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Paloma Sánchez-Garnica: «Este es un Premio Planeta muy soñado, pero también muy trabajado»

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Poco después de alzarse con el Premio Planeta, Paloma Sánchez-Garnica sigue emocionada, como si le costara asimilar que lo que está viviendo es real. «Es que este es un libro muy trabajado», comenta antes de iniciar la entrevista con este diario para hablar de «Victoria», la obra galardonada en la edición de este año. Sánchez-Garnica se quita, de esta manera, la espina de haberse quedado «a un punto», como ella misma dice, de lograr el Planeta en 2021 cuando fue para los Carmen Mola mientras ella quedó finalista con «Últimos días en Berlín». Precisamente la capital alemana es uno de los principales escenarios de su nuevo trabajo.

¿Qué ciudad nos encontraremos en «Victoria»?

Es el momento en el que se fragua el auge del espionaje porque Berlín se convierte en el núcleo, en el lugar más peligroso del mundo, con más espías por metro cuadrado. Mi intención era saber cómo fue la Guerra Fría, pero a nivel, no de la gran historia, sino al de los personajes más cotidianos, de los berlineses, de los que estaban allí, tanto los ocupantes como los vencedores. Pero esos personajes salen de Berlín y tienen cada uno un lastre que cargan en la mochila.

Otro de los escenarios de su novela es Estados Unidos, siempre visto como un ejemplo de libertad, aunque en su libro usted trata también el macartismo y el racismo en ese país.

No sé cómo cayó en mis manos un libro sobre el experimento Tuskegee, un estudio clínico llevado a cabo entre 1932 y 1972 en la ciudad de Tuskegee (Alabama), por el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos. También vi una película sobre el tema, por lo que empecé a indagar y me pareció algo digno de contar. Lo que ocurrió es que 600 aparceros afroamericanos fueron estudiados para observar la progresión de la sífilis si no era tratada. Todo esto pasó poco después de que hubiera acabado la guerra.

Coincide con las revelaciones de los experimentos realizados por los nazis años antes.

Sí. Debo decir que no tengo un guion. Voy investigando a medida que escribo explorando la historia como si fuera nueva para mí. Cuando me pongo a escribir no sé lo que va a pasar.

Hablamos de Berlín y Estados Unidos. ¿También descubriremos cómo era la Unión Soviética en ese tiempo?

Sí, la Unión Soviética, la parte del gulag, lo que pasa cuando muere Stalin y se liberan a miles de presos. En la novela aparece cómo se reintegran esos presos en la sociedad, algo que resulta ser una situación muy complicada.

¿El Berlín del final de la guerra es una ciudad de buenos y malos como se nos ha dibujado en alguna ocasión con tinta gruesa?

Ni todos eran buenos ni todos eran malos. Al que le tocó el sector soviético tuvo que adaptarse poco a poco a las instituciones soviéticas y a esa forma política. Los que estaban en el lado occidental tuvieron sus más y sus menos, porque al principio se trataba de la desnazificación, aunque en ese tema tampoco entro. Me interesaba narrar esos quince años del Berlín ocupado, seccionado, dividido, pero sin el Muro, y ver cómo se movían los berlinenses, observar el sector oriental soviético y cómo la trizona se convierte en una dentro de la República Federal Alemana.

¿Y puede verse ese tiempo como un espejo de nuestro mundo actual?

Pues yo creo que sí porque ahora se identifica a los inmigrantes como posibles delincuentes y eso es lo que le pasaba a los negros en Estados Unidos tras el final de la guerra. Hay muchas similitudes.

¿Y con respecto al macartismo, que, como dijimos, también tiene un peso importante en «Victoria»?

El macartismo se desarrolló por el miedo y el pánico que se tenía hacia el comunismo, que se convierte en el gran enemigo de la nación de Estados Unidos. Hay algunos en el poder que quisieron utilizar ese miedo, ese pavor, en su propio beneficio, por lo que empezaron a señalar. Ese es un poder para Estados Unidos en un momento en el que le ha lanzado dos bombas atómicas a Japón. La caza de brujas empezó en Hollywood en 1947, pero ese miedo se instaló en toda la sociedad. Es un poco como el miedo que tenemos ahora.

¿Escribió esta novela pensando en poder presentarse al Premio Planeta?

Es que soy muy persistente y, como les decía a mis chicos Carmen Mola, me quedé a un punto en 2021. Con mi libro «Victoria» pensé: a ver si lo consigo. Cuando terminas la novela te planteas qué hacer con ella y decidí volver a presentarme. Ahora, por fin, he conseguido ese sueño porque este es un premio muy soñado, pero también muy trabajado. Aún lo estoy asimilando y quiero disfrutarlo.