudan a planificar y ejecutar sus actos. Su inicio en lo criminal es similar al del sicario antisocial, con conductas antisociales a una edad temprana. Después, comienzan a relacionarse con personas de mayor rango en la delincuencia organizada, donde se les ve un futuro prometedor debido a su frialdad emocional y manipulación. Estos sicarios carecen de empatía y culpa, lo que les permite cometer cualquier tipo de delito, considerando sus acciones como simples trabajos. Presentan rasgos de narcisismo, maquiavelismo y psicopatía.
  4. El sicario sádico Este tipo de sicario comparte historia y entorno con el sicario psicopático, pero se diferencia por su sadismo al ejecutar sus crímenes. Destaca por su frialdad, crueldad y placer al causar sufrimiento. Su principal motivación es psicológica: saciar sus pulsiones de odio y venganza al provocar el mayor sufrimiento posible a sus víctimas. Incluso llega a revivirlas para seguir torturándolas. La motivación económica queda en segundo plano.

El sicariato desvaloriza la vida y mercantiliza la muerte. A pesar de la gravedad de este fenómeno, no existen muchos estudios en Latinoamérica, y menos en el Perú, donde se suele abordar el tema de manera punitiva, sin explorar sus causas. Es importante ver las cosas de manera integral, enfocándonos en el abandono social y en estrategias adecuadas para su tratamiento y prevención, que no pasen solo por el castigo.

Es imposible negar el impacto social del sicariato en la cadena de una organización criminal y en nuestra vida cotidiana. Un oficio que cada vez se presenta como una opción viable ante la falta de oportunidades para los jóvenes en el Perú. La desesperanza por un futuro digno lleva a las personas a buscar estas opciones, ya que obtienen resultados inmediatos y es un "trabajo" que no exige mayor esfuerzo ni conocimientos específicos. Sin embargo, el sicariato no se puede explicar solo por las carencias familiares o el entorno violento y criminal en que se desenvuelve el individuo. Es la suma de estos factores lo que permite el surgimiento de este sicariato que está traumatizando a nuestra sociedad y que no parece tener solución a la vista, menos con las actuales autoridades.