Los peones de Sánchez se lanzan a controlar el postsanchismo
L a complicación del «caso Ábalos», tras el último informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, ha caído como un misil en un PSOE, que siente cómo se mueven sus costuras internas, aunque en Moncloa sigan confiando en que nada ni nadie puedan alterar la puesta en escena del cierre de filas con el líder nacional que preparan para el Congreso Federal de finales de noviembre. Lo paradójico, y más grave, es que la pelea por el control territorial del PSOE no está directamente relacionada con un proceso de renovación dirigido a mejorar las expectativas electorales de la formación en las próximas urnas. Al menos así lo denuncian desde ese grupo de líderes a los que Ferraz quiere liquidar en los próximos congresos regionales. Estos nombres, señalados como candidatos al patíbulo, dicen que el partido vive «en un estado de pseudo guerra civil que atiende a intereses orgánicos», o dicho de otra manera, «a la obsesión de los segundos niveles de Pedro Sánchez por tomar el control absoluto del partido, de todas las federaciones, para cuando llegue la etapa de gestionar el postsanchismo».
Las novedades en el «caso Ábalos», que limitan el margen de Moncloa para utilizar al exministro como cordón sanitario, dan aire a los que han empezado a mover la revuelta. Y, en la medida en que puedan, también usarán esta nueva vía de agua en Moncloa que suponen la corrupción y todo lo que se mueve alrededor del exministro de Fomento para defender sus posiciones desde sus respectivos «fuertes».
El grupo de líderes territoriales, que hablan y conciertan estrategias con la máxima discreción posible para evitar represalias de Ferraz, apunta contra tres nombres de la cercanía del presidente del Gobierno, como representantes, en todo caso, de esos segundos niveles del equipo presidencial que ven maniobrando a fin de posicionarse para cuando Sánchez deje de estar en la Presidencia del Gobierno. Señalan a Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, y también a otros hombres de partido que han crecido al lado de Sánchez, como Antonio Hernando, hoy secretario de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras, y el flamante nuevo ministro Óscar López, de quienes dicen que están ya trabajando para tener todo el control de las federaciones territoriales y, de esta manera, garantizarse también el control del proceso de relevo del presidente.
En el tuétano del «sanchismo» miran hacia un futuro sin Sánchez, con independencia de cuanto se repita el mantra de que se agotará la legislatura y aunque lo nieguen jurándolo sobre la Biblia. Y de la misma manera que en el Congreso Federal hay quien ve signos de que se está preparando al partido para un adelanto electoral, los congresos regionales de principios del próximo año se leen como una operación encubierta de asalto de Ferraz a todas las federaciones para usarlas luego como palanca desde la que dirigir lo que viene, en cuanto a equipo y estrategia, tras la etapa del actual secretario general. A este también le interesa que sean los suyos quienes dirijan ese proceso para garantizarse un respeto lo más ordenado a su polémico legado.
Negativa
Todo estos movimientos pueden sonar, a simple vista, a ciencia ficción, dada la probada resistencia del presidente del Gobierno ante todas las dificultades que se le han puesto enfrente. Pero en cuanto se rasca un poco en las federaciones colocadas ya en la picota por Ferraz, el análisis de la situación y la manera de ver lo que se está haciendo en Madrid es asombrosamente coincidente. También las quejas contra Cerdán, no solo porque se le culpe de distribuir basura contra compañeros de partido para derribarles, sino por sus formas y por su negativa a hablar de política con ellos y de las decisiones adoptadas en Moncloa en la negociación con los independentistas, como aquellas que contradicen la posición tradicional del PSOE en temas capitales y sensibles (véase la amnistía o la financiación autonómica). La desestabilización de liderazgos como el de Luis Tudanca (Castilla y León), Miguel Ángel Gallardo (Extremadura) o Juan Lobato (Madrid) se produce sin que se anticipen liderazgos alternativos más sólidos e incluso, en algunos casos, como ocurre en Madrid, sin atender a la evolución del partido en un contexto muy complicado (por una política nacional del PSOE que es un lastre para la organización madrileña y sin dar tiempo a que cuaje el proyecto).
Cerdán no coge el teléfono, y si lo coge es para negarse a debatir sobre los temas que marcan la agenda política y que dificultan a los líderes territoriales gestionar las expectativas del PSOE en sus circunscripciones electorales, pero no es el único. La ministra de Hacienda, Maria Jesús Montero, tiene en su lista de mensajes pendientes algunos de compañeros de partido, en los que simplemente pedían claves para fijar posición sobre el acuerdo de financiación con ERC. Ahí siguen sin tener respuesta alguna.
El presidente Sánchez dio a entender en la recepción en el Palacio Real, posterior al desfile militar con motivo del Día de la Fiesta Nacional, que prepara cambios muy relevantes en la dirección del partido. Ahí los puestos clave son el de Cerdán y el de la vicesecretaria, la ministra de Hacienda. Hasta ahora, en el PSOE siempre se había dado por hecha la continuidad de Cerdán, como guardia de los secretos del partido y también de la negociación con el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont fuera de España. Pero Sánchez ya ha demostrado que nada se puede dar por seguro. Por cierto, en la revuelta territorial, en Andalucía se ha confirmado la oficialidad de la corriente alternativa a Juan Espadas, de la que informó este periódico hace justo una semana. Espadas era hasta ahora el candidato oficial de Ferraz, no por buen candidato, sino porque es el más manejable por los intereses nacionales. En Valencia hay revuelta contra la ministra Diana Morant. Y tampoco están las aguas tranquilas en Murcia o Baleares.