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Октябрь
2024

Escribir provoca la felicidad

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Cada martes, desde hace más de 25 años, un puñado de almas aferradas a la palabra se desplazan hacia una locación variable. Puede ser una casa o un café donde cumplen el ritual de compartir labores alrededor de su pasión común: la creación literaria. A lo largo de este tiempo, algunos partieron, otros recién llegan, pero los más prevalecen.

Estos hombres y mujeres conforman La Garúa, un taller permanente de escritura que ha producido, a la fecha, 15 publicaciones colectivas e individuales. En esta odisea sobre mares de tinta, las personas integrantes de La Garúa disfrutan el placer de avanzar, aprendiendo entre sí y consolidando su propia visión del potencial que tiene la literatura para transformar a quien la produce y a quien la consume.

El taller de técnicas narrativas

Hacia finales del siglo XX, el publicista y escritor argentino Ricardo Martin (1935-2009) animaba la vida literaria de San José de Costa Rica. Aquí se propuso replicar las experiencias formativas que había recibido de Ernesto Sábato y Augusto Roa Bastos, en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).

La estrategia pedagógica de Martin era sistemática y eficaz: compartía recursos técnicos acompañados de ejemplos y ejercicios que los talleristas ponían a prueba. Los textos resultantes eran sometidos al análisis grupal y a sucesivas reescrituras. De hecho, estos insumos técnicos, redactados a mano por Martin, se preservan en una especie de vademécum que La Garúa atesora.

A fuerza de afilar las herramientas y pulir frase tras frase, los primeros ejercicios evolucionaron hasta adquirir el rango de cuentos. Los materiales se acumularon a tal punto que, en el 2005, se hizo patente la necesidad de socializarlos. Así vio la luz Esta boca es nuestra, una compilación de relatos cortos editada de manera independiente y publicada por Editorial Lunes.

En el prólogo del libro, Martin sintetizó la visión de La Garúa al señalar que las narraciones seleccionadas eran “inventos escritos con rigor y con pasión”. Esta boca es nuestra evidenció el potencial productivo de La Garúa y demostró que la metodología del trabajo grupal, lejos de homologar estilos o temas, abría un espectro amplio de poéticas que viajaban entre el realismo y lo fantástico o entre lo social y lo íntimo.

La escritura debe continuar

En el 2009, con el fallecimiento de Ricardo Martin, La Garúa tomó la decisión de seguir su viaje creativo. Quedaban, aún, muchas historias por contar. Aferrados a sus metas, adoptaron como punto de encuentro la casa-finca de Solum Donas, artista plástico, médico y escritor uruguayo. El encanto del predio –conocido como La Garúa– sedujo a los talleristas que, sin dudarlo, bautizaron al colectivo de siempre con el nombre del hogar anfitrión.

En el 2012, el grupo volvió a la carga con la publicación de ocho libros de autorías individuales que reunían cerca de quinientos relatos. El lanzamiento de esta colección se llevó a cabo en el Instituto de México y recibió cobertura de distintos medios.

Al llegar el 2020, el acecho pandémico del covid-19 puso en suspenso las reuniones presenciales de los martes. Lejos de amilanarse, La Garúa se movió de inmediato hacia la virtualidad. Sus integrantes confiesan que cada semana, antes de encender las computadoras, se acicalaban con esmero para participar del ritual –casi religioso– de someter sus textos a la mirada lúcida de los otros.

La pandemia no evitó que, entre el 2022 y el 2023, La Garúa añadiera cinco nuevos títulos a su catálogo. Los libros continuaban la línea de trabajo del grupo, privilegiando los relatos cortos de ficción. Al igual que en otras oportunidades, La Garúa en pleno asumió el diseño de las portadas, la corrección de pruebas y el seguimiento al proceso de fabricación del tiraje.

Un martes de taller

En junio, La Garúa nos abrió sus puertas para que observáramos una sesión de trabajo. Junto a la anfitriona –Ileana Piszk– aguardaban Elba Cleves, Gloria Lucía Henao, Edel-Mari Pérez, Nancy Rojas, Juan Manuel Román y Jorge Rivera. Floria Herrero –quien vive en Austria– y Sandra Piszk participaron de manera virtual.

Sin tiempo que perder, los textos comenzaron a desplegarse en la voz de sus creadores. Uno a uno, fueron valorados por su fondo y forma. En palabras del mismo grupo, lo que se pone sobre la mesa es “respetuosamente criticado, golpeado, desbaratado y acuchillado”. Esta afirmación no pasa de ser un chiste interno ya que, durante la sesión, privó el diálogo crítico, pero empático y propositivo. La premisa de que la última palabra la tiene la persona autora fue asumida a cabalidad.

En el ideario de La Garúa, los aportes colectivos se suman y permiten vislumbrar las mil posibilidades de cada propuesta, pero también desarrollan la capacidad de escuchar profesionalmente. De esa manera se separa el análisis técnico del inevitable vínculo afectivo que existe entre quien escribe y su creación. En este escenario, el término “corrección” es sustituido por “sugerencia”. La meta ulterior es enriquecer el trabajo de los demás, a fin de alcanzar la síntesis y potencia expresivas del texto.

Hacia el final de la sesión, me atreví a formular una pregunta, en apariencia, obvia: ¿para qué escribir relatos de ficción? Al silencio reflexivo de La Garúa le siguió un aguacero de afirmaciones que se condensaron en una respuesta coral, casi un manifiesto.

Escribir es un acto placentero y un estado de gracia que nos aleja de lo cotidiano. Es una práctica de mejoramiento personal que nos permite aprender y dar forma a las ideas propias. Es, también, el registro de nuestra necesidad expresiva y, por lo tanto, constancia de cómo habitamos el mundo.

Escribir no es un pasatiempo. Es un acto sagrado que nos acerca a otras personas, cuyas sensibilidades quizás podamos tocar. Escribir implica ejercer la humildad porque es muy probable que todos los temas hayan sido abordados. Aun así, queda margen para encontrar formas novedosas de presentarlos.

En última instancia, escribir provoca la felicidad.

Recuadro 1

Algunos títulos publicados

Esta boca es nuestra (cuento, colectiva, 2005)

Estación Azrael (cuento, Gloria Lucía Henao, 2012)

El alfarero (cuento, Ileana Piszk, 2017)

Cuentos al atardecer (cuento, Elba Cleves, 2023)

El libro alquilado (cuento, Edel-Mari Pérez, 2023 )

Cuentos de hoy y siempre (cuento, Floria Herrero, 2023)

Los cuentos de esta noche (cuento, Juan Manuel Román y Nancy Rojas, 2023)

Recuadro 2

Abuela

Entre recuerdos amarillos y arrugados, pensé en mi abuela; no la conocí, estaba lejos, sólo un débil hilo de amor nos unía. Tan lejos, que no pudo enseñarme como toda abuela, su silabario. Por fotografías sepia traté de adivinarla, su sonrisa, el color de sus ojos, algún destello de luz. Miré sus fotos, miré sus manos arrugadas, inventé historias y aquella tarde, jugué con ella.

Elba Cleves (Cuentos al atardecer, 2023)

Recuadro 3

Contacto

Puede consultar el catálogo completo de La Garúa en http://garua1998.blogspot.com/). Para información sobre disponibilidad y compra de ejemplares, contacte a tallerlagarua@gmail.com