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Liubliana: el secreto mejor guardado de los Balcanes

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El avión se aproxima a Liubliana serpenteando las montañas que se extienden desde los Alpes Julianos . Y en medio de esa grandiosa cordillera, una llanura verde se abre paso para recibir a los viajeros que pisan por primera vez la camaleónica Eslovenia. Y es que, uno de los mayores encantos de este país, y especialmente su capital, es la ausencia de un turismo masivo, un oasis para los visitantes que buscan disfrutar de buena naturaleza, arquitectura y gastronomía sin los agobios de la turistificación global. Es, sin duda, el mejor momento para adentrarse en esta tierra de dragones y amantes (su capital lleva escrita la palabra amor en su nombre) donde el 60% del territorio (el país suma 20.200 kilómetros cuadrados y una población de dos millones de habitantes) es bosque. Aquí, las actividades al aire libre son su principal atractivo y el día a día de los lugareños.

Para esta primera incursión en territorio eslavo nos quedamos en su capital, Liubliana, una ciudad de cuento, idílica, y que se presenta como una escapada perfecta de dos o tres días en los que disfrutar de un paseo en barco por el río Ljubljanica que zigzaguea la ciudad, contemplar el legado arquitectónico de Josef Plecnik, a quien llaman el «Gaudí esloveno», alojarse en el histórico Grand Hotel Union Eurostars que fue epicentro de la vida social y brindar al grito de «Nasdrovia» (salud en esloveno) con una buena copa de vino local (las condiciones excepcionales sus bodegas producen caldos exquisitos) . Todo ello impregnado del misterio de esta tierra de dragones con miles de leyendas a sus espaldas.

Además, se sorprenderán al no ver ningún vehículo por el centro de la ciudad, es un lujo. Liubliana presume de tener el centro peatonal más grande de Europa con más de 20 hectáreas sin coches, autobuses ni taxis. De lujo.

Comenzamos nuestra ruta en uno de los puntos clave de Liubliana, la Plaza Prešeren, el centro capitalino donde se erigen dos de los principales hitos eslovenos, la iglesia rosada de la Anunciación, regida por los franciscanos, que data de finales del siglo XVII. Un templo digno de visitar y custodiado en su puerta principal por una polémica estatua, la del poeta esloveno Prešere acompañado de una joven con el pecho al descubierto. Algo que, según cuentan, indignó a los franciscanos quienes optaron por poner un frondoso árbol entre ellos y la joven en toples para evitar el deleite de la belleza femenina. En invierno, el manto de nieve que suele cubrir la ciudad conforma el abrigo de la joven ante la caída de las hojas y tranquilidad canónica.

Anécdotas aparte, continuamos paseando por la plaza y nos dirigimos al cruce de los tres puentes. Al ser una ciudad en la que el río forma parte del «mobiliario» urbano, han sido necesarios hasta 36 puentes para conectar ambas partes de la ciudad. Aunque si tenemos que elegir los más emblemáticos para atravesar el Ljubljanica, nos quedamos con uno de los ideados por Plecnik,el arquitecto que rediseñó Eslovenia y dejó una impronta del clasicismo que tanto le apasionaba en su tierra natal. Entre sus obras más icónicas está el mencionado triple puente, la Biblioteca Nacional, en cuya fachada parecen estar vivas las tapas de un libro, o el mercado central que en breve visitaremos. Pero nos faltan dos puentes por reseñar: el presidido por los míticos dragones (cuenta la leyenda que uno de ellos guardaba un tesoro en esta ciudad) y dicen que se mueven si por su lado pasa alguna persona virgen. No olvidemos el puente de los enamorados, empapelado de candados de amantes al más puro estilo parisino.

Dormir en el epicentro de la historia

Pues bien, es hora de ir al mercado. Y es que el Yummy Market de Liubliana, además de ser una obra de arte en sí misma por la exquisita arquitectura diseñada Plecnik que lo envuelve, supone el centro neurálgico capitalino para propios y extraños. La artesanía y productos de cercanía colman los puestos. Pasear entre las diferentes casetas supone impregnarse de ricos aromas que seducen el paladar.

Antes de subir hasta el castillo, otro de los platos fuertes de Liubliana, hacemos una parada en uno de los lugares también más emblemáticos y que fueron clave en la ciudad. El mítico Grand Hotel Union Eurostars, que data de 1905 y supone una fantasía de art noveau. Diseñado por el arquitecto Josip Vancaš, es un buen ejemplo del estilo de la secesión vienesa y forma es parte de la historia viva de la ciudad. Fue centro cultural y político de las grandes personalidades de la historia del país y en sus habitaciones se ha hospedado toda celebridad que pisa Liubliana, como la reina Isabel II, los Clinton o el Dalai Lama. Alojarse en él supone vivir en primera persona la esencia del país pues marida legado, tradición y modernidad.

A pocos metros del Grand Hotel Union Eurostars se halla el funicular que nos traslada hasta el castillo desde donde se puede disfrutar de las mejores panorámicas de la ciudad. Construido sobre los restos de los primeros asentamientos que allí hubo a finales de la Edad de Bronce y de Hierro, fue también puesto militar de los romanos que denominaron a la ciudad Emona. Ellos construyeron las murallas que rodean a la fortaleza, las cuales fueron renovadas en varias ocasiones. El castillo de Ljubljana resistió al terremoto que asoló la ciudad en 1515. De fortaleza pasó a ser depósito militar en el siglo XVII y a principios del XIX, una cárcel. Las diferentes estancias dan buena cuenta de todo lo acaecido en el interior de estas murallas.

Aunque en esta exrepública yugoslava se nota el peso de la historia en cada rincón, lo cierto es que también ha sabido evolucionar y colocarse a la cabeza de la innovación. Así lo confirman las galerías de arte o laboratorios de ideas que se han erigido en la capital. Y es que, además de los museos de corte más tradicional como podrían ser el Museo Nacional de Eslovenia, el Etnográfico o el de Arte Contemporáneo, también hallamos algo más disruptivo.

Nos adentramos en el Center Rog, una antigua fábrica de bicicletas que se ha reconvertido en un «hub» creativo en el que todos los eslovenos han puesto su granito de arena a base de consultas públicas para su redefinición. Diseñado por Nejc Prah, este espacio multidispliniar es donde se dan cita los jóvenes creadores de todo el mundo y donde desarrollan todo tipo de prototipos (desde inventos científicos a diseños de patronaje o artesanía) y acoge también multitud de espacios gratuitos de estudio donde acuden a diario locales y extranjeros.

Simplemente su diseño diáfano muestra su competencia vanguardista al igual que lo hace su vecina galería de arte Cukrarna, que otrora fue una azucarera y hoy exhibe algunas de las obras más atrevidas del panorama cultural. Esa mezcla de modernidad y tradición es lo que hace especial a Liubliana. Incluso para aquellos a los que les tira más lo bohemio al estilo del Christiania de Copenhague, pueden dirigirse al barrio de Metelkova, definido como la esencia de la revolución contracultural eslovena. Cafeterías y locales de artistas se diseminan por sus calles.

Antes de poner fin a nuestra escapada eslovena dos «tips» culinarios dignos de degustar en tierra balcánica: no se vayan sin probar la kranjska klobasa, la salchicha típica eslovena, una rica versión del conocido gulash y cierren su menú con una gibanica o una potica de postre. A disfrutar.