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Октябрь
2024

Cuatro errores financieros que realmente nadie debería repetir

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Algunos coleccionan autos clásicos. Otros, porcelana china. Yo colecciono errores. Los míos y los de los demás.

Puede resultar incómodo ver lo falibles que somos. Pero los errores nos ayudan a ver cómo funciona nuestro cerebro. Mi objetivo al escribir esta nueva columna es investigar el pensamiento financiero, bueno y malo, sobre todo en relación con la inversión.

Si entendemos mejor nuestra mente, deberíamos poder evitar más fácilmente los errores, sobre todo los que nos cuestan dinero.

A veces, la gente comete errores a escala heroica. En el siglo XIX, Alemania cambió un reclamo sobre Zanzíbar, un lucrativo centro comercial, por la franja de Caprivi, un remoto corredor de tierra en medio de África controlado por Gran Bretaña. Esto conectaba a los colonialistas alemanes del suroeste del continente con el caudaloso río Zambeze. Eso debía proporcionarles una valiosa ruta comercial hacia la costa oriental.

Alemania parece haber pasado por alto o subestimado las cataratas Victoria, 64 kilómetros río abajo. A nadie le gustaría pasar por encima de esta cascada de más de 100 metros en un barco a vapor.

El estadista que da nombre a la franja, Graf von Caprivi, es hoy recordado sobre todo como un pésimo negociador con un bigote increíble. Dejaba que su entusiasmo fuera por delante de sus conocimientos.

El difunto Daniel Kahneman, un decano en la toma de decisiones, podría haber clasificado la metedura de pata de Caprivi bajo su acertado epígrafe "lo que ves es todo lo que hay".

Este desliz se produce cuando asumimos que una situación está definida en su totalidad por la información limitada que poseemos. Los inversores somos propensos a ello cuando, por ejemplo, imaginamos que la parte cuantificada de un incipiente desastre empresarial lo es todo.

Esto pasa una y otra vez. En 2011, Lloyds dijo que la venta indebida de seguros le costaría 3200 millones de libras (u$s4550 millones). La factura final del banco fue de más de 20.000 millones de libras (u$s26.000 millones). Las estimaciones iniciales de costos también fueron demasiado bajas cuando se descubrió el presunto blanqueo de dinero en Danske Bank y el mal funcionamiento de los dispositivos médicos fabricados por Philips.

La columna Lex, que dirigí durante varios años, identificó correctamente el déficit del prestamista danés y de la empresa holandesa de tecnología médica. Cuando trabajaba como comentarista de la City, había sugerido con altanería que Lloyds había rellenado su estimación inicial de pasivos para poder liberar provisiones más tarde.

Me acordaba de ese error cada vez que el banco sumaba otros mil millones a los gastos previstos por ventas indebidas. También he cometido muchos errores como inversor privado. He aquí cuatro errores garrafales que espero no repetir jamás.

Planear recuperar el precio de entrada de una mala inversión

A principios de la década de 2010, utilicé un plan de ahorro de mi trabajo para comprar acciones de Pearson. Creyendo erróneamente que la educación era un deseo universal y que Pearson era la única empresa preparada para proporcionarla, entré a poco más de 12 libras (u$s16) por acción. Vendí a alrededor de 10,50 libras (u$s14) hace unos meses.

Me había resistido a vender por debajo de mi precio de entrada porque habría significado cristalizar una pérdida y admitir que era un perdedor, aunque en la escueta disciplina de invertir en multinacionales de la educación. Hubiera sido mejor pensar en mis inversiones en redondo, sin ego y haber vendido antes.

Pensar en precios nominales

Era posible engañarme pensando que una pérdida de 1,50 libras (u$s2) por acción no es tan mala cuando una sucesión de dividendos la compensa. Pero en términos reales, ajustados a la inflación, seguía perdiendo un 14%, incluidos los dividendos.

El único objetivo de invertir es que usted u otra persona puedan gastar el dinero en bienes o servicios en el futuro. Por tanto, hay que ajustar las cifras de rentabilidad al menguante poder adquisitivo del dinero. También debe medir el rendimiento de su cartera en relación con índices de referencia de menor riesgo.

Comprar mucho y vender poco

Nadie lo hace a propósito. Pero los inversores privados suelen entrar y salir de la actividad. Solemos llegar tarde a las fiestas y velatorios del mercado. Una empresa o sector de éxito tiene un halo seductor. La pesadilla y las telarañas se aferran a la empresa o el sector que va mal. Los comentaristas financieros son en parte responsables.

Cuando se lo confesé a un exgestor de fondos, me dijo: "No te preocupes, los periodistas son seguidores naturales de las tendencias". Eso me hizo sentir mejor, hasta que me di cuenta de que "seguidor de tendencias" también describe a los animales de lana que corren en manadas y carecen de instintos básicos de supervivencia.

Una solución es evitar el "cronometrar al mercado", como se denomina a los intentos de comprar barato y vender caro. Pero esto es mucho más difícil de lo que parece. La mayoría de nosotros invertimos el dinero en lotes y lo volvemos a sacar de la misma manera. En ese caso, estamos cronometrando el mercado, aunque no fuera nuestra intención.

Storytelling compulsivo

El ser humano tiene un hambre insaciable de historias. Las historias nos ayudan a asimilar un mundo en el que a menudo reina el caos. Pero es fácil empezar a construir una narrativa sobre un abismo.

Exhibiendo el desparpajo de los jóvenes e ilusos, una vez escribí que la Bolsa japonesa no podía desplomarse. Explicaba que el Ministerio de Finanzas simplemente no lo permitiría. Las acciones de Tokio se redujeron a la mitad en 1990, anunciando tres décadas de estancamiento.

Es cierto que algunos países asiáticos tienen culturas más consensuales que las occidentales. Pero no es cierto que esto permita a sus gobiernos dictar los precios de las acciones.

Estoy libre de una pieza clave del wonky thinking [pensamiento torcido]: imaginar que seré la primera persona en escribir sobre sus aspectos financieros. El brillante compendio de 2012 de Kahneman sobre los sesgos cognitivos, Thinking, Fast and Slow, cuenta con numerosos estudios de casos financieros. El gurú estadounidense de las finanzas personales Jason Zweig ha escrito mucho sobre el tema. Escritores tan lejanos como Joseph de la Vega en 1688 han anatomizado los delirios que atenazan a los inversores.

La pregunta básica es: ¿cómo podemos aprender de nuestros errores?. Eso ha definido a la humanidad desde que un humano primitivo se golpeó el pulgar mientras fabricaba la primera herramienta de piedra.