Las cicatrices psicológicas en Gaza durarán generaciones, siendo las mujeres y los niños los más afectados
Según ONU Mujeres, casi toda la población de Gaza sufre de trauma acumulado y, según una encuesta, el 75% de las mujeres informó sentirse deprimida regularmente
Areej Ashour ha pasado el último año atrapada en un ciclo implacable de violencia y supervivencia. Vive en una tienda de campaña con su esposo y sus cuatro hijos tras haber sido desplazados de su hogar en el oeste de la ciudad de Gaza.
Desde el comienzo de la ofensiva de Israel contra Gaza en octubre de 2023, Ashour ha enfrentado el trauma del desplazamiento y la presión psicológica por el deterioro de la salud mental de su esposo, lo que le ha dejado sintiéndose aislada y más vulnerable.
La familia de Areej ha sido desplazada varias veces desde que comenzó la guerra. Al principio, buscaron refugio en Rafah, pasando dos días en las calles antes de encontrar finalmente cobijo en una escuela convertida en un refugio. “Al principio, mi esposo y yo estábamos hacinados en un aula con su familia”, recuerda. “Después de dos días en la calle, no teníamos otra opción. Pero luego mi familia en el norte de Gaza me contactó, desesperada y hambrienta por el asedio. Rogaron venir al sur, y cuando llegaron, todo se llenó. El estrés era insoportable y comenzaron las discusiones entre mi familia y mis suegros. Sentía que todo se derrumbaba a nuestro alrededor”.
La situación empeoró cuando Areej fue separada de su esposo y sus hijos durante tres agonizantes semanas. “No podía dormir ni comer. Todos los días me ponía en contacto, esperando escuchar alguna noticia sobre mis hijos”, explica. “Los momentos más difíciles eran cuando escuchaba bombardeos cerca de ellos. Cada explosión desgarraba mi corazón porque no sabía si estaban a salvo”
Tras conseguir reunirse, Areej y su esposo tuvieron que desplazarse nuevamente, esta vez a Deir al-Balah, donde ahora sobreviven en una tienda de campaña. “Mi esposo ha cambiado. Ya no es el hombre que conocía. Él solía llevar una cafetería junto a la playa, un lugar que nos traía alegría y estabilidad. Ahora, está agotado mentalmente por la guerra y estalla en ira”, explica. “Cada vez que le pido algo, lo que sea, se enfada porque se siente impotente. Cree que nos ha fallado, y esa frustración a menudo se manifiesta como ira dirigida hacia mí”.
El miedo de Areej a perder a su familia profundiza su estrés. “Tengo terror de perder el derecho a ver a mis hijos si nos separamos”, añade, con la voz temblorosa mientras reconoce que los problemas con su marido le han llevado a plantearse el divorcio.
Si bien la supervivencia inmediata sigue siendo una preocupación urgente en medio de los ataques, la crisis de salud mental en Gaza es igualmente preocupante. Los expertos advierten que las cicatrices psicológicas de este conflicto durarán generaciones, siendo las mujeres y los niños los más afectados por el trauma.
Según ONU Mujeres, casi toda la población de Gaza sufre de trauma acumulado, siendo las mujeres, los niños, los ancianos y las personas con discapacidades los más afectados. Una encuesta a 305 mujeres realizada por ONU Mujeres reveló estadísticas alarmantes: el 75% informó sentirse deprimida regularmente, el 62% luchaba contra el insomnio y el 65% experimentaba nerviosismo frecuente y pesadillas.
El coste emocional de la separación familiar
La separación familiar se ha convertido en una crisis demasiado común en Gaza, agravando el dolor en una situación ya de por sí desesperante. Saidah Abu Sharikh, madre de ocho hijos, ha enfrentado esta realidad desgarradora. Después de huir hacia el sur con sus hijos, su esposo decidió quedarse en el norte de Gaza, temiendo que su hogar fuera destruido si lo abandonaba. “Ahora soy la madre y el padre”, dice, con la voz cargada de emoción. “El peso de cuidar a nuestra familia recae únicamente sobre mis hombros, y es abrumador. Cada día siento cómo la presión se intensifica. Él se quedó por miedo, pero ahora la carga recae solo sobre mí. Ayer hablé con él por teléfono, y le dije: ‘Casi puedo olerte a través del teléfono’. Después lloré. Le echo mucho de menos, pero tengo que ser fuerte por nuestros hijos”.
El dolor de Saida se profundizó cuando su hijo de 23 años perdió una pierna en un bombardeo poco después de que huyeran. “Ese día se suponía que sería de alegría”, recuerda. “Mi hijo acababa de encontrar trabajo llenando contenedores de agua para familias desplazadas. Estábamos tan felices; iba a poder mantenernos. Lo celebramos de la única manera que conocíamos: haciendo café, riendo y compartiendo pipas. Pero luego escuchamos gritos de que un edificio cercano sería bombardeado. Le dije: ‘Tenemos que irnos ahora’. Él acababa de regresar del mercado con un plato de comida. Dijo: ‘Solo iré un momento a dejar esto en la tienda’. Pero en cuanto llegó a la tienda, el área fue bombardeada y perdió la pierna”.
Su hijo ha soportado 25 cirugías desde ese día. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse fuerte por él, Saidah siente que su corazón se rompe cada día. “Celebré su cumpleaños en el hospital para animarlo, pero por dentro estoy destrozada. Trato de ser valiente por él y por todos mis hijos”, afirma. Pero el dolor es insoportable.