El Museo ABC abre sus puertas al teatro musical ilustrado de los felices años veinte
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Jacinto Guerrero (1895-1951) y cuatro de sus obras -'El huésped del sevillano', 'El sobre verde', 'La orgía dorada' y 'La rosa del azafrán'- son el eje sobre el que gira la exposición 'Artificios teatrales, la escena musical de los felices veinte', que abre sus puertas hoy en el Museo ABC , donde estará hasta el 8 de marzo de 2025. «A partir del mundo de la revista, colorido y luminoso y el de la zarzuela, más costumbrista, con escenografías más pegadas a la tierra, hemos construido la exposición», dice Alberto González Lapuente , crítico musical de ABC y comisario de la muestra junto a Inmaculada Corcho , directora del Museo ABC. La conexión entre la escena de finales de los años veinte -y más específicamente las escenografías- y las corrientes artísticas es el 'leitmotiv' de la exposición. Los fondos provienen tanto de la Fundación Guerrero como del Museo ABC. «No hay que olvidar -sigue González Lapuente- que aunque fuera un teatro puramente popular, y hoy en día tengamos una imagen de la zarzuela muy vulgar en muchos sentidos, los mejores escenógrafos y los mejores directores teatrales de la época trabajaban en estos teatros . Se trataba de gente muy formada, que conocía perfectamente el teatro europeo y que importaba a España lo que se estaba haciendo en Europa aunque en condiciones más pequeñas». La directora del Museo ABC añade que «algunos de los escenógrafos del momento eran también ilustradores: Pedro Mairata, Emili Ferrer, Delhy Tejero ... Ambos mundo coexistían. Las vanguardias no se habían desarrollado como en Europa, y por otro lado hubo un revisionismo de los temas más populares, más costumbristas, para convertirlos en seña de identidad. Hay una revisión estilística de esos temas, una modernización en su manera de verlos y representarlos». La exposición, que trata de recrear el ambiente de un teatro, está presidida por siete teatritos en los que el escenógrafo Javier Chavarría , en los que ha recreado siete escenografías de las cuatro obras mencionadas. 'El sobre verde' y 'La orgía dorada' - «la gran desconocida, y sin embargo la gran revista de gran espectáculo de la época, que se hizo en el Price con un alarde escenográfico absolutamente brutal», dice González Lapuente- presentan el oropel y el exceso de la revista, mientras que la austeridad preside las escenas de 'La rosa del azafrán' y 'El huésped del sevillano'. La recreación parte de las fotografías de la época. «Algunas tenían mucho detalle pero en otras solamente contábamos con un documento de prensa en un papel muy malo», explica Chavarría, que añade que lo primero fue realizar un trabajo de investigación, entendiendo muy bien cómo funciona el peine del escenario, cómo se suceden los números... Tienen un efecto tapiz donde todo ocurre en vertical, no en plano». El resultado son siete maquetas que tratan de acercarse a lo que el público de la época veía. «En el caso de la revista -explica González Lapuente- hemos probado distintos colores para ver los que funcionaban mejor para lograr una reconstrucción absolutamente inédita. ¿Es real? No. ¿Pero es posible? Quizá. Pero sin lugar a dudas es divertido. Más que una exposición es un divertimento». «La ilustración incorpora, en los años veinte y treinta, colores imposibles; hasta entonces no se habían podido aplicar por la calidad de la reproducción y porque no habían aparecido los tejidos sintéticos -el plexiglás, el nylon-, que permitieron nuevas posibilidades a las escenografía. Los amarillos, los azules -que después derivarían en el azul Klein en los años setenta-... De hecho, ha sido la justificación para que Javier cometiera alguna locura», completa Inmaculada Corcho. La exposición permite conocer varios aspectos curiosos del mundo de la escena de aquellos años. «Estas obras eran muy populares -relata González Lapuente- y se hacían grandes reportajes en la prensa. Cada periódico enviaba a su fotógrafo, y hay muchísimas fotografías de las escenas. En la Fundación Guerrero tenemos alrededor de mil fotografías de zarzuelas de revistas de la época; creíamos que muchas estaban repetidas, pero hemos descubierto que hay pequeñas diferencias según donde estuviera situado el fotógrafo y cuál fuera su tiro de cámara». En aquellas fotografías, que luego podían servir para la portada de las partituras, para carteles, para programas de mano, para postales con la letra de los cantables en el reverso, para la prensa -a veces retocadas con una pintura blanca alrededor de las figuras, para siluetearlas-. «En todo este material -tercia Inmaculada Corcho- trabajaban también los ilustradores. Y es que las escenografías eran muy pintadas; al final, el ilustrador tenía un lugar natural en el teatro.