Alvise y el logo ardilla: cómo los memes han pasado de lo humorístico a instrumentos de la extrema derecha
Hace tiempo que el meme y su fórmula simplificada para transmitir ideas ha tomado protagonismo en política. El caso de Alvise y la resignificación de la ardilla que se usó originariamente como insulto hacia él es un ejemplo: "Se puede atraer a mucha gente con la estética para luego ideologizarla"
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La noche del 9 de junio de este año, un agitador de ultraderecha que se vende como outsider de la política dio la sorpresa en las elecciones europeas logrando 800.000 votos y tres escaños con el partido Se Acabó La Fiesta. Para buena parte de la población española, seguramente ese fue el momento en el que vio por primera vez un curioso logo electoral: una ardilla con máscara de Anonymous. Todos los blogs de marketing que dan consejos para crear una identidad de marca concuerdan en que un logo debe comunicar de forma efectiva la personalidad tras ella, y tal vez por eso llamara la atención que la alt-right patria, en este caso encarnada en Alvise Pérez, utilizara como identidad un meme.
La sorpresa entre las personas familiarizadas con la comunicación política ante un logo tan extravagante no fue tanta. El uso de los memes por parte de los partidos políticos es ya algo normal —aunque no al nivel de convertirlo en marca electoral— desde hace años por una razón sencilla: son muy efectivos como aparatos de propaganda. “Vivimos en una economía de la atención. Lo primero por lo que compiten marcas o partidos es por que los percibamos, y el meme garantiza la atención porque lo reconocemos. El meme tiene el poder de resignificar algo que ya conocemos —la imagen en la que se basa el meme, por ejemplo— dándole un giro sobre el significado inicial. Además, nos predispone positivamente porque nos hace sentir inteligentes al entender la broma y reafirma nuestras convicciones”, explica a elDiario.es Lucía Caro, profesora de la Universidad de Cádiz (UCA) especializada en comunicación política y redes sociales.
Los memes políticos nos atraen porque son llamativos, nos hacen sentir inteligentes al entender la broma y reafirman nuestras convicciones
La ardilla con máscara de Anonymous le recuerda a esta experta a otro proceso de resignificación reciente: el que acabó con el insulto de perro sanxe convertido en una señal de apoyo a Pedro Sánchez en su reelección como presidente del gobierno. Y es que, en el caso de Alvise, en 2021 comenzó a circular un bulo que consistía en asegurar que el agitador había agredido sexualmente a ardillas y que jamás sería capaz de demostrar lo contrario. Una forma de darle de su propia medicina, decían personas usuarias en redes sociales, que acabó con Alvise mentado como “el follardillas”.
A diferencia del meme perro sanxe, que tenía como objetivo humanizar al candidato, la resignificación de la ardilla busca posicionar a Alvise como “más listo que nadie”, explica Lucía Caro. “Esta resignificación coincide con las dinámicas propias de la manosfera y de la masculinidad tóxica: tú nunca te puedes dar por ofendido, porque eso es de débiles”, añade la profesora. Como decía esta experta hace unos párrafos, parte de lo que hace que los memes nos resulten atractivos es que nos reafirman como personas inteligentes al entenderlos. De esta forma, la ardilla de Alvise sirve para atraer a gente que ya conoce la narrativa generada en torno a él y las ardillas.
La máscara de Anonymous que porta el animal forma parte de un proceso de resignificación más general en el que la extrema derecha se ha apropiado en los últimos años de símbolos que aparecen en historias distópicas. Así, la pastilla roja de Matrix, el mundo de 1984 o la propia máscara de Guy Fawkes (popularizada por V de Vendetta o Anonymous) pierden su significado original para servir como símbolo de ideologías reaccionarias, según explica Francisco Martorell en su capítulo del libro Memeceno. La era del meme en internet (La Caja Books, 2023). Concretamente, la máscara se ha usado en España en protestas del sindicato policial Jusapol o en concentraciones negacionistas de la COVID.
Un meme como caballo de Troya
En la campaña para las elecciones presidenciales de Estados Unidos entre Hilary Clinton y Donald Trump, el candidato republicano subió a redes sociales una imagen suya junto a una microcelebridad que lo apoyaba. No era humana y ni siquiera es real: era una rana antropomórfica y llamada Pepe. Aunque nació en un cómic sobre las peripecias de varios compañeros de piso, Pepe pasó a partir de entonces a ser un símbolo establecido de la alt-right estadounidense. Se resignificó al que antes era un personaje sin implicaciones políticas para convertirlo en símbolo de ideologías de extrema derecha.
“A Alvise no le importa usar una caricatura ridícula de sí mismo [el 'follardillas' o la ardilla] siempre que eso sirva de contraseña”, de broma interna que refuerza la cohesión del grupo, explica Eva Aladro, profesora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) que investiga los nuevos lenguajes de la extrema derecha en redes sociales. Así, el animal se convierte en atajo visual de todo lo que representa Alvise y pasa a tener significado por sí mismo, al igual que no hace falta ya representar a la rana Pepe como oficial de las SS para que remita a la extrema derecha.
La ardilla como personalidad política
La estrategia de convertir una debilidad, crítica o insulto en símbolo de fortaleza no es nueva en política o ámbitos de poder. Un ejemplo reciente lo deja cómo Isabel Díaz Ayuso ha neutralizado las críticas que se le puedan hacer por decir disparates convirtiéndolas en parte de su personalidad política: ¿Los atascos son parte de la identidad madrileña? Ya no es una tontería, solo una ayusada.
La resignificación de la ardilla de insulto a logo le funciona a Alvise porque el perfil de sus votantes es 'gente que quiere ver el mundo arder, que en muchos casos se mueve en la manosfera y se siente trol y fuera del sistema
Alvise, al hacer de la ardilla —y del insulto de 'follardillas' subyacente— su marca, circunscribe su personalidad política en el meme. Le han insultado y se lo cuelga como medalla: es el trol supremo. Esto le funciona porque el votante de su agrupación política es generalmente “gente que quiere ver el mundo arder, en muchos casos gente que se mueve en la manosfera y se siente trol y fuera del sistema”, detalla Caro, la investigadora de la UCA.
Además, el uso de un meme como imagen de marca puede servir para alcanzar a un público de menor edad: “La gente joven se encuentra muy excluida de muchos discursos públicos, de forma que cuando ven que alguien habla su lenguaje, se sienten reconocidos. Se puede atraer a mucha gente con la estética para luego ideologizarla”, declara Lucía Caro.
La caída al lado oscuro
Hubo una época en Internet donde todo el mundo se quería, se abrazaba y expresaba su amor por la humanidad. Bueno, no, pero sí hubo un tiempo en que los memes eran solo bromas. It’s a trap, Bad Luck Brian, Trollface u otros eran imágenes sencillas que funcionaban como punchline de la broma al estilo de una sitcom. Estas imágenes nacían y morían en foros utilizados por muy pocas personas antes de dar el salto a las redes sociales. Ahora los memes han dejado de ser algo de nicho y se han complejizado lo suficiente como para sacar un pie del ámbito del humor y transmitir ideas más complejas.
Álvaro L. Pajares, ex hacedor de memes y asesor de comunicación digital política, apunta que el big bang de los memes se dio con las elecciones de 2016. “El gran público empezó a ver la cultura de Internet como algo con un impacto en la vida real”, explica. Su uso por parte de la ultraderecha, en el caso español con Vox, tuvo su punto álgido en las elecciones generales del 28 de abril de 2019. Una mano en que cada dedo era un personaje —un obrero, Pedro Sánchez o un hombre árabe— y se acusaba, bajo la apariencia de broma, al presidente de lucrarse de la migración irregular a costa de las personas trabajadoras. Otra imagen usaba las muñecas Monster para acusar del clásico “feminazis” a varias ministras. “Usan un meme humorístico para convertir a las feministas en monstruos”, aclara Eva Aladro (UCM).
Quienes utilizan los memes de forma política saben que las bromas no son solo bromas: “El humor se utiliza para introducir contenidos de odio, racistas o clasistas que de otra forma no serían aceptables”, declara Aladro. Además, los memes son una forma muy eficaz de lanzar esos discursos de odio “porque la mente humana se queda con el mensaje aunque se transmita como broma”, señala la especialista en analizar los nuevos lenguajes de la extrema derecha en redes, y a la vez otorga negación plausible a quien publica: porque un meme solo es es eso, ¿no?
Moviendo la ventana de Overton
Con los memes, poco a poco, se puede mover la ventana de Overton y conseguir que un discurso que inicialmente es impensable se vaya aceptando como normal. Aladro lo explica así: “El primer paso es instalar el tema en la sociedad a través del humor. Después pasa de lo humorístico a lo irónico, para posteriormente dar el salto a opinión subjetiva. El último estado es de opinión generalizada”. Además, la investigadora advierte que estas evoluciones ocurren “muy rápidamente” en redes sociales.
El humor se utiliza para introducir contenidos de odio, racistas o clasistas que de otra forma no serían aceptables
Todas las ideologías utilizan el meme como herramienta de comunicación por su facilidad para transmitir ideas, pero no es lo mismo mostrar agresividad contra personas por sus ideas —señoros o cuñados— que por su identidad —personas racializadas y/o cuir—. Tampoco los distintos partidos políticos los usan igual: no es comparable generar un meme aludiendo a la gravedad de la situación de los alquileres que hacerlo atacando a periodistas o en referencia a las Charo, un nombre ficticio bajo el que se insulta a mujeres feministas.
El uso virulento del meme por parte de la extrema derecha tiene mucho que ver con la radicalización que estamos viendo en la sociedad en ciertos temas, sobre todo relacionados con la migración. Para Pajares, que también es coordinador del libro Memeceno citado anteriormente, “la jerga meme que difunde estereotipos sobre cómo viste una persona marroquí o el 'joven de jovenlandia' que tuitean personas racistas cuando un medio no explicita la nacionalidad de quien delinque han sido factores claves de la expansión de la islamofobia en España”, afirma el experto.
La jerga meme que difunde estereotipos sobre cómo viste una persona marroquí o el 'joven de jovenlandia' que tuitean personas racistas cuando un medio no explicita la nacionalidad de quien delinque han sido factores claves de la expansión de la islamofobia en España
Memes que sirven al partido
La del perro sanxe es posiblemente la resignificación más exitosa en la esfera política española de los últimos años. El término había comenzado como insulto en 2021 y personas usuarias de redes sociales ya lo usaban como guiño y señal de apoyo para 2023. A pesar de que esta resignificación fuera genuina en un primer momento, Lucía Caro y otras investigadoras señalan en un paper publicado este verano (La apropiación partidista del meme: fandom y propaganda en las elecciones generales españolas de 2023) que el equipo de comunicación del PSOE habría utilizado el fenómeno como estrategia de propaganda y la había impulsado haciéndola pasar por iniciativas de individuos desligados del partido.
En menor o mayor medida, todos los partidos están subidos al carro del contenido humorístico online. Además, figuras políticas o partidos también tienen en nómina o contratan para memes concretos a mememakers famosos. En Estados Unidos, Mike Bloomberg se hizo notorio en 2020 por pedir a hacedores de memes a diestro y siniestro que lo memeficaran. En España, Macarena Olona afirmó al abandonar Vox que el tuitero conocido como Españabola estaba a sueldo de la formación ultra.
A pesar de que el uso político del meme sea muy rentable en estos tiempos, Aladro augura que Alvise no podrá llegar mucho más lejos con su estrategia de agitación a través del humor: “Va a ser un fenómeno de caída rápida. El mundo digital crea estrellatos muy rápidos que caen muy rápido”, dice rotunda. El líder de Se Acabó La Fiesta ha creado su marca alrededor de ser outsider de un sistema corrupto, pero no ha durado ni medio año en su cargo hasta el primer escándalo: el cobro de 100.000 euros por parte de un empresario de criptomonedas “como autónomo y sin factura” para financiar su campaña que destapó elDiario.es. Eso sí, aunque este agitador ultra pueda perder relevancia, la investigadora de la Complutense advierte que “puede subir otro”. “Están usando estrategias de comunicación que no habíamos visto nunca en política. España hace 20 años era de política racional, y de repente tenemos una política emocional donde vuelan insultos todos los días. En ese campo puede entrar cualquiera, pero ya se está saturando”, afirma.