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«Es difícil no automatizar el sexo si controlas las posturas, el termómetro, las horas...»

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Abc.es 
A sus 33 años, Luciana Mantero se sentía muy ilusionada por la idea de planificar tener su segundo hijo. Sin embargo, sus deseos se hicieron de rogar. Tras meses de intentos fallidos, su médico le diagnosticó menopausia precoz. No podría tener un hijo con su propio óvulo. «Fue muy doloroso, un auténtico mazazo, escuchar lo que me ocurría. Siempre se piensa que la maternidad es un proceso al que se llega de forma natural y convencional». Se puso a investigar y se percató de que normalmente se habla de las mujeres que no pueden tener su primer hijo, «pero se aborda muy poco la infertilidad secundaria , sobre la imposibilidad de algunas mujeres de volver a ser madres, y que, sin embargo, es muy común y está muy extendida, lo que no quita que te produzca un gran desconsuelo. Me di cuenta de que se subestima el dolor de la infertilidad y es algo que afecta mucho a tu vida. Para mí fue como un fuerte golpe en la mandíbula. Dificilísimo de aceptar». Lejos de conformarte con el diagnóstico decidiste armarte de coraje y luchar contra viento y marea por ese embarazo. ¿Cómo fue tu periplo en esta búsqueda de la fertilidad perdida? Al principio fui buscando una solución, una receta mágica, una pastilla que que hiciera que todo el diagnóstico pareciera mentira. En esta situación es normal hasta enfadarse con los médicos porque te dicen cosas que no quieres escuchar. Las mujeres atraviesan momentos de mucha fragilidad y el recorrido en el sistema sanitario se hace muy duro porque la medicina está muy deshumanizada. Se agradece que los médicos te miren a los ojos. Que te hablen con sinceridad. Incluso, que reconozcan que no tienen certeza de lo que puede pasar, que van a hacer todo lo posible, te van a ayudar…; pero no te garantizan nada, no te hacen promesas falsas. Yo fui de médico en médico. Unos me consideraban un número, y otros se preocupaban y me recomendaban que cuidara mi salud mental. Para mi fue fundamental que me transmitieran que el diagnóstico de infertilidad es también un problema emocional que requiere un espacio de terapia para hablar y observarse, tanto para la mujer como para el hombre. No obstante, entendí que mis opciones eran la ovodonación o la adopción. Tras un gran duelo y muchos miedos, abracé la posibilidad de la ovodonación. El proceso duró tres años y, en contra de todos los pronósticos médicos, me quedé embarazada de manera natural, a pesar de tener sólo el 5% de posibilidades de conseguirlo de esta manera convencional. ¿Qué significó, a pesar de tener todos los elementos en tu contra, lograr este segundo embarazo después de tres años de ir de consulta en consulta? ¿Qué aprendizaje supuso ese periodo para ti? Aprendí mucho sobre la vida, sobre las necesidades del propio cuerpo y cómo se asumen y te entregas de manera muy personal a las situaciones que la vida te presenta. ¿Es la incertidumbre lo peor de esta espera? ¿Cómo se maneja el hecho de sentirte presionada, como mencionas en tu libro, por el cuco del reloj que te avisa cada mes de que no consigues ese embarazo y el tiempo va pasando en tu contra? Es como vivir entre paréntesis. Un destiempo. Supone estar inmersa en un deseo que es mucho más fuerte de lo que yo creía y que no te deja seguir con la vida cotidiana. Es frenar la vida a la espera continua de un resultado. Esto lo hace más angustiante. Muchas veces piensas que esta situación se va a resolver al mes siguiente, pero hay tratamientos de fertilidad que duran años. Para mí fue muy importante ir despacio para entender mis procesos personales, atar mis duelos cuando me diagnosticaron menopausia precoz y me dijeron que no podría tener un hijo con mi propio óvulo. Para decidir qué hacer necesité tiempo. Mientras el reloj biológico te va dando toques, toques y toques, es necesario tomarse cierto tiempo interior para procesar todo. La medicina te aconseja que vayas rápido, que actúes, que comiences los tratamientos cuanto antes, pero hace falta reflexionar para tomar decisiones que son fundamentales para tu vida y para la vida de tu futuro hijo. Para mí fue muy importante reflexionar para respetar mis momentos y pensar de forma más consciente qué quería hacer. ¿Qué supone para una mujer tomar finalmente una decisión y ponerse en manos de la ciencia, no por una enfermedad que es una situación normalizada, sino por el deseo de ser madre? Se pasa mucho miedo, incertidumbre, soledad… Te sientes culpable por estar atravesando ese proceso, a pesar de no ser culpa de nadie, pero uno se auto inflige. ¿Se siente una menos mujer por el hecho de no poder ser madre cuando se desea tener un hijo? Se percibe como algo negativo, un estigma. Por eso las mujeres ocultamos todos estos procesos tan dolorosos y difíciles. Hace años las mujeres afectadas no se manifestaban abiertamente por una cuestión de conservadurismo, todo lo que le afectaba a la mujer se ponía por debajo de la mesa, se escondía. Hoy, en épocas más feministas, también se subestima el dolor de la mujer porque se presupone que tenemos que poder con todo, por esa sobre exigencia de ir a la par del hombre y, por ello, no se puede perder tiempo en la búsqueda de un hijo. Hay una vulnerabilidad muy grande que nos deja muy solas. Piensas que eres menos mujer, te sientes culpable por no tener un hijo, por no dárselo a tu pareja... Es algo vergonzante. A ellos les pasa lo mismo cuando les dicen que son infértiles, se sienten menos hombres porque la fertilidad se asocia a la potencia, a la virilidad (o feminidad en el caso de las mujeres), lo que es un error, pero este mensaje está instalado en nuestro inconsciente. Es importante ir desarmándolo. Los hombres también sienten culpa y vergüenza, pero ellos ocupan un rol de fortaleza para sostener a la mujer, por esa idea patriarcal de que los varones son los fuertes y, por ello, muchas veces inhiben las emociones cuando para ellos la situación también les resulta totalmente dolorosa. No obstante, cada vez más, por suerte, tienden a hablar. Se está reconociendo la vulnerabilidad como algo bueno en ellos. ¿Cómo se afronta ese sentimiento de soledad y vergüenza en un momento social en el que las mujeres retrasan la edad para ser madres y muchas encuentran dificultades cuando se ponen a ello? Es importante hablarlo, sacarlo de debajo de la alfombra y darle luz a esta situación. También son necesarios más espacios para terapias emocionales y psicológicas y que se normalice el apoyo a la mujer. Es más, en las clínicas de fertilidad debería ser una prescripción obligatoria. Yo abarqué mi proceso de soledad con encuentros de tribu, con momentos de reuniones de mujeres que atravesábamos el mismo proceso y nos sentíamos solas. Estar en contacto nos hacía sentir acompañadas, que no estábamos locas... Aprendíamos una de las otras. En mi caso, la escritura me sirvió para poner en valor lo que yo había vivido, me valoré a mí misma y pude ver la fuerza que había tenido durante el proceso y todo lo que había crecido en esta situación tan desafortunada. Por eso, hoy imparto talleres virtuales en los que mujeres de todo el mundo de habla hispana ponemos en común lo que sentimos. Escribimos como herramienta terapéutica para tomar distancia del problema para poder entender, crecer, estar mejor, aceptar de otra manera la situación, abrazarla, porque, en definitiva, el relato que una se arma sobre cómo se vive esta circunstancia es la manera en la que te lo vas a tomar y entender. Es decir, hay mujeres a las que aceptar un óvulo que no sea suyo les parece un tremendo disparate y, sin embargo, a otras una estupenda solución a la que se agarran. A través de la terapia, la escritura, la meditación..., ves las cosas de otra manera, con distancia. Sin embargo, hay mujeres que no cuentan su situación ni a su propia familia. Sí, es así. Es tremendo, tremendo. ¿Cómo convencerlas para que den un paso al frente y puedan sentirse acompañadas en su proceso? Es muy importante sacar el estigma de la vergüenza. El hecho de no poder tener hijos no puede ser algo vergonzante, sino una dificultad de un momento, una montaña que hay que escalar, como cuando alguien debe cambiar de trabajo o asumir una enfermedad. De hecho, la Organización Mundial de la Salud considera la infertilidad como una enfermedad. Y en esa situación de vulnerabilidad uno necesita transmitir lo que le pasa. Es fundamental poder contar con la gente que uno quiere. En mi caso, mi marido viene de una familia más conservadora, más tradicional, y cuando les conté la idea de tener a mi hijo por ovodonación creí que iba a ser un escándalo. Fue lo contrario. Me dijeron 'no lo pienses tanto, hazlo por un acto de amor'. Se me quitaron muchos prejuicios. Sin duda, hay que contar con las personas a las que se quiere. ¿Hasta dónde puede llegar una mujer en su deseo por tener hijos? Se pasan muchas barreras y los límites a veces salen corriendo. Es difícil establecer caminos, recetas, en este recorrido de la infertilidad porque no hay una sola manera de vivirlo e, incluso, hay muchas cuestiones personales. Creo que cada uno tiene su propio límite y pesan mucho las cuestiones morales, éticas y sociales. Por eso, es muy importante frenar, tomar conciencia, revisar, dejarse asesorar y escuchar el corazón y saber lo que vale la pena. Hay veces que no se logra ese hijo y hay que pensar en otras maneras de poner ese amor y seguir siendo feliz en la vida. Es una realidad que muchas mujeres se quedan con el cuerpo roto, la pareja rota…, totalmente deprimidas porque quizás hasta han abandonado sus amistades por centrarse en su ansiada maternidad. En esta búsqueda se mantienen relaciones sexuales con el calendario en la mano, el termómetro… ¿Cómo afecta esto al erotismo, al deseo; en definitiva, a la relación de pareja? Es muy difícil atravesar la búsqueda de un hijo que no llega sin automatizar la vida sexual. Muy difícil: Creo que es importante buscar maneras para no acabar con el erotismo, como tratar de reírse de la situación, buscar el aliado del humor… Hay que ser consciente de que no hay que intentar controlar todo (temperatura, horas, posturas…) porque la llegada de la vida es algo impredecible e incontrolable. ¿Es importante más que nunca mantener una buena comunicación? Efectivamente, el mejor consejo que me dieron en este camino fue buscar un espacio de charla de pareja. Esto no es un problema ni de uno ni el otro; es de los dos. Se tienen que apoyar y estar juntos. Las mujeres, a pesar de la imagen de súperpoder, tienen que dejarse apoyar y ser cuidadas. ¿Por qué rompen la relación algunas parejas al verse inmersas en un asunto que incumbe a los dos? El problema es que muchas veces se echan la culpa unos a otros, hay resentimiento, y un deterioro de la vida sexual. En vez de hacer equipo, se tensan y cada uno busca su espacio. Esa nube de tristeza nubla mucho la relación. Por eso es tan importante cuidar al otro, conversar, trabajar el erotismo, ir al fondo de las cuestiones que se plantean y no dar nada por supuesto de lo que el otro piensa. Hay mujeres que después de muchos intentos y tratamientos de fertilidad logran ese positivo con el que soñaban, pero pierden el bebé esperado a las pocas semanas o meses. ¿Cómo se vive ese momento? ¿Está lo suficientemente valorado en nuestra sociedad actual? Realmente es una salvajada pretender que una mujer después de perder un embarazo se vaya a trabajar. Hay mucho dolor físico y emocional, incluso riesgo para la propia vida. Los médicos son los verdaderos responsables de dar valor a lo que significa esta pérdida. Creo que están tan acostumbrados a lidiar con la enfermedad grave, con patologías que se consideran más severas, que se banaliza un poco este asunto. Se subestima. La infertilidad es una enfermedad que queda siempre deslucida alrededor de otras cuestiones, pero es tan fuerte el dolor emocional que hay que darle el valor que tiene. Los psicólogos dicen que el duelo de estas pérdidas, la angustia que se siente, la tristeza a lo largo de los años de espera de un hijo que no llega es equiparable al duelo por la muerte de un ser querido. En cada intento, una se despide de ese hijo que no vive. Hay que darle el valor que corresponde a esta situación, tanto por parte de las sociedad como de las empresas para que den más permisos… ¿De dónde sacan fuerzas las mujeres que no lo logran después de mucho tiempo, y que tienen una pérdida, para seguir luchando? Es muy duro. Una compañera del taller va por su quinta pérdida y es desgarrador. Uno no sabe cómo ayudar. Es una gran impotencia porque no hay una receta para consolar en estos casos. El deseo de procrear es en algunas mujeres tan fuerte que nos hace persistir. La resiliencia es un aprendizaje muy importante. Pero en ocasiones también hay que saber escucharse y parar. Poner en la balanza las distintas opciones y no pensar que porque se termine este camino, mi vida se acaba. Hay muchas mujeres que lucharon y no lograron ese hijo, pero pudieron armar su vida y estar felices. Hoy, en las redes sociales existen numerosas mujeres que cuentan sus experiencias, cómo decidieron adoptar, cómo disfrutan de sus sobrinos… Pero es desgarradora la pérdida de embarazos. ¿Y cuando nace ese bebé tan deseado, ¿se le quiere de manera diferente? ¿Se le protege mucho más por todo lo que ha supuesto poder llegar a tenerlo en brazos? Yo diría que no se les quiere de manera diferente porque sería infravalorar a los niños que nacen de manera convencional, pero sí es cierto que uno, como madre o padre, cambia; tiene una valoración distinta en cuanto al tiempo que quieren dedicarle. Es como un velo que se corre frente a la maravilla de la vida y que quizás antes se daba por sentado. Hay otro disfrute, otra conexión. Es posible que algunas madres y padres se vuelvan obsesivos y miedosos pero, en términos generales, prima el disfrute por tener un bebé que requiere nuestro amor y cuidado que, sin duda, se pone más de manifiesto. ¿Qué mensaje darías a esas mujeres que en estos momentos están en la búsqueda desesperada por tener un hijo? En primer lugar les diría que no se depriman porque este proceso lo atraviesan en el mundo millones de mujeres y no se han hundido. Que busquen apoyo, que no se sientan solas, que entiendan que hay una tribu de muchísimas mujeres atravesando la misma situación. Que localicen en las redes sociales organizaciones, talleres, herramientas… para compartir lo que sienten. Lo peor que pueden hacer es encerrarse en el dolor porque el dolor paraliza y no nos deja continuar con nuestra vida. También deben entender que lo que les ocurre no es su culpa. La llegada de la vida es algo que uno no puede controlar, no hay responsabilidad directa, a pesar de que seguro que en estos momentos hay muchas mujeres que se lamentan de haber postergado su maternidad y encontrarse después que no pueden concebir un hijo cuando lo desean. Es necesario crear conciencia en nuestra sociedad para que las mujeres puedan tomar decisiones sobre su maternidad pero con la información en la mano. Y, sobre todo, que se traten bien, que abracen sus afectos y que cuiden mucho a la pareja.